Vivir de alquiler envejece más que fumar o estar en el paro
Se llama metilación del ADN a las modificaciones químicas que intervienen en el envío de señales dentro de las células y en la activación o desactivación de los genes. Desde hace alrededor de una década, este proceso se toma como referencia para medir la edad biológica de un individuo, que viene determinada por el estilo de vida y los condicionantes sociales y que no tiene que ver con la edad cronológica. Un estudio, publicado este martes por la revista Journal of Epidemiology and Community Health, asocia vivir de alquiler con un envejecimiento más rápido que hacerlo en una vivienda en propiedad.
El trabajo, cuya autora principal es la doctora Amy Clair, del Centro Australiano de Investigación sobre Vivienda, se centra en la población de Reino Unido. En concreto, utiliza datos de metilación del ADN de 1.420 personas del biobanco de Reino Unido y de la Encuesta del Panel de Hogares Británicos. “Descubrimos que vivir en una casa de alquiler privado está relacionado con un envejecimiento biológico más rápido”, señala el estudio, que muestra, además, que este factor marca más diferencia en ese deterioro entre inquilinos y propietarios que la que se da entre los desempleados y quienes tienen trabajo o entre los exfumadores y quien no ha fumado nunca.
“Nuestros hallazgos demuestran los impactos epigenéticos de la vivienda”, indica el estudio, que hace hincapié en que “la mejora de la vivienda debería ser un objetivo de las intervenciones de salud” porque ese envejecimiento biológico es reversible si mejoran las condiciones de vida.
El artículo encuentra una asociación entre vivir de alquiler privado y un envejecimiento biológico más rápido, pero no con los arrendamientos públicos: "El alquiler social, con menor coste y mayor seguridad, no difiere de la propiedad
Además, la investigación encuentra otros factores que agravan esa situación, como la exposición a la contaminación y el retraso en los pagos del alquiler. “Esto encaja con la literatura conocida, donde sabemos que el estrés financiero, la inseguridad residencial o la exposición a contaminantes dentro del hogar pueden llevar a una peor salud”, señala el epidemiólogo social y especialista en medicina preventiva Pedro Gullón, en declaraciones al Science Media Center.
Pese a que el artículo encuentra una asociación entre vivir de alquiler privado y un envejecimiento biológico más rápido, no establece la misma relación con los arrendamientos públicos. “No se encontró que el alquiler social, con su menor coste y mayor seguridad, difiera de la propiedad”, indican. Esto viene a sumar evidencia a trabajos previos sobre la inseguridad en el hogar y su efecto en la salud. Por ejemplo, una investigación observacional publicada en la misma revista, en noviembre de 2022, indicaba que el aumento del precio de la vivienda y los alquileres está directamente relacionado con un empeoramiento de la salud, más muertes prevenibles y un incremento de los suicidios, cuando no va de la mano de una subida de los ingresos.
Lo que significa ser un inquilino privado no está escrito en piedra, sino que depende de decisiones políticas que, hasta la fecha, han priorizado a propietarios e inversores sobre los inquilinos
Las conclusiones de ese artículo señalaban a una solución que plantea también el publicado este miércoles: las acciones políticas. “Lo que significa ser un inquilino privado no está escrito en piedra, sino que depende de decisiones políticas que, hasta la fecha, han priorizado a propietarios e inversores sobre los inquilinos”, indica el trabajo de Clair, que plantea algunas soluciones para “reducir el estrés y la incertidumbre”, como acabar con los desahucios sin motivo, limitar los aumentos de los precios del alquiler y mejorar las condiciones de esas viviendas. En el de 2022 se indicaba que la limitación de los precios, el gasto social en pensiones y prestaciones por desempleo y un parque de viviendas sociales suficientes mitigan el empeoramiento de la salud. En concreto, situaban ese parque suficiente por encima del 10% del total, cuando en España apenas supera el 1%.
Base científica a la inversión en políticas de acceso a la vivienda
Los datos de este estudio, no obstante, no son per se extrapolables a España, pese a que Reino Unido tiene un estado del bienestar similar, pero sí es “un ejemplo interesante sobre cómo nuestros genes interaccionan con el medio ambiente y con el azar para determinar lo que somos en cada momento de nuestras vidas”, señala el responsable de epigenética del cáncer y nanomedicina del Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA), al SMC. “Da una base científica a la inversión en políticas relacionadas con el acceso a viviendas de calidad, pues la mejora de la calidad de vida retrasa el envejecimiento biológico”, añade la investigadora del Instituto de Biología Molecular y Biotecnología de Grecia, Teresa Rubio.
A la larga, ese envejecimiento prematuro o más rápido tiene un efecto en la salud y en la esperanza de vida. “Una persona de 80 años puede tener unas células que tiene rasgos y se comportan como las de alguien más joven. Hay estudios que indican que las personas que llegan a edades muy avanzadas tienen un envejecimiento biológico muy lento. Es decir, a nivel biológico, sus células son como las de personas (cronológicamente) más jóvenes y probablemente por eso han llegado a edades tan avanzadas”, desarrolla Rubio.
“Se sabe que la metilación del ADN actúa sobre la funcionalidad de algunos genes, generalmente inhibiendo su expresión. Los organismos más jóvenes presentan un mayor número de lugares de metilación que los más envejecidos. La velocidad a la que esta metilación disminuye con la edad depende de muchas circunstancias y marca, de alguna manera, la velocidad de envejecimiento”, coincide la profesora de psicobiología de la Universidad de La Laguna, Rosa Arévalo. Esta experta insiste también en la importancia de “tener en cuenta estas circunstancias a la hora de plantear políticas de intervención social”.
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