La Venecia que bulle tras la marabunta turística: una ruta arquitectónica por la ciudad de los canales

Guía arquitectónica de Venecia.

Albert Nogueras Tarrero

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Venecia sigue recibiendo día tras día una cantidad ingente de turistas que confirma su definitiva disneylandización. Actualmente, por cada habitante hay un promedio de hasta 600 visitantes, unos 30 millones anuales por apenas 50.000 residentes, cifra que además no para de reducirse año tras año. Adentrarse en la Plaza de San Marcos, el lugar más emblemático de la ciudad, o simplemente pasear por las callejuelas y los canales que le rodean es una experiencia multitudinaria similar a la de transitar entre los espectadores de un gran concierto o caminar por los aledaños de un estadio de fútbol antes de un partido importante de Champions.

Partiendo del muelle de vaporettos de San Marco-San Zaccaria, cruzando por el Puente de la Paglia, desde donde se ve el Puente de los Suspiros de fondo, caminando entre las fachadas majestuosas del Palacio Ducal y la Biblioteca Marciana hasta llegar al Campanile, justo enfrente del acceso principal a la Basílica de San Marcos, hay unos escasos 300 metros que pueden suponer una distancia suficiente para perder la fe en la humanidad y confirmar tal y como decía Fredric Jameson que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

A lo largo de este corto trayecto, que se acaba recorriendo tranquilamente en unos diez minutos, es posible toparse con varios millares de transeúntes de más de un centenar de nacionalidades distintas, ver en una misma panorámica uno de los paisajes arquitectónicos más prodigiosos del planeta en contraste con la venta de los souvenirs más espantosos, oír el traqueteo de decenas de maletas arrastradas, esquivar el aleteo de una paloma que intentan posarte en el hombro para que te fotografíes con ella o resistir la tentación de tomar asiento en una terraza con músicos en directo donde por el precio de una buena cena pueden cobrarte un café… Algo similar ocurre cuando se pasea resiguiendo el Gran Canal o cuando se intenta atravesar el puente de Rialto.

El destino fatal de Venecia parece evidente. Con la democratización de los viajes, a través de los vuelos baratos y la proliferación de los cruceros, la Serenísima está colmada de guiris que no quieren perder la oportunidad de comprobar fehacientemente que lo que pintaron Canaletto, Tiziano o Turner efectivamente aún existe. La belleza stendhaliana de Venecia no parece que pueda ignorarse con la aplicación de ningún tipo de tasa turística y, por ello, visitarla seguirá siendo una actividad de masas donde los turistas no solo expulsaremos a los locales, sino que acabaremos por boicotearnos mutuamente el viaje. Para evitar esto último, es posible efectuar distintas visitas por lugares y edificios de grandísimo interés de la ciudad que están menos concurridos y que pueden suponer un paliativo temporal de misantropía y una experiencia arquitectónica altamente satisfactoria. Estas son algunas recomendaciones:

Fundación Querini Stampalia

Se trata de una institución cultural fundada a finales del siglo XIX por una importante familia veneciana que se encuentra situada en Sestiere Castello, 5252. Pese a que alberga colecciones históricas, obras de grandes artistas locales y de toda Italia, una biblioteca de cuatrocientos mil volúmenes y salas con frescos y mobiliario de época, su contenido museístico no es uno de los grandes referentes turísticos de la ciudad. Sin embargo, su mayor atractivo reside en visitar la obra de restauración que ejecutó Carlo Scarpa entre 1961 y 1963. Scarpa, veneciano de nacimiento, es probablemente el arquitecto más refinado y sofisticado de la arquitectura italiana de mitades del siglo XX, y como se podrá comprobar a continuación, su talento está esparcido por distintos puntos de Venecia.

En la Fundación Querini Stampalia, su intervención consistió en rehabilitar la planta baja y el patio del palacio que data del siglo XVI. Debido a su proximidad con el canal y al asentamiento de sus cimentaciones, la planta baja había quedado inutilizable después de múltiples inundaciones. La propuesta de Scarpa recupera la planta a nivel de la calle con un nuevo acceso mediante un puente y una sucesión de plataformas elevadas que resuelven el problema del agua.

Entre mármoles, piedras con diferentes tratamientos, escalones, vidrio y elementos metálicos con geometrías que solo podría firmar este genial arquitecto, el espacio interior se desarrolla a través de una asombrosa armonía de volúmenes yuxtapuestos iluminados por una tenue entrada de luz natural y por el recorrido del agua que atraviesa la reja de una puerta y se canaliza para volver a ser expulsada al exterior. El problema principal se convierte en virtud y la parte baja de la fachada del Palacio deviene un elemento poético en continuo movimiento con una música particular.

A medida que se transcurre por el interior de la planta baja, que resulta en sí misma una especie de escultura habitable, se llega a un jardín trasero. Reordenado de nuevo por Scarpa, hallamos un remanso de paz entre árboles, muros a diferentes alturas y bancos; además de una fuente con una lámina de agua que vuelve a ser el motivo central que estructura el espacio. Sin duda, un lugar muy aconsejable donde recuperar fuerzas y aislarse durante un rato de la cità affolata.

Basílica de San Giorgio Maggiore 

Esta imponente iglesia católica es una de las obras más destacadas del arquitecto de Vicenza Andrea Palladio. Situada en la diminuta isla de San Giorgio Maggiore, al sur de la laguna, esta joya del cinquecento finalizada en el año 1610 forma parte del conjunto homónimo del Monasterio. La fachada, característica por su presencia luminosa a base de piedra blanca de Istria, se erige frontal a San Marcos y desde su escalinata se puede contemplar una de las mejores panorámicas de Venecia. Se compone de cuatro grandes columnas elevadas sobre plintos que se rematan con un entablamento y un tímpano clásico. San Giorgio Maggiore es una de las arquitecturas religiosas más extraordinarias del Renacimiento debido al talento que desplegó Palladio para casar, con una simplicidad de formas y proporciones asombrosa, una doble fachada inspirada en los templos clásicos con la estructura habitual posterior de tres naves de iglesia cristiana.

El interior, que se puede visitar de forma gratuita, resalta por su sencillez de formas y la austeridad de su ornamentación. La planta de cruz latina se corona con una gran cúpula circular que baña de luz los mármoles claros del piso y los arcos con pilastras de piedra blanca que separan las naves. San Giorgio Maggiore contiene también una colección artística de primer orden con obras de Jacopo Bassano, Sebastiano Ricci, Vittore Carpaccio y las últimas obras del célebre Tintoretto como La Última Cena o La Deposición, ambas pintadas entre 1592 y 1594.

Para contemplar con mayor detenimiento y con cierta distancia la escenografía arquitectónica de la principal isla de Venecia, se aconseja subir al Campanile que respalda la Basílica.

Capillas del Vaticano

Sin abandonar la isla de San Giorgio Maggiore, tras la Basílica de Palladio, se halla un pequeño bosque frondoso que muere al borde de la laguna como si se tratara de una plantación flotante. En 2018, con motivo de la 16ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, se llevó a cabo la construcción de diez capillas diseñadas por distintos arquitectos de prestigio internacional en representación de la Santa Sede. Acogido por la Fundación Giorgio Cini, la ubicación de las capillas se determinó después de un estudio minucioso de los árboles existentes y de los recorridos a lo largo del parque. El resultado es una exhibición de arquitecturas delicadísimas depositadas con mimo en un paraje idílico. Entre el desorden de los troncos y bajo la luz del sol filtrada por las copas de pinos, plátanos o cipreses, descubrimos las capillas que propusieron primeras espadas de la arquitectura como el portugués Soto de Moura, el británico Norman Foster, el chileno Smiljan Radic, los daneses MAP Architects o los barceloneses Flores i Prats.

Cada pabellón interpreta la religiosidad a su manera y se sirve de pequeñas construcciones que en algunos casos están techadas y permiten cobijarse mientras que otras se componen de elementos abstractos más cercanos al mundo de la escultura. No obstante, las 10 Capillas invitan con éxito a dialogar con los espacios que generan, ya sea habitándolas durante unos minutos, sorteando sus elementos estructurales o jugando con el equilibrio de algunas de las piezas que las compone. Al fin y al cabo, un refugio donde detenerse y gozar de un momento de introspección entre el verde y el azul de fondo, la arquitectura y el silencio.  

Pabellones de los jardines de la Bienal

La Bienal de Venecia es uno de los eventos artísticos más importantes del panorama internacional y se centra en varias disciplinas relacionadas con el arte contemporáneo como la danza, la arquitectura, el cine, el teatro o la música. Dividido en diversos Festivales que abarcan cada una de estas modalidades, se estructura en años alternos con la Muestra Internacional de Arquitectura y la Muestra Internacional de Arte, situando su contenido y actividades principales en los pabellones nacionales de los famosos Giardini della Biennale, en el extremo este de la isla.

La construcción de los primeros pabellones data de 1907, cuando la Bienal decidió ampliar su espacio expositivo más allá del Palazzo dell’Esposizione. Países como Bélgica, Hungría o Reino Unido fueron de los primeros en materializar su pabellón mientras que España no lo hizo hasta 1922 y Dinamarca o Suiza hasta 1932. La última incorporación de varios pabellones nuevos se efectuó entre los años 50 y 60 y contó con países como Finlandia, Japón o Brasil. Los más antiguos fueron remodelados a lo largo de los años y la mayoría cambió significativamente su fisonomía adaptándose a las corrientes estéticas del momento.

Aunque las Bienales comprenden un período de tiempo aproximado de siete meses, que suele situarse entre abril y noviembre, los pabellones pueden visitarse todo el año. De nuevo nos encontramos ante una selección de arquitecturas con una escala próxima a la de una vivienda unifamiliar, aunque con una lógica interna y programática del todo diferente, que cuentan con la autoría de arquitectos de renombre. Entre ellos destaca el Pabellón de Finlandia (1956), de su héroe nacional Alvar Aalto; el de Austria (1934), del modernista Joseph Hoffmann; el de Suiza (1952), de Bruno Giacometti; el de Japón (1955), de Takamasa Yoshizaka, o el de Corea (1994), de Seok Chul Kim y Franco Mancuso.

Probablemente, el más reconocido y exuberante de toda la muestra es el pabellón nórdico (1958-1962), del arquitecto noruego Sverre Fehn, con su cubierta de delgadas costillas de hormigón atravesadas por los troncos de los árboles que nacen en su espacio interior y desdibujan los límites entre la arquitectura y la naturaleza de los jardines. También cabe destacar el pabellón Book Ship (1991), de los postmodernos James Stirling y Michael Wilford, y las taquillas de billetes de Carlo Scarpa, autor también del Pabellón de Venezuela.

Procuratie Vecchie en Plaza de San Marcos

El flamante Premio Pritzker de 2023, el británico David Chipperfield, ha finalizado recientemente la rehabilitación de las históricas Procuradurías (donde vivían y trabajaban los procuradores de la antigua República de Venecia), que delimitan la plaza más famosa del mundo. Se trata de las tres fachadas larguísimas que repiten su composición clásica a base de arcos y de una planta baja permeable porticada. La intervención de Chipperfield se concentra en un segmento que corresponde al edificio propiedad de la aseguradora Generali, que ha ubicado en este emplazamiento privilegiado la sede de su ONG.

El trabajo realizado por el arquitecto inglés se distingue por la gran sensibilidad y respeto con el patrimonio existente, signos habituales de su obra que le han llevado a ser considerado un maestro en proyectos que requieren intervenir, con pulso de cirujano, arquitecturas históricas. Igual que hizo en 1998 en el Cementerio de San Michele, en una pequeña isla al norte de Venecia, Chipperfield actúa a partir de la reordenación, la entrada de luz natural, la recuperación de elementos y técnicas originales y la combinación serena de nuevos materiales para proponer un nuevo espacio totalmente diferente al anterior sin que parezca que su lápiz ha pasado por allí. La visita transcurre por salas diáfanas y luminosas, con un nuevo núcleo de escaleras que conecta con la cubierta, desde donde se puede divisar a vista de pájaro el perímetro completo de la plaza, las cúpulas de estilo bizantino de la Basílica o la preponderancia del Campanile frente a la Torre dell'Orologio.

Sala de Exposición de Olivetti por Carlo Scarpa

A escasos metros del acceso a los Procuratie Vecchie de Chipperfield, se encuentra otra maravilla arquitectónica que constituye posiblemente uno de los diseños interiores más importantes del siglo XX. Firmado de nuevo por Carlo Scarpa, el expositor de máquinas de escribir de la marca Olivetti fue una obra que se finalizó entre 1957 y 1958 y que actualmente es un hito de la arquitectura que merece una visita como si tratara de un museo en sí mismo.

En una de las plantas bajas de los porches de las Procuradorías, Scarpa propuso un escaparate totalmente vidriado que permite la entrada de luz natural al interior. El acceso principal se efectúa a través de una puerta de bronce patinado mientras que, en el lateral de una callejuela, se encuentra otro acceso secundario que se compone por un collage pétreo de distintas geometrías y texturas que se practican y se encajan entre sí. El interior lo preside en un primer plano la escultura dorada del Nudo al Sole de Alberto Viani, de 1956, sobre un zócalo de mármol negro belga y posteriormente una escalera de mármol blanco de Aurisina que, pese a su pesadez, flota y desliza sus peldaños en distintas direcciones para generar una tensión frágil con las paredes estucadas, el techo de madera o el famoso pavimento a base de tachuelas de mármol rojo y blanco.

El imaginario material y geométrico de Scarpa impregna hasta el último centímetro cuadrado del local y no hay un solo rincón, por irrelevante que sea, donde no se aprecie un diseño ex profeso y único de este arquitecto inimitable. Observar elementos como los interruptores, las patas de los radiadores, las varillas metálicas que sostienen algunas placas de mármol, el remate de las barandillas, el aplacado de los pilares, las mesitas sobre las que se exponen las Olivetti o la disposición de la luz artificial, es adentrarse en la virguería, la complejidad y la elegancia de la arquitectura de estilo atemporal de Scarpa.

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