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Un prototipo de placenta artificial logra retrasar el nacimiento y da esperanza a los prematuros extremos

El proyecto CaixaResearch Placenta Artificial logra una supervivencia de 12 días con buen estado fetal.

David Noriega

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Cada año cerca de 25.000 familias en toda Europa se enfrentan al drama de un nacimiento prematuro extremo. Es aquel que se produce a los seis meses o menos de gestación, en los que los recién nacidos se encuentran en un ambiente hostil que hace muy difícil su supervivencia y una vida sin secuelas neurológicas. Si los avances médicos han conseguido que el pronóstico para aquellos bebés que nacen a partir de la semana 27 sean mucho mejores, para quienes lo hacen entre las 23 y 26 semanas la situación apenas ha variado en las últimas décadas. Por eso, los investigadores tratan de inventar formas disruptivas para abordar la cuestión. El proyecto CaixaResearch Placenta Artificial busca precisamente eso: crear una placenta fuera del útero materno para “mover el punto teórico del nacimiento”.

Liderado por el BCNatal y con la participación del Hospital Clinic y Sant Joan de Déu y con la financiación de la Fundación 'La Caixa', el proyecto acaba de presentar los resultados de su primera fase, en la que han conseguido alargar la supervivencia en estas placentas artificiales hasta 12 días en ensayos con ovejas. “En estos momentos creemos que tenemos todas las herramientas para conseguir más días”, ha explicado su director, Eduard Gratacós, que ha insistido en la importancia de avanzar “poco a poco para que cada paso que das te permita hacerlo con seguridad”.

En esta primera fase del proyecto, que comenzó hace dos años y medio, un grupo de 25 profesionales a tiempo completo y más de 30 colaboradores de distintas ramas han desarrollado un prototipo y han comenzado a trabajar los aspectos bioéticos y de preparación para su utilización con humanos, “si todo va bien, en un horizonte de entre tres y cinco años”, ha planteado Gratacós. La idea de esta aventura científica que encara ahora su segunda fase, en la que se plantea el objetivo de alargar la supervivencia en ese entorno artificial hasta las tres o cuatro semanas, es totalmente innovadora porque “mantener un feto con vida fuera del útero es algo que no se ha hecho nunca”.

Los bebés prematuros extremos, con menos de un kilo de peso, deben sobrevivir en un entorno antinatural para ellos. En realidad, en un embarazo que se desarrolla con normalidad, en esas semanas de gestación se seguiría hablando de fetos. A los seis meses, los pulmones, los intestinos y el cerebro están poco desarrollados, por lo que necesitan ayuda para controlar la temperatura, respiración mecánica y alimentación por sonda, que somete a los pequeños a un gran estrés, que puede ocasionarles graves secuelas. “Hablamos de una inmadurez tan extrema que constituye una barrera biológica, por lo que, a pesar de la alta tecnología, no conseguimos los resultados que conseguimos con otros prematuros, que son muy buenos”, ha expresado Gratacós.

La idea que están desarrollando es la creación de una placenta artificial, en la que el feto se encuentre en su entorno natural, pero fuera del útero, sumergido en un líquido con las mismas características que el amniótico y conectado a un sistema extracorpóreo que le permita sobrevivir y desarrollarse como lo haría dentro de su madre. Uno de los grandes retos es cómo ser capaces de trasladar ese feto en los casos en los que la mujer ya se ha puesto de parto o en los que su vida esté en peligro, pero antes de que el bebé nazca y respire por primera vez. Antes de ese punto de no retorno, los investigadores se han esforzado en descifrar cómo realizar las transiciones del entorno natural al artificial: cómo conectar el cordón umbilical, con unos vasos muy pequeños y reactivos que se cierran rápidamente con una bajada de dos grados de temperatura; cómo mantener la oxigenación; cómo darle los nutrientes necesarios y las hormonas que necesita; y cómo hacerlo mientras se monitoriza el proceso segundo a segundo.

Todas estas preguntas van encontrando respuestas en este trabajo. “Canulamos el cordón umbilical, que son unos vasos muy pequeños y reactivos que se cierran muy rápido”, ha explicado en rueda de prensa la coordinadora senior del proyecto, Elisenda Eixarch, que ha indicado también que, una vez realizada esa transición de una a otra placenta, el feto permanece “aislado de los estímulos que no queremos que reciba pero accesible para ver cómo evoluciona” y poder “actuar ante cualquier circunstancia”. “Hemos implementado las mejoras de forma secuencial, con una progresión de la supervivencia hasta conseguir mantener un feto en la placenta artificial durante 12 días, lo que nos abre la puerta a mejorar la supervivencia”, ha indicado la experta sobre la experimentación con fetos ovinos, cuyo tamaño y características cardiovasculares se asemeja al modelo humano.

En concreto, han realizado unas cincuenta trasferencias y han conseguido esos 12 días en tres casos, que dan la confianza suficiente para pasar al siguiente nivel. Esas casi dos semanas ya suponen un salto importante cuando se habla de pasar de las 23 a las 25 o de las 25 a las 27 semanas de gestación, donde las tasas de supervivencia se multiplican. Por ejemplo, en el servicio de Neonatología del Hospital Sant Joan de Déu, la supervivencia se sitúa entre el 26% y el 70% si la edad gestacional del nacimiento es entre 23 y 26 semanas, pero pasa a entre el 90% y el 93% en las semanas 27 y 28.

Para la primera fase, cuyos resultados han presentado este lunes, el proyecto contaba con una financiación de 3,3 millones de euros. “Esta primera fase ha vuelto a ser reevaluada por científicos de Israel, España, Portugal, Estados Unidos, Australia e Inglaterra con un resultado absolutamente extraordinario, de 7,9 sobre 8”, ha señalado el subdirector de la Fundación 'La Caixa', Antonio Vila. La entidad ha comprometido otros 4,3 millones para continuar con la iniciativa durante los próximos cuatro años, en los que los investigadores deberán mejorar el diseño y aumentar la supervivencia, sobre todo en lo referente a los componentes, muchos de los cuales no existían y deben ser fabricados expresamente para esta idea pionera.

“Después de tener resultados positivos en estudios con animales, la placenta artificial deberá someterse a rigurosas pruebas clínicas. Esto ayudará a determinar si es segura y eficaz en humanos. Podrían aparecer efectos secundarios no deseados. Los padres deben estar plenamente informados de los posibles beneficios y riesgos, muchos de los cuales aún se desconocen. Si se demuestra que la placenta artificial es mejor que los cuidados que ya se prestan en las unidades neonatales, se podría aprobar su uso más generalizado”, ha señalado la profesora adjunta de Pediatría de la División de Neonatología de la Universidad de Columbia, en Nueva York, Kelly Werner, al Science Media Center, donde ha indicado también que este “avance alentador no pretende sustituir a la placenta natural”, por lo que hay que “hacer todo lo posible por apoyar la salud materna y disminuir los factores de riesgo que conducen al parto prematuro”.

El elevado coste de estos proyectos hace que haya muy pocos en marcha en la misma línea. Uno de los más avanzados se encuentra en Filadelfia, Estados Unidos, donde han logrado una supervivencia máxima de 28 días, con una media de entre 14 y 21. “Seremos entre los primeros y los segundos (en todo el mundo) y los primeros en Europa”, se ha mostrado convencido el director del CaixaResearch Placenta Artificial, que también dirige el BCNatal, que asegura que “dentro de 50 años habrá placentas artificiales. Seguro”.

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