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Tirar el bebé con el agua sucia

Cala Salitrona plagada de desperdicios y basura / ANSE

Economistas Sin Fronteras

Carmen Valor —

Hablar hoy de religión genera sentimientos encontrados. Sin embargo, este artículo trata de poner una mirada positiva a la religión para identificar prácticas que nos pueden ayudar en la transición a otro modelo que ponga en el centro, como dice Yayo Herrero, la sostenibilidad de la vida, de la humana y la no humana.

Ya imagino que según va leyendo le van a salir un montón de peros. Deme un poco de bola a ver si consigo explicarme. Es indudable que la religión tiene también una dimensión organizativa con prácticas corruptas e ilícitas. Y, sin duda, una dimensión individual teñida de los mismos problemas. Es también obvio que la religión es empleada como palanca en diferentes conflictos y, en nuestro país, es apropiada por algunos- no sé bien con qué derecho- como parte esencial de una identidad política. Pero esta visión de la religión no agota el conjunto. 

Hemos hablado mucho de cómo ha jugado un papel negativo. Para no tirar el bebé con el agua sucia, en el grupo de investigación empezamos a examinar si las religiones son aliados o cómplices en los caminos de transición. Está claro que necesitamos un cambio personal y sistémico para evitar la crisis ecosocial y en este proceso de cambio las religiones pueden jugar un papel fundamental, para bien. Las aportaciones las veo yo en las prácticas de trabajo sobre uno mismo y en las prácticas de construcción discursiva del after life, dos elementos que podemos copiar. 

Decía el último Foucault que una forma de resistencia a las relaciones de poder/verdad es la subjetificación ética o el proceso de auto-transformación por el que nos construimos como sujetos éticos persiguiendo un telos. El telos es el fin último al que dedicamos nuestros esfuerzos, y que es diferente del telos que nos insinúa el biopoder. En esta auto-transformación los sujetos usan diferentes prácticas de cuidado del yo. Foucault rastreó su origen en Occidente hasta la antigüedad clásica, pero se usan en casi todas las religiones. Vamos con algunas de estas. 

La meditación o las prácticas contemplativas ayudan a descentrar el yo y a formular un propósito vital de cuidado de los otros. La meditación, especialmente la meditación de compasión, ayuda a descentrar el yo y a recentrarlo en el otro. Esa integración del otro en mi subjetificación es la idea de la filia: si yo soy el otro, si la naturaleza es parte de lo que yo soy, el cuidado del otro sale solo porque no es algo diferente de mí mismo. El descentramiento del yo o tener un telos transcendente ha sido repetidamente probado como un antecedente de la conducta pro-social y pro ambiental. No hace falta dar incentivos fiscales o normativizar hasta la náusea si la búsqueda del bien común es un factor fundamental de la identidad del sujeto. No hay que dar incentivos materiales para cambiar cuando es el sujeto el que busca el cambio.

La confesión (exomologesis) sería otra de estas prácticas de cuidado del yo. La confesión aumenta la auto-conciencia y desarrolla la reflexión crítica sobre la realidad y sobre mí. En nuestros estudios de los consumidores sostenibles la confesión, lejos de ser una práctica que imponía culpa, era vivida como una práctica de liberación porque les ayudaba a deshacerse de las cargas emocionales negativas que iban a acumulando y la celebraban como una manera de avanzar. 

Otra práctica de cuidado el yo es la communitas: la formación de comunidades o grupos movidos por el mismo telos que se apoyan mutuamente en este camino de auto-transformacion. Las religiones son, casi por naturaleza, comunitarias. La comunidad nutre la motivación de los que a ella pertenecen; es un espacio de aprendizaje compartido; solo en comunidad cuidas y eres cuidado. Los que intentan cambiar su vida a la grande adoptando estilos de vida sostenibles ya saben que hacerlo solo es fracaso asegurado; los que hacen este camino en comunidad tienen más probabilidades de mantenerse y persistir. 

En cuanto a lo discursivo, las religiones han sabido crear una cosmovisión que alimenta y sostiene las creencias. Esta es quizá la práctica discursiva más valiosa de todas y la que menos estamos explotando. 

Necesitamos un cambio colectivo: tenemos que abandonar un modelo económico basado en el consumo, que necesariamente nos lleva a traspasar los límites planetarios y sociales, hacia otra(s) economía(s). Para distanciarnos de este modelo y avanzar hacia el otro, hay que hacer un equilibrio entre alimentar la esperanza y mostrar los riesgos de no cambiar. Y este equilibrio se ha probado ya muy difícil: si el discurso es muy esperanzador, la gente empieza a pensar que ya vendrá alguien que lo arreglará y escurre el bulto; si el discurso es muy apocalíptico la gente piensa, en cambio, que esto no hay quién lo arregle y tampoco mueve ficha. 

Las religiones han resuelto esta tensión con la visión del after life. La construcción del paraíso y del infierno ayuda a visualizar el futuro y logra un cierto equilibrio entre esperanza y castigo. Poder visualizarlo es el primer paso para poder realizarlo. Sabemos que mantener la motivación es difícil cuando la persona no ve los frutos de su acción y en sostenibilidad es muy difícil ver los frutos. ¿En qué he cambiado yo el planeta por no usar botellas de plástico? ¿En qué he mejorado la vida de una comunidad por comprar Comercio Justo? Pero la cosmovisión escatológica me ayuda a mirar el problema de otra manera: lo bueno y lo malo  que hago tendrá un impacto cuando ya no esté, pero aunque no esté, no me desentiendo del tema. Porque hay una continuidad entre mi vida y la vida, y es por esa continuidad que se justifica seguir en la brecha. 

En los estudios que hemos hecho con consumidores vemos cómo haber visualizado los mares de plástico funciona como un “infierno” porque mueve a la gente a dar pasos para no acabar ahí. Hagamos lo mismo con los paraísos: visualicemos cómo sería la vida social de otra manera, para mover a la gente a avanzar hacia allá. El documental Mañana sería un buen ejemplo de paraíso. Involucrar a narradores visuales y a artistas en este camino es fundamental, porque ellos podrán contar esta historia mejor. Y contando la historia mejor podremos entusiasmar y sumar a más gente a este camino.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

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