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Una paciente muere en un hospital de Madrid tras cuatro días 'aparcada' en Urgencias

Imagen de los pasillos del hospital que aparece en el vídeo mostrado bajo estas líneas.

Elena Cabrera / Raúl Rejón

Yolanda P. llevó a su madre a urgencias en el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) por una arritmia el día después de Navidad del pasado diciembre. Estaba operada del corazón y todo iba bien, su cardiólogo le había recomendado que hiciera vida normal. Poco después, Yolanda supo que un constipado supone poca cosa para cualquier persona, pero puede ser letal en los operados del corazón.

Después de pasar una noche en un pasillo frío y transitado, los médicos dieron el alta a A.G. el 27 de diciembre. El día de Nochevieja realizó un segundo ingreso en el mismo hospital, donde permaneció en urgencias hasta el día 3 a las diez de la noche. Cinco horas después, ya subida a planta, la madre de Yolanda falleció.

La mujer y su familia eligieron acudir a su hospital público de referencia, que ya conocían por otros ingresos. Al llegar, la tumbaron en una camilla y, con el único arropo de una sábana, dejaron su cama aparcada en el pasillo anterior a la zona en la que comienzan las urgencias, como se aprecia en el siguiente vídeo, proporcionado por Yolanda P. a eldiario.es. Allí permaneció toda la noche.

La voz del vídeo grabado con un móvil es la de Yolanda. La primera paciente que aparece, a la izquierda, es su madre. La cámara se adentra por el pasillo de urgencias y recorre el mismo trayecto de vuelta. Así describe la voz en off lo que vemos: “El Hospital Severo Ochoa, esto son urgencias, abarrotado, ya no cabe más gente, todos los pasillos llenos; una vergüenza [...], y con alas cerradas en el hospital”.

“Parece una fiesta de fin de año y no un hospital”, comenta Yolanda P. con amargura. Hay camas y familiares en cada rincón y apenas hay espacio para transitar entre ellas. Esa noche, Yolanda pide una manta para su madre, pero no hay. La anciana tampoco puede conciliar el sueño: el trasiego es constante, pues todas las personas –pacientes, visitantes, médicos, limpiadores– que entran en urgencias pasan delante de ella. A su izquierda se encuentra el acceso a los aseos. A sus pies, una puerta para médicos y un belén navideño. Sobre su rostro, unos focos potentes de iluminación que la ciegan. Su hija le pone un pañuelo en los ojos porque está deslumbrada de mirar hacia arriba. “Una cámara de torturas no podía ser peor”, nos dice.

Le pide a un enfermero: “Ponedla en otro sitio”. “Es que no hay otro sitio”, le contesta. Ese mismo día, Yolanda pone una reclamación en Atención al Paciente quejándose del “espacio inadecuado” en el que había estado ubicada su madre.

La anciana pasa ahí la noche. Está débil, pero al día siguiente la mandan a casa. “Daban el alta a todo el mundo porque médicos había los mínimos, muchos estaban de vacaciones”. Permanece en su domicilio, guardando cama desde ese mismo día, durante otros cuatro. El último día del año se encuentra muy débil y pide que la lleven al hospital. Esta vez sí, ubican su camilla dentro de un box de las urgencias. Al ingresar le detectan indicios de neumonía y una infección de orina. “No puedo demostrar que mi madre se resfriara en su casa, pero lo dudo mucho, sobre todo después de haber pasado una noche entera en el hospital, sin poder taparse y pasando frío junto a una corriente de aire”, opina Yolanda.

Cuatro días en un box de Urgencias

El segundo ingreso no fue mucho mejor que el primero. La estancia en urgencias se prolonga durante cuatro días porque no hay camas disponibles. Allí, su hija describe el “apelotonamiento”, los desesperantes pitidos infinitos de las máquinas de todos los enfermos, los “gruñidos y chillidos” de un paciente en la cama de enfrente, las finas cortinas que separan un box de otro y que, cuando el familiar del enfermo de al lado llega, ella ya no cabe.

Si las normas del hospital marcan un máximo de dos familiares por paciente, al tratarse de una fecha especial, permiten entrar a todo el que llega. “El nivel de ruido y trasiego era excesivo”, recuerda Yolanda. La enferma “se cabreaba”, se quitaba el oxígeno y el corazón le subía a 180. A pesar de las arritmias, en la noche del día 3 la suben a planta a las diez. Los médicos consideran que está “estabilizada”. A las 4.30, fallece en su habitación. Según el parte médico de defunción, la “causa inicial o fundamental” de la muerte es neumonía, la “causa inmediata” es hipoxia y las “causas intermedias” son fracaso multiorgánico e insuficiencia cardiaca.

Preguntado por el caso de la prolongada estancia en urgencias a la espera de cama de A.G., la dirección del hospital respondió por escrito a eldiario.es que “el Servicio de Urgencias ha registrado un aumento puntual de la afluencia de pacientes entre los días 20 de diciembre y 31 de enero de 2013 por la atención de patologías propias de esta época del año, con un aumento del 10% en el número de urgencias atendidas respecto a 2012 y días de mayor actividad (27 de diciembre) muy por encima de la media (25% más de afluencia sobre 2012)”. Y luego añaden: “Asimismo, se ha reforzado en estos días (finales de diciembre a primeros de enero) la plantilla de este servicio, para garantizar la mayor calidad en la atención a los pacientes”.

“Mi madre estaba mal pero no estaba para morirse”, valora Yolanda. “Para mí, los recortes han matado a mi madre. Hago responsable a González, Lasquetty, Mato y Rajoy de las vidas que los recortes se están llevando por delante, y que pesen sobre su conciencia”.

Tiempo de ingreso: indicador de calidad del servicio

El Hospital Severo Ochoa de Leganés incluye en su Memoria Anual una mención específica a su Servicio de Urgencias general, que recibió, según el texto, “la certificación Aenor-ISO” en 2011, lo que hizo que el centro se uniera “al selecto y reducido número de centros [...] con acreditación específica para el Servicio de Urgencias Generales”. La renovación de la certificación es en 2014.

Pero que una paciente pase tres noches en el box de urgencias no se ajusta a las recomendaciones que hace el Ministerio de Sanidad sobre los “estándares” aplicables en estos servicios en un documento publicado en 2010.

El texto de “Unidad de urgencia hospitalaria. Estándares y recomendaciones” explica que “el 90% de los pacientes debería ser dado de alta [...], ingresado en el hospital o trasladado a otros centros en un periodo de cuatro horas”. Y especifica en los casos en los que el enfermo deba pasar a una planta que “el paciente de la Unidad de Urgencias Hospitalaria (UUH) pendiente de ingreso hospitalario no debería permanecer en esta unidad más de 12 horas (desde que se procede a la orden de ingreso)”.

De hecho, uno de los indicadores de calidad de las urgencias es esta variable: tiempo de demora de ingreso, como aparece recogido en, por ejemplo, el estudio de la Sociedad Catalana de Medicina de Urgencias, o el Manual de Indicadores de Calidad de los servicios de Urgencia de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEME). El Hospital Severo Ochoa declinó aportar estos indicadores específicos de su servicio.

El compendio de recomendaciones del Ministerio de Sanidad insta a que “el tiempo máximo de observación-valoración de la evolución de un paciente en la Unidad de Urgencias Hospitalaria debería ser inferior a 24 horas”.

Esta paciente, que pasó cuatro jornadas en urgencias en enero, ya había vivido otro ingreso en marzo del año pasado de siete días en el mismo hospital, una fecha fuera del periodo que el hospital indica como de “aumento puntual de la afluencia”. Puso una reclamación, ante la que no obtuvo respuesta, pues fue informada por las enfermeras que 49 pacientes de todas las especialidades se encontraban esperando una cama en planta. Por la misma fuente tuvo conocimiento de que la semana anterior habían llegado a tener hasta 70 pacientes esperando. La prolongada estancia en urgencias no es exclusiva del Severo Ochoa. En el Hospital de La Paz también se están denunciando permanencias de hasta seis días.

El doctor Javier Povar Marco, coordinador de Urgencias del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, apuntó en un congreso de 2012 como “marcadores de la saturación de este servicio” tanto a los “pacientes ingresados en espera de cama” como a la “duración de estancia”. De hecho, considera que la experiencia muestra que los factores con más peso son esa espera de ingreso “junto al índice de ocupación del hospital”. Según el doctor Povar, “los hospitales con más éxito en aliviar la saturación son los que han reconocido el problema como del conjunto del hospital”.

Hace más de un año, los trabajadores de este hospital madrileño expusieron que los recortes presupuestarios habían derivado en “la pérdida de 130 profesionales sanitarios”. A ello le achacaron ya entonces “el cierre de cinco camas de medicina interna a pesar de la saturación del servicio de urgencias que hace que muchos días haya pacientes que permanezcan en los pasillos”. Y acababan denunciando que “muchos enfermos permanecen días en el pasillo”.

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