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La nueva vida de los 12 musulmanes sirios que el Papa ha llevado al Vaticano

Nour, Hasan y sus hijos, a su llegada al Vaticano

Jesús Bastante

Los niños Riad, Kudusj, Omar y Masa tienen los ojos oscuros, profundos, grandes... Y, desde el pasado sábado, un poco menos tristes. Omar se muestra dicharachero. Es la primera vez en mucho tiempo: su casa en Zamalka, un barrio de Damasco, fue destruida, y “se despierta todas las noches, y durante algún período había dejado incluso de hablar”, cuenta su madre. Ellos cuatro, junto a otros dos adolescentes y sus padres (tres familias, doce personas en total) acompañaron el sábado al papa Francisco en su regreso de la isla griega de Lesbos.

Se trata de tres familias musulmanas, que se unen a las otras dos que ya residen en las dos parroquias del Vaticano y que proceden del campo de Kara Tepe. Por el momento, serán voluntarios de la comunidad de Sant'Egidio los que les ofrezcan un sitio para dormir, clases de idiomas, escolarización para los más pequeños e inserción laboral para los adultos. La acogida y el mantenimiento correrán a cargo del Vaticano.

La primera familia, compuesta por un niño de dos años y de sus padres, Hasan y Nour, una pareja de ingenieros de Damasco, vivía en la zona periférica de Al Zapatani, expuesta a los duros bombardeos. Posteriormente huyeron a la frontera con Líbano, y posteriormente a Turquía. Desde allí tomaron un barco hasta Lesbos, donde su destino parecía el de muchos de sus compatriotas: el regreso, vía Turquía, a Siria, donde el futuro que les aguardaba no resultaba nada alentador.

Ramy y Shuila, los padres de la segunda familia, provienen de Deir el-Zour, una ciudad siria cercana a la frontera con Irak que acabó en manos del Estado Islámico. La pareja, de 50 años, tiene tres hijos, dos adolescentes y una niña de siete años. Él era profesor; ella, sastra. Tras ver cómo bombardeaban su casa, decidieron huir. En febrero llegaron a Grecia.

Los padres de Omar, Osama y Wafa, también tuvieron que abandonar el país junto a su otro hermano, arriesgándolo todo. Les iba la vida en ello. El matrimonio tuvo que pagar 130 euros por cabeza a un contrabandista para lograr escapar de Siria a Turquía y, de allí, a Lesbos. Lo lograron al cuarto intento.

Las tres familias se encontraban en el campo de refugiados de Kara Tepe, según informa el diario oficial del Vaticano, L'Osservatore Romano, desde antes de que se firmara el acuerdo entre la UE y Turquía por el cual todas las personas que hayan llegado después del 20 de marzo serán devueltas a Turquía donde se resolverá su solicitud de asilo.

Después del impacto de la llegada, los doce refugiados empiezan a adaptarse a su nueva vida en Roma. Alojados por el momento en tres apartamentos en el Trastevere, ya han dado sus primeras clases de italiano, según ha afirmado el portavoz de la comunidad de Sant Egidio, Maximiliano Signifredi.

Los apartamentos se encuentran en un edificio de la congregación donde se alojan 80 personas, la mayor parte de ellos provenientes de Líbano gracias al “pasillo humanitario” puesto en marcha por instituciones de distintas confesiones religiosas italianas. En las próximas semanas, los refugiados invitados por el Papa se trasladarán a pisos en el Vaticano.

El gesto del papa Francisco, “un signo de acogida a los refugiados”, según señaló el portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha sido posible gracias a los contactos de la Secretaría de Estado con las autoridades griegas e italianas, y se suman a las dos familias que, desde hace meses, viven en el Vaticano. Un total de 22 personas que, más allá de otras interpretaciones, reflejan una realidad: el pequeño estado vaticano acoge a más refugiados sirios que España, que ha dado refugio a 18.

Con todo, su situación administrativa aún no está resuelta. Llegados a Grecia antes de la entrada en vigor del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, a su llegada a Roma fueron examinados detenidamente para su identificación. Es probable que pidan el asilo en Italia.

El viaje de Francisco a Lesbos se suma a las sucesivas denuncias que el Papa lleva realizando desde hace tres años contra el papel de la Unión Europea en esta crisis humanitaria, “la más grave desde la Segunda Guerra Mundial”, según él mismo relató a los periodistas al regreso de Lesbos. Hay que recordar que su primer viaje como pontífice fue a la isla de Lampedusa para denunciar la “vergüenza” de las muertes en el Mediterráneo.

Ese mar, como subrayó Bergoglio, “se ha convertido en un inmenso cementerio” gracias a la “globalización de la indiferencia” que habría de sacudir las conciencias de los gobernantes europeos. Riad, Kudusj, Omar y Masa... son unos afortunados que hoy sonríen a los pies de la plaza de San Pedro. Otros, centenares de miles, no tendrán tanta suerte.

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