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Europa y el sorteo: cómo la gente común puede salvar la democracia

Las democracias más avanzadas del mundo están apostando por abrir nuevas vías que reduzcan el abismo entre la clase política y las instituciones.

Yago Bermejo Abati

Responsable del Laboratorio de Inteligencia Colectiva para la Participación Democrática —

La revuelta de los chalecos amarillos en Francia ha puesto contra las cuerdas al presidente francés. Quienes comenzaron pidiendo la bajada de la tasa de combustible han acabado demandando reformas integrales en el sistema democrático, las cuales impliquen procesos de democracia directa ciudadana. Macron, necesitado de un revulsivo, ha movilizado a su gobierno para activar el mayor proceso participativo que la nación de la fraternidad ha visto nunca. Alrededor de 18 asambleas, compuestas por cien personas sorteadas cada una, serán el eje de diferentes debates en torno a temas esenciales de las políticas de escala nacional, incluido el propio sistema democrático. Unas mil ochocientas personas, la mayoría de las cuales nunca han sido activas políticamente, participará de esta manera en “El gran Debate”.

En el Reino Unido los representantes electos también están en apuros, el Brexit está ofreciendo una imagen lamentable de los parlamentarios los cuales no saben salir del pozo en el que se han metido. El programa estatal “Innovación en democracia”, que comienza este año, reclutará de forma aleatoria a cientos de personas para “pilotar aproximaciones de democracia participativa en las cuales la gente se empodere para deliberar y tomar decisiones que afecten a sus comunidades”. Alemania, aturdida por el auge de la extrema derecha, quiere también explorar la participación sorteada, este año dará comienzo la “Asamblea ciudadana por la reforma democrática” la cual, en palabras del gobierno federal que la está poniendo en marcha, “trabajará propuestas para estudiar de qué forma nuestra democracia representativa puede complementarse con otras formas de participación cívica y democracia directa”.

A estas iniciativas de escala nacional, se suma otra innovación de carácter local: las cámaras permanentes elegidas por sorteo. Este mes acaba de ponerse en marcha el Observatorio de la ciudad de Madrid que se suma al ya existente panel ciudadano de la ciudad de Toronto, además la ciudad polaca de Gdańsk y la región belga de Ostbelgien están estudiando la implementación de iniciativas similares. Las cámaras permanentes suelen tener una rotación de uno o dos años, y son un intento de institucionalización de estas innovadoras prácticas de deliberación y sorteo.

Pero cabe preguntarse, ¿está mi vecina, el panadero de la esquina o mi abuela capacitados para tomar decisiones inteligentes que puedan resolver cuestiones relevantes de la política institucional? Muchos intelectuales llevan oponiéndose al método del sorteo desde hace siglos porque piensan que no. Sus argumentos: la gente corriente no tienen el conocimiento adecuado, se deja llevar por sus instintos primarios, no sabe debatir o argumentar. Pero, ¿no son estos acaso los problemas de nuestra clase política? ¿No usan ellos asesores, recursos y montañas de dinero para intentar tomar decisiones? ¿Y si le diéramos estos recursos a la ciudadanía común?

Esto no va sólo de sortear a gente y ponerla junta en una habitación. En los últimos 30 años se ha venido desarrollando toda una serie de tecnologías deliberativas, primero a nivel teórico en la academia y luego a nivel práctico. Países como Australia, Canadá o Irlanda nos sacan más de 10 años de experiencia en estas prácticas. Lyn Carson, es la directora de investigación de la NewDemocracy Foundation en Australia. Una fundación privada cuyo objetivo es que ciudadanos sorteados puedan hacer recomendaciones y tomar decisiones de alto nivel político. Sus investigaciones, siempre desde un punto de vista práctico, cubren técnicas y metodologías basadas en la facilitación de grupos, el manejo de información neutral, pensamiento crítico, sesgos cognitivos y toma de decisiones por amplia mayoría. En base a más de diez años de experiencia en procesos reales con diferentes gobiernos Lyn afirma: “con acceso a información suficiente y tiempo para interrogar esa información, así como para explorar juntos los puntos en común, los ciudadanos seleccionados al azar han demostrado que son muy buenos pensadores críticos. Cuando forman parte de un grupo diverso, pueden, juntos, explorar alternativas, hacer concesiones y tomar excelentes decisiones colectivas”. Es decir, no sólo lo pueden hacer igual de bien que los políticos electos, sino que además tienen mayor capacidad de acuerdo. El diálogo con el diferente permite empatizar de una manera más profunda y por lo tanto realizar concesiones respecto a su visión inicial. El proceso deliberativo además aporta información, argumentos, hechos que normalmente están ausentes en los parlamentos. El partido político intenta siempre prevalecer, ganar la opinión pública, preparar el terreno para las siguientes elecciones y los debates de sus miembros no buscan profundizar en el conocimiento de un tema para llegar a un terreno común en el que tomar decisiones con amplias mayorías.

Las democracias más avanzadas del mundo están apostando por abrir nuevas vías que reduzcan el abismo entre la clase política y las instituciones. Que demuestre que puede haber una deliberación ciudadana, más allá del golpeteo de los medios y las redes por ganar la opinión pública. El sorteo deliberativo se muestra como un recurso fundamental en la lucha contra la desinformación y el populismo mediático. Una nueva democracia basada en la búsqueda de conocimiento y el acuerdo sin la presión de los ciclos electorales y que pone a la ciudadanía corriente en el centro del tablero. Iniciativas institucionales como el Observatorio de la Ciudad de Madrid o plataformas civiles como Democracia por sorteo arrancan estos días para ayudar a extender estas prácticas democráticas en el mundo de habla hispana.

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