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Miquel Iceta presidente del Senado

Pedro Sánchez con Miquel Iceta

Javier Pérez Royo

Si las cosas fueran lo que parecen, la ciencia sería superflua, escribió Marx en El Capital. Es el hecho de que la forma de manifestación de los fenómenos económicos tal como se presentan en la superficie de la sociedad no se corresponda con la determinación interna de los mismos, lo que hace necesario su estudio científico. Ya Hegel en la Filosofía del Derecho había dejado dicho que la Economía Política es una ciencia “que hace honor al Pensamiento”, porque entre la multiplicidad de los fenómenos económicos sabe descubrir cuál es la ley que los regula. La presentación de los fenómenos sin más no equivale a conocimiento. Sin interpretación, pueden inducir a confusión. Esto vale para todas las áreas del saber.

Tengo la impresión de que es lo que ha ocurrido con la presentación que han hecho prácticamente todos los medios de comunicación de los resultados de la encuesta poselectoral de las elecciones generales del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO). Todos los medios han destacado que por primera vez desde 2017 el NO a la independencia (48,6) supera al SI (47,1), como si esos datos fueran tan expresivos como para convertirse en noticia de portada.

Tomando en consideración el margen de error de la encuesta, nos estamos moviendo en los mismos porcentajes que vienen repitiéndose desde las elecciones autonómicas de 2012 y que se expresaron también en los resultados del referéndum del 9 de noviembre de 2014 y del 1 de octubre de 2017. El SÍ a la independencia gana las elecciones legislativas, pero pierde las elecciones plebiscitarias. Gana en número de escaños, pero pierde en número de votos. Antonio Baños, cabeza de lista de la CUP en las elecciones de 2015, que habían sido convocadas como elecciones “plebiscitarias”, lo dijo la misma noche electoral: se han ganado las elecciones parlamentarias, pero se ha perdido el plebiscito.

Dar relevancia de portada a un dato como ese induce a confusión. No solamente por lo que acabo de decir, sino por una razón adicional de mucho más peso. Los porcentajes del NO y el SÍ en bruto no dicen nada. En la propia encuesta del CEO a la que me estoy refiriendo, dichos datos quedan cuestionados cuando la pregunta que se hace a los ciudadanos aumenta en complejidad. Cuando la pregunta abre el abanico de posibles respuestas: Catalunya como región, como comunidad autónoma, como estado miembro de un Estado Federal o como estado independiente, la respuesta de los ciudadanos es 6%, 23,8%, 28% y 35%. El SÍ a la independencia se reduce de manera significativa y el NO aumenta también significativamente.

El SÍ y el NO frente a frente no dicen nada. Expresan una situación de parálisis sin salida. Hay que penetrar en el interior del SÍ y del NO, para poder salir de la parálisis. Y cuando se penetre en el interior del SÍ, se comprobará que no es la misma la idea de Catalunya y de su relación con el Estado que tienen los que integran el 47,1%, de la misma manera que no es la misma la idea que tienen de España y de su relación con Catalunya los que integran el 48,6%. Entre PSC, En Común-Podem, PP, Ciudadanos y Vox, las diferencias son en todo caso profundas y en algún caso insalvables. Algo parecido ocurre entre Convergentes, ERC y CUP. Con la suma de los porcentajes a ambos lados de una imaginaria línea divisoria entre dos bloques, estamos caricaturizando políticamente a la sociedad catalana. Y con caricaturas no es posible encontrar solución a la crisis constitucional con la que tenemos que enfrentarnos.

Hay que romper con esa lógica de dos bloques de tamaño similar, porque no responden a la realidad y, como consecuencia de ello, conducen a respuestas ilusorias: independencia o 155. Lo hemos estado comprobando desde 2012. Con la lógica de los dos bloques es imposible que la sociedad catalana haga una síntesis política de sí misma que le permita autogobernarse, por un lado, y establecer una relación aceptable con el Estado, tanto dentro de Catalunya como en el resto de España, por otro.

En esta dirección se inscribe la propuesta de Miquel Iceta como presidente del Senado. Su trayectoria política le avala para poner en marcha un proceso que permita a la sociedad catalana expresarse en toda su complejidad en lo que a su integración en la constitución territorial del Estado se refiere. Sin poner en marcha ese proceso, no hay alternativa a la parálisis actual. Cualquier partido que pretenda ser partido de gobierno en Catalunya y en España tendrá que participar en el mismo.

Con una situación tan radicalizada en lo que a la integración de Catalunya en Estado se refiere, no es fácil que dicho proceso pueda ponerse en marcha. Pero, como dijo Manuel Azaña en el debate en las Cortes sobre el Estatuto de Autonomía de Catalunya en 1932, sea fácil o difícil, la democracia española tiene que recorrerlo, porque tiene que tener una respuesta para la integración de Catalunya en el Estado. Es la propia supervivencia de la democracia española lo que está en juego.

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