Paseando tranquilamente en patinete, Farah Abualqumsan llama la atención de los transeúntes en las calles de la franja de Gaza. La escena, no muy común de ver en la zona, sorprende a quienes la miran y, mientras, entre murmullos, la joven de 15 años susurra: “¿Y si supieran que también hago kick boxing?”.
Desde que comenzó en el mundo del boxeo, a la edad de nueve años, Farah encuentra en las artes marciales una salida a las presiones de la vida diaria y una forma de defenderse. Gracias a este deporte consigue canalizar el estrés que supone vivir en una zona donde las ofensivas militares israelíes sacuden a la población constantemente, la última el pasado mes de mayo que se cobró la vida de varios niños y niñas.
En la sociedad patriarcal de Gaza es poco común escuchar a una chica como Farah. La desigualdad y las diferentes formas de violencia contra las mujeres se manifiestan en cualquier sociedad, pero en la gazatí sufren una doble opresión: la ocupación israelí en Cisjordania y Gaza, y la sociedad patriarcal en la que viven limitan sus derechos y sus oportunidades a todos los niveles y las exponen a muchos tipos de violencia.
Desde que el primer club de boxeo femenino abriera sus puertas, hace ya 6 años, son muchas las que como Farah encuentran en este deporte una pasión tradicionalmente atribuida a los hombres. Al principio, solo dos niñas se unieron al club tras leer un anuncio de Facebook. Pero el aumento exponencial del interés de las jóvenes ha llevado a los propietarios a traspasar el garaje donde comenzaron el proyecto al edificio actual en el que imparten las clases. Ahora, medios internacionales y locales se ven atraídos por el club y le dan visibilidad.
Farah fue una de las primeras alumnas: “Un día estaba hablando con un amigo de la escuela y me contó que hacía boxeo”. Actualmente son 40 las niñas que entrenan en el establecimiento que cuenta con un estadio y un equipo de competición. Las mujeres reciben capacitación sobre las reglas y normas internacionales a pesar de que muchas de ellas lo toman como un pasatiempo. Pero Farah tiene las cosas muy claras y desea llevar su pasión más allá: “Quiero representar a Palestina en juegos internacionales de boxeo para mujeres. Muchas personas me dijeron que aprendiera algo que podría beneficiarme como niña, pero yo quería boxear”.
Las críticas, lejos de hacerle dudar, le dieron más impulso. Su padre, amante de los deportes de contacto, y su madre allanaron su camino. La joven se ha convertido en un modelo a seguir para sus hermanos y hermanas mayores.
“Solía tener una personalidad tímida y un cuerpo débil”, comenta Farah, que desde que practica boxeo su autoestima ha cambiado y ahora goza de una confianza en sí misma que le otorga la seguridad para volver a casa sola. El deporte le ha ayudado a sentirse más fuerte física y emocionalmente.
Además, es amante de las competiciones que le ponen a prueba y miden su progreso: “No solo gano a las niñas de mi edad, sino también a mujeres mayores que yo”, afirma y confiesa que Mohammad Ali Kli y Mike Tayson son sus referentes.
Se suele dibujar una imagen de las mujeres palestinas como víctimas, sumisas, madres, esposas y en general como personas carentes de poder. Pero la realidad dista mucho de estos estereotipos. Las mujeres de Palestina son sujetos activos de cambio, transmiten conocimiento y cultura, crean movimientos, alianzas y redes. Mantienen a sus familias y trabajan para tener presencia en cualquier sector de la sociedad en el que viven. Son agricultoras, ingenieras, abogadas, artistas o boxeadoras. Como Farah.
