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¿Cómo vamos a gobernar juntos, si no podemos ni vernos?

Sánchez se expondrá a la primera votación con el sí de Podemos aún en el aire

Isaac Rosa

 

El PSOE no se fía de tener a Unidas Podemos en el Consejo de Ministros, no son fiables en temas de Estado como Cataluña. Unidas Podemos no se fía de lo que haga el PSOE si no está presente en el Consejo de Ministros, siempre acaba traicionando su programa de izquierda. El PSOE no quiere un “vigilante jurado” dentro del gobierno. Unidas Podemos no quiere ser un “florero”. Sánchez rechaza a Iglesias porque necesita “un vicepresidente que defienda la democracia española”. Iglesias reprocha a Sánchez ser un “veleta” que solo quiere “el poder por el poder”. Este culpa a aquel de buscar solo sillones. Aquel dice a este que no se va a dejar pisotear ni humillar. “El mundo no empieza ni acaba con usted, señor Iglesias”. “Diga usted algo de izquierda, señor Sánchez”. “Piénsese mucho si va a votar con la ultraderecha”. “Respete usted a nuestros votantes”.

Normalmente, cuando dos líderes políticos intentan alcanzar un acuerdo para gobernar, al menos de cara al exterior se suavizan posturas, se hacen gestos de acercamiento, abundan los guiños, las fotos sonrientes, los paseos por el jardín, se habla catalán en la intimidad, se disculpan los excesos verbales del pasado, se regalan libros, se descubren afinidades y hasta surgen amistades. Puede que los equipos negociadores disputen a cara de perro cada coma del documento, pero ante las cámaras se exhiben buenas maneras y hasta cariño. Luna de miel, que ya la convivencia traerá roces y discusiones que algún día terminen en ruptura.

Hacen falta muchos años de convivencia para acumular tantos reproches, recelos, malentendidos, resentimiento y desconfianza como los que exhiben Sánchez e Iglesias, PSOE y Unidas Podemos. Oyéndolos estos días, viendo su pésima relación personal y lo poco que se preocupan en ocultarla, y sabidas las tensiones entre ambos partidos, cualquiera diría que llevan varias legislaturas gobernando juntos, metiéndose mutuamente el dedo en el ojo y haciéndose la cama el uno al otro, y ya no se soportan ni un día más. Pero qué va, no han hecho más que empezar a negociar.

El mensaje que pueden recibir los votantes viene a decir: “¿Cómo vamos a gobernar juntos, si nos llevamos tan mal, si no nos fiamos unos de otros y acumulamos tanto resentimiento? ¿Qué coalición, cuando nuestros líderes no pueden ni verse? ¿Se imaginan lo que sería un Consejo de Ministros así, con dos bandos enfrentados? Mejor lo dejamos correr, que esto iba a ser un sindiós permanente, y a ver si unas nuevas elecciones lo dejan todo más despejado…”

No suena mal como argumento, el PSOE podría agarrarse a ello, a falta de mejor explicación en caso de que no haya gobierno y se repitan las elecciones. Incompatibilidad absoluta. Falta de una mínima confianza y entendimiento. Voluntad de ahorrarle al país un espectáculo bochornoso y un tiempo perdido.

Pero ya se sabe, dos no se pelean si uno no quiere, y aquí hay uno que parece especialmente empeñado en mantener la cuerda tensa y llevar al límite la capacidad de cesión del otro, hasta que se sienta en efecto humillado y acabe dando el puñetazo en la mesa.

¿Se puede gobernar juntos desde la desconfianza, el recelo y el resentimiento? Pues claro que se puede, no sean críos, que esto es política. Se puede. Poniendo todo negro sobre blanco, con un programa de gobierno claro, compromiso de las dos partes, transparencia, rendición periódica de cuentas, mecanismos para resolver diferencias. Pero lo primero que hay que tener son ganas, que es lo que parecen faltarle al PSOE cada vez que se ve cerca la posibilidad de acuerdo.

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