Une dos islas, es de gran valor histórico y es considerado uno de los puentes más bellos de Italia

Imprescindible vía de comunicación, este puente fue construido en piedra durante el reinado de Umberto I de Saboya

Alberto Gómez

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Siracusa, bañada por el mar Jónico, es conocida como uno de los grandes alicientes para todos aquellos que tienen la suerte de viajar, descubrir y saborear Sicilia, pues fue una de las ciudades más hermosas de la antigua Magna Grecia. Esta ciudad milenaria hunde sus raíces en un pasado remoto y, entre los siglos V y III a. C., se consolidó como la urbe más poderosa del Mediterráneo, superando a Atenas y a la propia Corinto. En 2005, Siracusa y su centro histórico fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El corazón antiguo de Siracusa, eso sí, reside en la isla de Ortigia, un pequeño islote, conocido como U’Scogghiu (la roca), que aloja el centro histórico de la localidad. Ortigia es un oasis de belleza atemporal donde la historia se entrelaza con la vida cotidiana y sus calles históricas crean una atmósfera única y acogedora. 

Pero para acceder a esta península histórica, lo que une literalmente Siracusa y Ortigia, no es un puente al uso que solo une dos islas, sino que se trata de toda una infraestructura vital, el puente Umbertino, imprescindible vía de comunicación y, por muchos motivos, considerado uno de los puentes más bellos de toda nuestra vecina Italia. Fue construido en piedra durante el reinado de Umberto I de Saboya, y asegura buenas vistas tanto de la costa como del barrio más antiguo de Siracusa. La estructura debe su nombre a Humberto I, quien era el gobernante del Reino de Italia durante el periodo de su construcción. Su edificación se llevó a cabo en una época significativa para la ciudad, coincidiendo con la demolición de las fortificaciones españolas que existían previamente en la zona.

Un elemento fascinante de su ingeniería es la base sobre la que reposa el puente, ya que constituye el único elemento superviviente de los bastiones españoles que defendían Ortigia. El puente Umbertino se asienta sobre esta isla artificial, un vestigio de la antigua defensa de la ciudad. Arquitectónicamente, la obra ostenta un carácter de notable valor, caracterizado por su composición de piedra. El diseño incluye imponentes pilares de piedra blanca que flanquean las arcadas del puente. Estos pilares se encuentran coronados por elegantes balaustradas de estilo neoclásico, las cuales están intercaladas con pantallas de lámparas de hierro forjado que confieren un toque clásico a la estructura.

Además de su historia y su función estructural, el puente Umbertino posee un profundo significado dentro de las tradiciones de Siracusa

Desde el punto de vista vial, el puente actúa como la prolongación natural de una importante arteria de la ciudad, denominada U Rettifilu o Corso Umberto. Este eje recto facilita la conexión de Ortigia con los barrios decimonónicos de la ciudad y enlaza directamente con áreas clave como el Foro de Siracusa y el Mercado de Ortigia. Pero, más allá de su función estructural, el puente Umbertino posee un profundo significado dentro de las tradiciones de Siracusa, siendo un lugar importante en la festividad de Santa Lucía. Desempeña un papel clave durante la procesión de la Octava, convirtiéndose en un punto de parada y encuentro para los fieles.

Este punto de congregación marca una de las etapas más emocionantes antes de que el simulacro de la Santa Patrona reanude su recorrido para entrar en la Catedral. En el puente se puede presenciar el tradicional espectáculo pirotécnico que acompaña el paso de Santa Lucía, ofreciendo un saludo a la santa recién llegada. Como puerta de entrada a la isla de Ortigia, el mítico puente Umbertino encapsula la rica narrativa de Siracusa. Con su valor histórico, su arquitectura distinguida y su rol esencial en las tradiciones religiosas y urbanas, el puente permanece como un símbolo perdurable que une el esplendor de la antigua y preciosa ciudad griega con la vida dinámica y colorida de la Siracusa más actual pero que sigue siendo, en definitiva, un destino de los que no se olvidan fácilmente.

Legado arqueológico

De hecho, otros lugares recomendables para visitar en la propia Siracusa son la meseta de Epípolas, ubicada en el barrio de Belvedere, desde donde se aprecian los restos del castillo Euríalo. Esta fortaleza, construida a principios del siglo IV a. C. por Dionisio I el Viejo, se destaca como una joya de la ingeniería militar de la época, con un sistema defensivo que incluye fosos y vistas panorámicas espectaculares. Al descender, se accede al Parque Arqueológico de Neapolis, que alberga la mayor concentración de monumentos clásicos de las épocas griega y romana. Entre ellos, el impresionante teatro griego, excavado en la roca de la colina Temenita y orientado hacia el mar. Además, en esta zona se encuentran también las antiguas canteras, como la del Paradiso, donde está la cueva artificial conocida como la Oreja de Dionisio, famosa por su extraordinario efecto acústico.

Un agradecido viajero también agradecerá entrar en el Museo Arqueológico Regional Paolo Orsi, uno de los más importantes de Europa, que exhibe más de 18.000 piezas que abarcan desde la prehistoria hasta la época paleocristiana. Entre las exposiciones más destacadas se encuentran los hallazgos de la cultura de Castelluccio, importantes esculturas arcaicas y la espléndida Venus Anadiomene o Venus Landolina, una copia romana de un original griego. Y ya en Ortigia, una bez cruzado el puente, uno puede deleitarse con lugares clave que explican los orígenes de la ciudad, como el templo de Apolo y la fuente de Aretusa. Esta fuente, estratégicamente situada en el paseo marítimo, ofrece una posición ideal para presenciar una de las puestas de sol más encantadoras frente al Mediterráneo, lo que puede redondear una cansada pero provechosa jornada visitando una de las zonas más interesantes de toda la inconmensurable isla de Sicilia.

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