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Las supercentenarias tienen la llave de la inmortalidad: “Al menos a nivel teórico, podríamos conseguirla”

Hay unas 20.000 personas con más de 100 años en España.

David Noriega

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“Buenos días, mundo. Hoy cumplo 117 años. Hasta aquí he llegado”. La semana pasada, la catalana María Branyas celebraba en su cuenta de X, antes Twitter, una hazaña al alcance de muy pocos. La mujer es, actualmente, la persona más longeva del mundo y forma parte de ese 0,04% de la población española que ha conseguido superar el siglo de vida. En sus genes puede estar la clave para frenar el envejecimiento. “Estamos intentando ver en los estudios qué les pasa a sus células”, explica el director de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), sobre su trabajo en colaboración con el investigador Manel Esteller.

El aumento de la esperanza de vida al nacer, que ha pasado de los 80 a los 85,7 años en la mujeres y de los 73,5 a los 80,4 en el caso de los hombres entre 1990 y 2022 en España, ha lanzado también el porcentaje de población que supera las tres cifras en su aniversario. Si en 1998 eran, según datos del Instituto Nacional de Estadística, tan solo el 0,009%, casi un cuarto de siglo después eran el 0,041%. El porcentaje, aunque bajo, supone 4,5 veces más al inicio de la gráfica. En 2022 eran 19.639 personas, de las que 15.257 eran mujeres.

La UOC ha publicado un artículo en el que analiza qué tienen en común las personas centenarias y supercentenarias. “Desde que el porcentaje ha ido aumentando se han podido estudiar más sus estilos de vida y sus análisis genéticos”, explica Macip en conversación con elDiario.es. Las respuestas son todavía muy preliminares —“estamos en la infancia de la ciencia del envejecimiento”, aclara el investigador— pero los expertos tienen claras dos cosas: influye la genética, pero también los estilos de vida.



La producción científica reciente sobre el envejecimiento es abundante. “En los últimos cinco años se han publicado más de 17.000 estudios relacionados con la longevidad, de los que alrededor de 600 están relacionados con los supercentenarios y los centenarios”, explica la doctora Raluca Oancea, que es vocal de la junta directiva de la Asociación Española de Genética Humana (AEGH). Del análisis de esos trabajos se desprende que hay más de medio centenar de genes que influyen en la longevidad, que se asocian a distintas patologías y/o que contribuyen a distintas vías celulares.

De hecho, la genetista explica que hay tres factores genéticos que afectan al envejecimiento: la inestabilidad genómica, que conduce al deterioro del envejecimiento celular; las ateraciones epigenéticas, relacionadas con los mecanismos que se producen como respuesta a agentes externos, como el estrés, la contaminación o la alimentación; y los telómeros, las estructuras del ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas y cuya velocidad de acortamiento se asocia al envejecimiento.

Precisamente, un artículo publicado en la revista Cell, del que es coautora la directora científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y experta en telómeros, María Blasco, fue capaz de identificar 12 indicadores del envejecimiento, que al ser manipulados aceleraban o frenaban el deterioro del cuerpo con la edad. “Estamos más cerca de aplicar el conocimiento básico a nuevas maneras de tratar las enfermedades”, indicaba entonces la científica.

Antes de encontrar una fórmula contra el envejecimiento, Macip apunta en la misma dirección que Blasco. “Serán una suma de intervenciones, pero antes veremos fármacos para enfermedades que tienen que ver con la edad, como el alzhéimer, la diabetes tipo 2 o la obesidad. De esto a la pastilla antienvejecimiento hay un paso bastante grande”, indica el médico.

Principalmente, las enfermedades ligadas a la edad son las conocidas como 'las tres Cs', las relacionadas con el cáncer, el corazón y la cabeza, los diferentes tipos de demencia. “Realmente, las personas centenarias llegan a más edad porque retrasan mucho la aparición de estas patologías”, explica el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, José Augusto García, que describe a este grupo de población como “personas que han seguido, en general, hábitos de vida saludable y son activas desde el punto de vista físico y social, en su barrio, en su municipio o su pueblo”.

En 2016, el colaborador de National Geographic, Dan Buettner, documentó cinco regiones del mundo en las que la población que superaba los 100 años era notablemente superior a la media. Fueron Cerdeña, en Italia; Icaria, en Grecia; Loma Linda, en California; Okinawa, en Japón; y Nicoya, en Costa Rica. El propio Macip viajó a este país para visitar una de estas conocidas como blue zones. “Han vivido sin excesos, son campesinos o pescadores, con bastante actividad física, dietas frugales, sin grasas, y suelen contar con entornos sociales fuertes, viven con sus hijos, nietos y bisnietos, algo que ya ocurre menos en entornos urbanos”, explica.

La respuesta es contraintuitiva. Entonces, ¿vive más una persona con un empleo más demandante físicamente, como los descritos? “Es un misterio. Aquellos con mayor estatus suelen vivir más, porque tienen mejor acceso a mejores hábitos de vida y sistemas de salud, pero las personas que han sobrevivido a acontecimientos o épocas duras, a hambrunas o guerras, parece que están más preparadas para sobrevivir. En Costa Rica visité zonas penosas, con condiciones que nosotros no asumiríamos que favorecen la longevidad”, desarrolla. “Por eso es muy difícil responder a qué hay que hacer para vivir 100 años. Sabemos algunas cosas que no hay que hacer, pero la fórmula mágica no existe. También puedes hacerlo todo bien y que te atropelle un coche”, indica.

El siguiente gráfico muestra la evolución de la esperanza de vida al nacer en España, desde 1991, de la esperanza de vida con buena salud y de la esperanza de vida a los 65 años. En estos dos casos, debe tenerse en cuenta la alteración producida en los indicadores demográficos por la pandemia de coronavirus, que comenzó en 2020 y disparó la mortalidad.



El demógrafo y profesor colaborador de la UOC, Pau Miret, indica a elDiario.es que la esperanza de vida ha experimentado un aumento constante, rompiendo todos los límites. ¿Un español medio se plantearía en 1900 que se alcanzaría una expectativa de 80 años? Probablemente no.

Y a este incremento, explica el experto, ha contribuido en los países del sur de Europa un desarrollo del estado del bienestar, sobre todo en sanidad, pero también en educación. “La esperanza de vida continuará aumentando si continúan una serie de pautas y de conductas, sobre todo alimentarias, pero también de los avances médicos y de un contexto en el que la sanidad continúe siendo pública y estando al alcance de un gran volumen de población, sin tener en cuenta el nivel económico”, desarrolla. La cuestión para el demógrafo es, “¿vamos a disminuir los niveles de estrés actuales y a seguir mejorando la calidad de la alimentación?”.

Si la respuesta es positiva y las investigaciones en marcha consiguen descifrar la fórmula para frenar el envejecimiento, las incógnitas van más allá. ¿El cuerpo humano tiene límites? “Hay discusión entre los expertos. Usando modelos estadísticos y matemáticos, la esperanza de vida aumenta, pero la de vida máxima se mantiene estable. Hay quien cree que el tope de vida humana media es de 125 años. Otros creen que no hay tope y que, si logramos entender el envejecimiento, al menos a nivel teórico, podríamos ser inmortales”, desarrolla Macip. De hecho, ya hay organismos vivos que lo son, como las hidras o algunos tipos de medusas. “Es un proceso biológico muy complejo, pero desde el punto de vista teórico es una posibilidad”, dice con una sonrisa. “Pero en lugar de pensar en vivir 200 años, vamos a pensar en llegar a los 80 con la máxima calidad de vida posible”.

“El reto más importante que tiene actualmente la medicina es alargar vida a los años que tenemos, más que alargar años de vida”, coincide Miret. Esto es que se puedan vivir más años de forma autónoma y con buena salud. Y, de nuevo, la clave puede estar en los supercentenarios, porque todos esos trastornos asociados con el tiempo se retrasan y, por tanto, también su buen estado de salud general. “Vemos que una persona con 120 años, puede tener un envejecimiento celular como una de 100. Tal vez a esa edad no se note mucho, pero trasládalo a una persona de 60 que es como otra de 40 años. Ahí está el cambio de paradigma, conseguir alargar la vida por el medio y no por el final”, desarrolla Macip.

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