Floridi: “Ya no tiene sentido separar el espacio online y el offline”
¿La descarga de material en Internet atenta contra los derechos de autor? ¿Es ilegal o inmoral hacerlo? ¿Estamos yendo contra nuestra propia intimidad al colgar fotos personales en nuestro perfil de Facebook? ¿Qué sucede con los datos que aportamos al registrarnos como usuarios de una tienda online? ¿Cómo evitar un ciberataque a nuestras cuentas bancarias? ¿Es ético que un gobierno vigile y recolecte datos de sus ciudadanos? ¿Pueden suponer los androides un peligro para el ser humano?
Estas son solo algunas de las preguntas que nos asaltan habitualmente como ciudadanos y usuarios de una sociedad como la actual, en la que Internet y la tecnología informática vehiculan nuestro día a día. “Hoy debido al contexto digital en el que vivimos estas cuestiones han de ser abordadas desde la infoética, pero las preguntas siguen teniendo el mismo trasfondo que en la filosofía tradicional. ¿Qué es el ser humano? ¿Qué significa moralmente ser un buen ciudadano o una buena sociedad?” advierte Luciano Floridi, filósofo e investigador senior del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford.
Y si las revoluciones tecnológicas anteriores –como la invención de la imprenta— se tradujeron en significativos cambios sociales –alfabetización 'universal', libertad de acceso a la información, libertad de expresión—, la Sociedad de la Información surgida de la revolución informática e Internet plantean un giro ético en torno a cuestiones como “qué entendemos por privacidad o derecho a la propiedad, identidad personal y cómo queremos presentarnos al resto del mundo –especialmente a través de las redes sociales, quién tiene acceso a qué información. O nuevos conceptos a analizar como el hackeo, la brecha digital…” a los que la ética de la información trata de dar sentido.
Floridi está considerado uno de los máximos referentes a nivel mundial en esta disciplina –la infoética o ética de la información— que confluye entre lo que hace unos años se consideraba ética informática y la filosofía de la información. Una aproximación filosófica actualizada acorde a una nueva realidad propia de la confluencia de la Sociedad de la Información y la democratización de la tecnología que el propio experto ha bautizado como el “onlife” y que se explica en la reciente publicación “The Onlife Manifesto: Being Human on the Hyperconnected Era” como un nuevo espacio donde “la frontera entre lo online y lo offline se ha borrado”.
¿Qué es la infoética y cómo la filosofía puede cambiar el mundo?
“El 99% de la tecnología hoy en día se basa en la información: la compartimos desde nuestros móviles, en las redes sociales, hay agencias y empresas que recogen esa información desde satélites… Por eso ya no podemos hablar sólo de una ética que afecta a los ordenadores sino a la gran cantidad de información que nos rodea”, explica Floridi.
“Lo que hacemos desde esta corriente filosófica es adaptar el lenguaje, identificar los problemas reales que afectan en este momento a la sociedad, ayudando a comprender cómo han cambiado los problemas clásicos que llevan planteando preguntas éticas a lo largo de la historia. Como por ejemplo, pensar en la infoesfera, algo que no habíamos hecho hasta ahora o preocuparnos en pensar qué significa hoy en día poseer algo en contraposición a tener el derecho de uso sobre algo” –no importa saber de quién es un texto que encuentro en Internet mientras pueda acceder y hacer uso de él—.
En el caso de la filosofía de la información, las personas como usuarios directos de la tecnología tenemos un papel de actuación directo. A diario nos enfrentamos, puede que sin ser conscientes de ello, a numerosas situaciones que nos hacen (o deberían) dudar sobre su verdadera ética. “Los ejemplos más habituales son el de la recolección de datos, todos hemos oído hablar de la NSA y Snowden, pero está presente en algo tan sencillo como la información que damos cuando tenemos una cuenta de fidelidad en una tienda o supermercado, las bases de datos a las que tienen acceso los bancos… ”
Desde la infoética la búsqueda de soluciones se asemeja a la de la medicina. “En una primera fase se hace un diagnóstico: hay que analizar qué está mal, cuáles son esos problemas nuevos o replanteados por la llegada de la tecnología y las particularidades del contexto digital. La segunda fase es la del tratamiento o terapia: cómo resolvemos el problema, qué valores queremos ver implementados, qué clase de sociedad queremos construir, cómo contrarrestamos los problemas con otras practicas para que no vuelvan a aparecer, qué clase de educación queremos para que nuestros ciudadanos sean capaces de afrontar esos y otros problemas en el futuro”.
Es decir, se persigue desarrollar un marco teórico que aporte soluciones a problemas y mejore la vida de la gente. “Esto ha sido así desde el día uno de la filosofía”. Pero ese paso del marco teórico a la transformación de la sociedad requiere un tiempo.“Es absurdo preguntarse qué va hacer la filosofía por mí mañana. Hay una serie de pasos lógicos y cronológicos que hay que dar.”
“Esto funciona como el engranaje de un reloj: una rueda mueve a la otra y la otra a la otra; así la filosofía afecta y modifica la cultura, la cultura a su vez implica cambios legislativos y en las expectativas y comportamientos de la gente, y eso se traduce en un escenario colectivo e individual distinto”, argumenta Floridi.
La infoesfera y los habitantes de la Sociedad de la Información
Su último libro “La 4ª revolución: cómo la infosfera está remodelando la realidad humana”, bien podría ser el título de una novela de ciencia ficción al estilo de Aldous Huxley. Sin embargo, en él Floridi no fantasea lo más mínimo. Nos presenta una sociedad muy real, la nuestra, entendida como ese ecosistema global de la sociedad de la información donde se producen las interacciones entre seres vivos acuña el nombre de “infoesfera”.
Un espacio que “cada vez habitamos más” y en el que se produce esa realidad 'onlife donde “el espacio online y el offlineonlineoffline confluyen en tan diversas formas que es ya anacrónico y resulta sin sentido seguir intentando separarlos en nuestras vidas. En el libro se compara a cuando alguien pregunta si cuando el río llega al mar, el agua en esa zona es dulce o salada, pues es las dos cosas. Y ahí es donde nosotros pasamos nuestras vidas, en ese espacio en el que convergen el online y el offline. Quien siga insistiendo en hacerse esa pregunta, es que no está entiendo de qué va esto. Y si no se entiende el problema no se puede encontrar una solución”.
Esta nueva realidad sobre la que reflexiona en su extensa producción bibliográfica –que incluye una tetralogía sobre la Filosofía, la Ética, la Lógica y la Política de la Información— y en particular en en “La 4ª revolución”, describe un nuevo entorno digital, en la infoesfera, que “está cambiando la forma en la que entendemos la realidad y cómo nos percibimos a nosotros mismos, lo que también está modificando cómo interactuamos entre nosotros y qué expectativas tenemos”.
Nuevas realidades, nuevas preguntas, nuevas respuestas
Entre estos nuevos hábitos y patrones de comportamiento parece que desde hace unos años la sociedad viene asumiendo una serie de prácticas y valores que se pueden identificar como propios de la filosofía informática y la cultura web –como es la cultura libre, colaborativa, abierta, compartiendo y autoaprendiendo— que si bien se dieron anteriormente “es cierto que las herramientas que tenemos ahora lo han convertido en uno de los aspectos más característicos y visibles de nuestra cultura”.
En los últimos años, estamos experimentando un conflicto de adaptación de lo que se entiende por ciertos derechos y valores humanos, como por ejemplo, la privacidad o la transparencia en la información digital, y su interpretación en el entorno online. “Cuando hablamos de privacidad, confluyen dos cuestiones: qué es posible y qué está permitido. Es posible monitorizar la vida de una persona 24 horas al día, pero eso no significa que sea legal o ético”, critica.
Otro de los casos que aborda el Director de Investigación del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, es el de las descargas gratuitas en Internet. “No vayamos a pensar que si la gente sigue descargándose material, en cierta manera ilegalmente, es porque la humanidad se haya convertido de repente en inmoral o delictiva. Vivimos en un cultura distinta, en la que casi todo en Internet es gratis. Y no defiendo una cultura del pirateo y descargas libres para todos, pero se ha producido un cambio de mentalidad, y es muy difícil imaginar que navegue por una página de Wikipedia, haga una búsqueda en Google, vea un video en Youtube y de pronto llegue a una página con copyright. Sería como si cuando fuera paseando por una acera llegase a un punto en el que tengo que pagar por seguir caminando”.
Primeros atisbos de cambio: micromovimientos políticos
Los grandes cambios están por llegar, pero está claro que la sociedad está mostrando sus primeros signos de transformación, y en este caso como bien explica Floridi, lo ha hecho desde abajo. Es lo que podríamos denominar una micropolítica surgida del entorno digital y las redes sociales, que están redimensionando el marco político y legislativo actual. Uno de los casos más notorios en el último año es el de Bruselas vs. Facebook que se está debatiendo estos días en el Tribunal de Justicia de la UE.
Este ejemplo, para Floridi, pone de manifiesto los distintos roles de los agentes sociales y políticos en el que los ciudadanos tenemos el derecho a decir a los gobernantes qué cosas necesitan cambiar, y los políticos en el gobierno tienen el poder de cambiarlo. “Esa es la dirección a la que se mueve la e-Democracia en el siglo XXI y es un ejemplo maravilloso que prueba lo que sucede cuando mucha gente se une para mandar un mensaje a los gobernantes”.
Otro ejemplo de ese tipo de iniciativa ciudadana es el relativo al Derecho al olvido en los buscadores de Google, que fue llevado al mismo tribunal europeo gracias al español Mario Costeja, y que sin duda cuestiona el replanteamiento del derecho individual de los usuarios frente al nuevo modelo de libertad de información que se da en Internet. En este sentido, Floridi –que es miembro del Consejo Asesor de Google para el Derecho al Olvido— considera que “el impacto en lo que respecta a la información en sí es prácticamente insignificante”.
Google elimina millones de URLs semanalmente por infracción del Acta de derechos de autor digitales del milenio (a Digital Millennium Copyright Act (DMCA) estadounidense, por lo que “el impacto es más en términos de la construcción de una nueva cultura más que en los casos particulares. Una cultura en la que esperamos tener un mayor control de nuestra información como individuos; y es un cambio extremadamente significativo sobre lo que se considera correcto hacer y lo que se consigue cuando un grupo de gente se empodera y decide qué puede o no puede encontrarse en Internet”.
“Me gustaría ver más control por parte de la sociedad en lo que respecta a los medios de comunicación y los gobiernos, en lugar de este laissez-faire del libre mercado en el que cualquiera puede hacer lo que le dé la gana siempre y cuando sea legal”, denuncia. “Y este es un buen momento en el que la filosofía puede ayudar a la sociedad, en conjunto con los legisladores, los medios de comunicación, la tecnología, para hacer un mundo mejor”, concluye.