Un estudio explica por qué Marte nunca pudo parecerse a la Tierra
Marte y la Tierra nacieron con ingredientes similares: ambos son planetas rocosos, con agua, carbono y una posición relativamente templada en el sistema solar. Sin embargo, mientras en la Tierra floreció la vida, Marte terminó convertido en un desierto helado. ¿Qué pasó en el camino? Un nuevo estudio, publicado en Nature y basado en datos del rover Curiosity de la NASA, sugiere que el planeta rojo estuvo siempre condenado a perder su habitabilidad por culpa de un ciclo geológico autolimitante.
La investigación, encabezada por el científico planetario Edwin Kite, se basa en un modelo que combina observaciones recientes con simulaciones a largo plazo. Según sus autores, los periodos en que Marte albergó agua líquida fueron cortos y excepcionales, inducidos por un ligero aumento de la luminosidad solar. Sin embargo, estas condiciones favorables activaron un mecanismo geológico que redujo el dióxido de carbono en la atmósfera, enfriando de nuevo el planeta y llevándolo de vuelta a su estado árido.
Un ciclo sin retorno
En la Tierra, el equilibrio climático depende de un delicado ciclo de retroalimentación entre la atmósfera y la geología: el dióxido de carbono calienta el planeta, pero también acelera reacciones químicas que lo atrapan en las rocas. Con el tiempo, la actividad volcánica devuelve ese carbono a la atmósfera, manteniendo el sistema estable. En Marte, en cambio, esa “válvula de retorno” volcánica apenas existe. Sin suficientes erupciones para reponer el CO2, el planeta no puede sostener climas cálidos durante largos periodos.
Los modelos propuestos muestran que este ciclo marciano provocaba oscilaciones dramáticas: breves episodios de agua líquida seguidos de extensos periodos desérticos que se prolongaban hasta 100 millones de años. Para la aparición y evolución de la vida, estas ventanas son demasiado breves. Como resume el estudio, “la habitabilidad en Marte fue la excepción, no la norma”.
Una pista enterrada en las rocas
La clave que ha permitido validar este modelo está en el hallazgo reciente de rocas ricas en carbonatos en la superficie marciana. Este tipo de minerales solo se forma cuando hay agua líquida que reacciona con dióxido de carbono, y su presencia indica que parte de la antigua atmósfera del planeta quedó atrapada químicamente en su corteza. El descubrimiento, realizado por el rover Curiosity mientras ascendía el monte Sharp, confirma una hipótesis largamente perseguida: el “cementerio” del CO₂ marciano estaba oculto en sus rocas. “Durante años hemos buscado una tumba para la atmósfera de Marte”, explica Edwin Kite. “Este hallazgo nos ayuda a entender cómo el planeta perdió su capacidad de mantenerse cálido y húmedo”.
Una lección sobre la fragilidad planetaria
Para los autores del estudio, comprender por qué Marte no logró conservar su habitabilidad tiene implicaciones que van más allá del sistema solar. El análisis sugiere que, incluso con ingredientes similares, la estabilidad climática de un planeta no está garantizada. Factores como la actividad volcánica, la geodinámica y la distancia solar juegan un papel decisivo en su evolución a largo plazo.
“Hoy vivimos una edad dorada de la ciencia planetaria”, añade Kite, “con rovers en la superficie y orbitadores internacionales que nos permiten reconstruir estos procesos con un detalle sin precedentes”. La investigación se ha realizado en colaboración con expertos de la NASA, Caltech, Brown University y la Universidad de Calgary.
El siguiente paso será determinar si los carbonatos hallados son excepcionales o si, como sospechan los científicos, están ampliamente distribuidos en el subsuelo marciano. Confirmar esto ayudaría a consolidar la hipótesis de que Marte, pese a sus similitudes iniciales con la Tierra, estaba programado para apagarse.
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