Bad Bunny desata en el cerebro una reacción química tan intensa como una descarga de felicidad; o al menos así lo asegura la ciencia

Bad Bunny en una imagen promocional

Héctor Farrés

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Las acusaciones sobre el supuesto uso excesivo del autotune y otras herramientas digitales han acompañado a muchos artistas del reguetón desde sus inicios en la industria. En algunos casos, los críticos afirman que hay más tecnología que voz, y que sin esos apoyos técnicos no podrían sostener una carrera musical. Las redes sociales han amplificado estos juicios, repitiendo la idea de que cantar bien no es necesario para triunfar cuando se cuenta con arreglos electrónicos.

Este argumento se aplica con frecuencia a intérpretes como Bad Gyal, Quevedo o Bad Bunny, señalando que su éxito comercial no va ligado a su capacidad vocal. A pesar de esa percepción, su música sigue generando interés entre otros sectores que la estudian desde una perspectiva científica con resultados que, al menos en el caso del puertorriqueño, lo posicionan como un remedio natural para el malestar mental.

Un análisis bioquímico demuestra que sus canciones despiertan neurotransmisores del bienestar

El Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR) ha analizado los efectos bioquímicos que provoca la música del artista en el cuerpo humano, y ha llegado a conclusiones sorprendentes. El estudio, presentado este mes como parte del congreso PRCHEM 2025, plantea que canciones como Debí Tirar Más Fotos o Tití me preguntó activan neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, directamente vinculados a emociones como el placer, la alegría y la empatía colectiva.

María Santiago Reyes, expresidenta del CQPR, explicó que el equipo investigador no se centró en aspectos técnicos del espectáculo, sino en los efectos que la música genera en la química cerebral. Con el foco puesto en el sistema nervioso, la investigación describe cómo la exposición a determinados estímulos sonoros puede desencadenar la liberación de dopamina, serotonina y oxitocina. Estos neurotransmisores están implicados en procesos relacionados con la recompensa, el bienestar emocional y el sentimiento de pertenencia grupal.

Según los autores del estudio, esta liberación no se limita a un estímulo placentero momentáneo. La dopamina, al reforzar el circuito de recompensa, estimula la motivación y favorece la toma de decisiones. La serotonina actúa como regulador del estado de ánimo, contribuyendo a reducir estados de ansiedad o tristeza. La oxitocina, por su parte, refuerza la cohesión social y favorece los vínculos afectivos. La interacción de estas tres sustancias genera un efecto conjunto que potencia la estabilidad emocional, sobre todo en contextos de experiencia colectiva como los conciertos. En ese contexto, la expresidenta del CQPR explicó que “en un concierto no solo se comparte música, también se comparten reacciones químicas que nos hacen sentir más vivos”.

Bad Bunny, durante su actuación en los Billboard Latin Music Awards

Además del componente químico y energético, el estudio incorpora una dimensión social vinculada a la salud mental. Los autores afirman que las dinámicas colectivas generadas en este tipo de conciertos ayudan a liberar tensiones y refuerzan los vínculos afectivos entre personas que no se conocen. En palabras de Santiago Reyes, “la química del cerebro explica por qué miles de personas se sienten tan emocionalmente vinculadas a estas experiencias masivas”.

En relación con esta conexión entre música, ciencia y comportamiento colectivo, Santiago Reyes afirmó que “la química del cerebro explica por qué miles de personas se sienten tan emocionalmente vinculadas a estas experiencias masivas”. A través de ese enfoque, la investigación plantea un cambio de perspectiva respecto a los fenómenos culturales contemporáneos, desvinculándolos de juicios personales sobre gustos o estilos vocales y enfocándolos como procesos biológicos medibles.

El estudio también plantea retos medioambientales que rodean a los grandes eventos musicales

Más allá del debate artístico, el informe incorpora también una lectura medioambiental sobre el impacto que generan los eventos multitudinarios. Los investigadores señalan el elevado consumo energético, la acumulación de residuos sólidos y la huella derivada del transporte masivo de asistentes como elementos que deben ser reconsiderados con urgencia. Como respuesta, el colegio apuesta por la inclusión de medidas sostenibles que reduzcan esa carga, como el uso de energía solar, la integración de baterías de litio, la movilidad eléctrica y los acuerdos con entidades ecológicas locales.

Además, el colegio subraya la importancia de incorporar estas herramientas científicas en el diseño y planificación de los grandes espectáculos culturales. El presidente del CQPR, José A. Pérez, apuntó que “queremos que la ciencia salga del laboratorio y entre en la conversación pública”.

Con esa declaración, el colegio invita a artistas, promotores, responsables institucionales y formadores a incorporar el conocimiento científico como parte de la experiencia cultural. En palabras de Pérez, “si una canción puede mover multitudes, la ciencia puede orientar sus pasos”.

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