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Ciudadanos y ERC intercambian sus papeles

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, durante el pleno del Congreso este miércoles donde se autorizará otra prórroga del estado de alarma solicitada por el Gobierno

José Miguel Contreras

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La decisión de Ciudadanos de apoyar el mantenimiento del estado de alarma, separándose de su habitual coincidencia con el PP y Vox, puede abrir un cambio trascendental en el escenario político español. Entre la evolución del coronavirus y el irresistible ascenso al estrellato del show Ayuso, no se le ha prestado en los medios la suficiente importancia que el asunto merece. La explicación quizá tenga que ver con que a nadie le interesa aún que este cambio de estrategia de Inés Arrimadas se amplifique en exceso. En unos días, puede ser el tema principal del debate político español.

Para Ciudadanos, ha sido un paso muy significativo y ahora están midiendo el impacto del movimiento. Las encuestas previas eran indiscutibles. Según el Instituto Invymark para Lasexta, el 82,6% de los votantes del partido respaldaban la idea de continuar con el estado de alarma. Solamente un 13% manifestaba lo contrario. El PP cometió un monumental disparate al refugiarse en el escondite de la abstención para no hacer frente a su palmaria contradicción de situar un ánimo destructivo contra el Gobierno por delante de la salud de los españoles. El paso adelante dado por Ciudadanos le ha dejado desguarnecido. En el PP han jurado venganza contra Ciudadanos y esta competencia puede tener serias consecuencias. Inés Arrimadas y los suyos van a conocer de inmediato cómo han percibido los electores su decisión. Si, como es de esperar, ha tenido una buena acogida, va a empezar a temblar el territorio de la derecha. Habrá noticias al respecto.

Pero hay otra derivada que no tiene menos importancia. Se trata del curioso intercambio de papeles que se ha producido esta semana entre Ciudadanos y ERC. Podríamos decir que si lo ocurrido el miércoles se consolida acabaremos por descubrir que ERC es el nuevo Ciudadanos. Al mismo tiempo, Ciudadanos es el nuevo ERC. La política tiene en ocasiones curiosos juegos de posicionamiento basados siempre en la misma constatación. El terreno de juego es siempre el mismo, ni crece ni se empequeñece. Si alguien se mueve, deja un hueco libre. Y si te desplazas es porque desalojas a otro del lugar donde se encontraba.

Es de todos conocido el permanente desasosiego que significa para ERC mantener espacio en la cabeza del independentismo catalán. Ahí sufre el mismo problema que el que padecía Ciudadanos frente a PP y Vox. Por mucho que Rivera se esforzara en ser muy de derechas, siempre iba a perder frente al peso de los populares y el febril extremismo de Abascal y los suyos. Lo mismo le sucede a ERC en Cataluña. Por mucho que intente levantar la voz independentista, siempre queda apagada por la contumacia impenitente de Puigdemont y Torra y el radicalismo inabordable de la CUP. Esta semana, a ERC eligió atender el flanco independentista y decidió abandonar al gobierno de Madrid una vez que no se plegó a las exigencias del bloque secesionista. Pesó más la C de Cataluña que la E de izquierda. El chantaje no funcionó, en esta ocasión, pero a punto estuvo de llevar al gobierno de PSOE y UP al abismo.

Mientras tanto, Inés Arrimadas abandonó por primera vez en los últimos años la tendencia autodestructiva de hacer puro seguidismo político de PP y Vox. Hubo un tiempo en el que Rivera, con datos sólidos en la mano, vio la posibilidad de liderar el voto conservador en España. Incluso, estuvo cerca de conseguirlo. Sin embargo, la renovación de la cúpula popular y la aparición a caballo de Abascal y sus tropas destrozaron sus aspiraciones. La torpeza del PP del miércoles le ha permitido a Arrimadas ocupar el espacio que dejó libre el PP, formación que renunció a poderse llamar partido de estado. Pero Ciudadanos, además, también conquistó otro espacio. ERC debió pensar que el papel de fiel de la balanza le correspondía por linaje. Que sólo ellos tenían la capacidad de determinar qué mayoría parlamentaria conseguía conformarse en España. Hasta ahora, tenían razones más que sobradas para creerlo. Sin embargo, el posible efecto demoledor de negarse a apoyar a Pedro Sánchez quedó reducido a la nada. Bastó con que Ciudadanos decidiera contribuir con sus 10 diputados a conformar una mayoría absoluta en el parlamento con 178 votos a favor. Arrimadas se subió a dominar el fiel de la balanza al que, por dejadez estratégica, ERC había renunciado.

Evidentemente, todo puede ser un espejismo puntual y que el estatus que ha dominado el juego de alianzas vuelva a su estadio anterior. Sin embargo, también puede abrirse una nueva etapa. Sin lugar a dudas, para el Gobierno supondría un cambio de escenario absoluto. ERC dejaría de tener la exclusiva del chantaje permanente. En ese imaginario territorio, al menos Sánchez e Iglesias podrían elegir entre dos ventanillas de negociación, el habitual dolor de muelas con ERC o las sonoras exigencias de Ciudadanos. No es fácil determinar cuál de los dos chantajes puede resultar más interesante. Seguramente, el de Ciudadanos, por caro que sea, siempre será más barato que el que finalmente pretende imponer ERC si quiere seguir jugando a compartir estrategia a la vez con el secesionismo unilateral en Cataluña.

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