El futuro de la movilidad sostenible viaja en tren
El Acuerdo de París de 2015 puso de manifiesto la preocupación ante el cambio climático y, muy particularmente, frente al creciente calentamiento global. En un principio, el texto que firmaron 195 países planteaba la necesidad de superar la quema de combustibles fósiles para 2050, lo que hubiera implicado el abandono de la explotación del 82% de las reservas de carbón, el 40% de las de gas y el 33% de las de petróleo. Sin embargo, los países con grandes explotaciones petroleras evitaron el acuerdo unánime en este punto.
En cualquier caso, el documento final sí se compromete a tomar todas las medidas necesarias para mantener el aumento de la temperatura media mundial a final de siglo por debajo de 2°C sobre los niveles preindustriales.
Cambios sustanciales en el transporte
Entre los aspectos fundamentales para conseguir un control del calentamiento global se encuentra un cambio sustancial en el transporte de las personas y mercancías hacia modos más eficientes, así como hacer un mejor uso de los modos de movilidad, reduciendo el consumo de energía final y las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) en el sector, que es el responsable, por ejemplo, del 40% del consumo energético en España.
Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, siglas en inglés) y de la Unión Internacional del Ferrocarril (UIC), el transporte es responsable del 23% de los gases de efecto invernadero (GEI) por consumo de combustible y se espera que la demanda de movilidad mundial de viajeros y mercancías se duplique entre 2010 y 2050, como consecuencia de la globalización económica y la pujanza de los mercados.
Mientras que el 8% del transporte mundial se hace por ferrocarril, el volumen del GEI que genera es del 3,5% porque las emisiones de CO2 del ferrocarril son sustancialmente menores que las de otros modos de transporte como el coche o el avión. Las emisiones de CO2 específicas del ferrocarril se han reducido un 63% en el caso de viajeros y un 48% en el caso de mercancías entre 1975 y 2013.
Así pues, el ferrocarril es uno de los elementos centrales para una economía baja en carbono y el impacto de los servicios de alta velocidad en España durante los primeros 25 años lo pone de manifiesto.
El Tren de Alta Velocidad, el menos contaminante
Ya en 2010, un estudio de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles publicado en la revista Transportation Research Record confirmaba que los trenes de alta velocidad consumen de media y por pasajero transportado un 29% menos de energía que los trenes convencionales, además de reducir las emisiones de CO2 en la misma proporción.
Por otra parte, el estudio señalaba que El AVE evita la emisión de 3 kg de CO2 por pasajero en relación a otros trenes, pero si se examina en conjunto lo que deja de emitir un viajero que no usa el coche ni el avión esa cifra se eleva hasta los 31 kg de CO2, una cantidad de gas que ya no llega a la atmósfera.
Asimismo, según distintos estudios comparativos, la actividad de transporte de Renfe en los servicios de alta velocidad entre 1992 y 2016, tanto de larga distancia como de media distancia (346 millones de viajeros), han permitido un ahorro para la sociedad estimado en 4.286 millones de euros si se evalúa en términos económicos el impacto sobre el cambio climático, la contaminación y la tasa de accidentes que habría comportado realizar el transporte por otros medios.
Este supuesto además habría conducido a un aumento de las emisiones de CO2 por transporte en España de más de 12,9 millones de toneladas y un incremento en el consumo energético de más de 2,6 millones de toneladas equivalentes de petróleo.
El objetivo: un transporte ferroviario de cero emisiones
El 89% del volumen de transporte de viajeros y mercancías de Renfe se desarrolla por redes electrificadas y está, por tanto, parcialmente descarbonizado en base al actual mix eléctrico (53% sin emisiones y 33% renovables). La empresa ya ha reducido su huella de carbono un 56% desde 1990 (año base del Protocolo de Kioto) hasta situarse en 24,2 gr de CO2 por unidad transportada y mantiene activa una estrategia de sostenibilidad y eficiencia energética que incluye un nuevo acuerdo con Adif para profundizar en varias áreas propias del sistema ferroviario, mejora de prácticas de consumo y ahorro de energía o proyectos de innovación para analizar la tracción mediante gas natural licuado o pilas de hidrógeno como potenciales sustitutos del combustible fósil.
Comparada con 1990, la intensidad energética del sector ferroviario (energía final consumida por unidad transportada) ha decrecido un 33% en todo el mundo. Más de un tercio de la energía utilizada en los ferrocarriles es eléctrica y un cuarto de las líneas están electrificadas a nivel mundial. Son datos esperanzadores y que invitan a seguir trabajando por una movilidad sostenible que, a buen seguro, viajará en tren.