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Aquí nació Machado: recorriendo el palacio de Las Dueñas a través de la mirada del poeta

El poeta Antonio Machado nació en el palacio de Las Dueñas.

Sara Rojas

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La infancia de Antonio Machado (1875) se resume en “recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero”. Esta estampa, que él mismo inmortalizó en el poema Retrato de su obra cumbre Campos de Castilla (1912), se puede recrear a día de hoy si se visita el lugar que lo vio nacer: el palacio de Las Dueñas, en el corazón de Sevilla.

Este conjunto palaciego, construido entre los siglos XV y XVI a petición de la familia de los Pineda, señores de Casa Bermeja, pasó a manos de la Casa de Alba en 1612, cuando el VI duque de Alba (Fernando Álvarez de Toledo) se casó con Antonia Enríquez de Ribera, quien había heredado el palacio que su abuela compró para el padre de Antonia cuando los Pineda lo pusieron en venta por una cuestión de necesidad económica.

En sus dependencias se han hospedado ilustres personalidades históricas como la emperatriz Eugenia de Montijo o el rey Alfonso XIII, y hasta el día de su muerte, fue también la residencia sevillana de la XVIII duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart. Sin embargo, los lazos que unen al literato sevillano a los jardines y huertos de Las Dueñas nada tienen que ver con títulos nobiliarios ni responsabilidades políticas.

Fuente de inspiración y de recuerdos

Durante el siglo XIX, el palacio fue víctima del abandono y quedó reconvertido en casa de vecinos. Entre sus inquilinos figuraban Antonio Machado Álvarez y Ana Ruiz Hernández, administradores de la finca y progenitores de uno de los escritores más importantes de la literatura española. Así pues, en una de las viviendas de alquiler del palacio de Las Dueñas nació Antonio Cipriano José María Machado Ruiz la madrugada del 26 de julio de 1875, once meses después de que lo hiciera su hermano Manuel, también poeta y dramaturgo.

Aquí creció, jugó y “conoció la luz, el huerto claro, la fuente y el limonero” que inspiraron tiempo después la obra de esta figura emblemática de la Generación del 98, como consta en uno de los azulejos conmemorativos que decoran las paredes del majestuoso edificio. De hecho, merced a los conocidos versos que Machado le dedicó al lugar en el que pasó su infancia, el jardín de los limoneros es en la actualidad uno de los espacios más afamados del palacio de Las Dueñas.

En una de las viviendas de alquiler del palacio de Las Dueñas nació Antonio Cipriano José María Machado Ruiz la madrugada del 26 de julio de 1875

Precisamente, esta ha sido la primera parada de la visita teatralizada que se ha llevado a cabo con motivo del 138 aniversario de su nacimiento, bajo la producción de Engranajes Culturales. Con esta actividad, que se desarrolla habitualmente los meses de menos calor guiada por un actor que encarna al propio Antonio Machado, los asistentes se han acercado a este enclave rebosante de historia, patrimonio y notas culturales, donde el insigne poeta pasó sus primeros ocho años de vida.

A pesar de su corta estancia en Las Dueñas, las vivencias que allí compartió el joven Machado junto a su familia lo acompañaron a lo largo de todo su “periplo vital”, reconstruido también durante la visita por boca del protagonista. De esta forma, los visitantes han podido constatar que si bien la personalidad del poeta encajaba con la “esencia castellana” que descubrió en Soria, el recuerdo del sur asociado a su infancia en Sevilla alumbró partes de su producción literaria más luminosa, según evidencian los versos anteriormente citados (escritos durante su etapa en Soria), así como los que se recogen en su poemario Nuevas canciones, escrito doce años después: “Es esta luz de Sevilla... Es el palacio donde nací, con su rumor de fuente”.

Joyas artísticas entre curiosidades personales

Además de los jardines evocados en los poemas de Machado, el palacio destaca por contar con dos patios y con diferentes estancias que atesoran joyas pictóricas de célebres autores españoles como Joaquín Sorolla. El espacio se articula en torno a un patio principal, paradigma del típico patio andaluz (por su disposición y azulejería). En él conviven el estilo gótico, mudéjar y, sobre todo, renacentista, apreciable en la simetría de sus columnas de mármol blanco.

Desde este patio central se puede acceder a la capilla (muestra de los rescoldos góticos del palacio y del sentimiento cofrade que caracterizaba a Cayetana Fitz-James Stuart), a la biblioteca y al tablao, donde se conservan algunas de las pertenencias más personales de la duquesa de Alba, como sus trajes de flamenca. Tanto es así que asomarse a esta sala permite descifrar los gustos y aficiones de la que fue una de las principales residentes nobiliarias del palacio de Las Dueñas, dada su predilección por el folclore andaluz. Pasión que compartía con el padre de Antonio Machado (que llegó a ser reconocido internacionalmente como folclorista con el sobrenombre Demófilo), y que el propio representante de la Generación del 98 heredó y volcó en algunas de las etapas de su producción poética.

Retazos de historia

De esta forma, recorrer los diferentes salones del palacio de Las Dueñas se antoja una oportunidad única para contemplar obras de arte firmadas por artistas como Juan Miguel Sánchez, Gustavo Bacarisas o Carmen Laffón.

Los lazos que unen al literato sevillano a los jardines y huertos de Las Dueñas nada tienen que ver con títulos nobiliarios ni responsabilidades políticas

Otro de los tesoros que encierra este palacio sevillano es el tapiz Mercurio enamorado de Herse, de Willem de Pannemaker, que data del siglo XVI y está considerado por los expertos en arte como uno de los diez mejores que se conservan en todo el planeta.

Concretamente, esta monumental pieza —de casi ocho metros de largo y realizada con hilos de oro y plata— preside el salón de la Gitana, el “favorito” de Antonio Machado, según se destaca durante el recorrido, ya que en él se celebraban las fiestas de palacio en la que se daban cita grandes personalidades de la aristocracia de la época, como Alfonso XIII o Eugenia de Montijo, retratada también junto a la escalera que da acceso a las dependencias privadas de los duques de Alba y, por tanto, cerrada al público.

El recorrido museográfico lo completan el salón de los carteles (donde se puede apreciar el gusto por la tauromaquia de la XVIII duquesa de Alba, toda vez que guardaba como reliquias el traje de luces de Curro Romero, un capote de Morante de la Puebla y otro de Manzanares hijo, entre cartelería de fiestas taurinas), así como el patio del aceite, de enorme valor porque en su centro se encuentra todavía hoy una fuente original de cuando se erigió el palacio en el siglo XV y en sus paredes se aprecian restos de la pintura policromada que decoraba el palacio en la misma fecha.

Todos estos elementos convierten al palacio de Las Dueñas en uno de los conjuntos patrimoniales más singulares de la ciudad, cuya luz, patios y limoneros forman parte ya no solo del patrimonio de Sevilla, sino de la literatura, gracias a la mirada y a los recuerdos de uno de sus poetas más aclamados.

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