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La derrota de ETA. 25 años del asesinato de Gregorio Ordóñez

Ana Iribar, durante un acto de la Fundación Gregorio Ordóñez.

José María Calleja

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Veinticinco años después del asesinato por la banda terrorista ETA de Gregorio Ordóñez (1995), concejal del PP en el Ayuntamiento de san Sebastián, conviene hacer un poco de memoria.

Buena memoria, esa que reivindica Géraldine Schwarz (Los Amnésicos. Historia de una familia europea. Tusquets) y que lleva nada menos que a Angela Merkel a reivindicar una historia de Alemania en la que las víctimas provocadas por el nazismo son, deben ser, un elemento identitario de la historia de Alemania.

Alemania es posiblemente el país que mejor ha procesado la memoria de su pasado, probablemente por su consciencia de la dimensión de los exterminios que propició. No solo el judío, el más conocido; también el de homosexuales y gitanos.

El caso es que la banda terrorista ETA surgió en tiempos de la dictadura franquista, aquel mal que convertía en buenos a todos los que luchábamos contra él.

Durante años, la elección de sus víctimas, 'ogros' como Carrero Blanco (asesinado por la banda un 20 diciembre 1973), los policías franquistas o los cargos vinculados a la dictadura, hicieron de aquella banda una organización 'simpática' para un sector de la opinión pública antifranquista, así en San Sebastián como en Cádiz.

Los estados de excepción del régimen dictatorial, el juicio de Burgos (1970), con dobles penas de muerte para Onaindía y Uriarte, procuraron una leva de militantes para la banda y una ola de apoyos, así en España como en Europa. Hasta el Papa intercedió para que no se fusilase a los cinco terroristas (tres del FRAP, dos de ETA) con el que Franco clausuró su régimen, un 27 de septiembre de 1975, dos meses antes de su muerte trombloflebítica.

ETA gozaba de la simpatía explícita de buena parte de la población contraria a la dictadura y esa energía antifranquista le dio crédito incluso hasta que la elección de sus víctimas en democracia empezó a sembrar dudas entre quienes les apoyaban, con mas o menos intensidad.

ETA, originariamente antifranquista, asesinó infinitamente más en democracia que contra la dictadura. Son datos: 90% de víctimas en democracia.

ETA P-M se disolvió una vez llegada la democracia en un proceso que comenzó con gobiernos de UCD y concluyó con gobiernos socialistas y en el que fueron importantes ministros como Juan José Rosón (UCD) y abogados como Juan Infante, imprescindible, y el inolvidable Juan María Bandrés (EE).

ETA se convirtió con el paso del tiempo en un fin en sí mismo, dejó de ser un medio que luchaba contra la dictadura franquista para lograr la democracia y se convirtió, lo era en origen, en una organización totalitaria. Una banda que practicaba el asesinato sistemático de los considerados enemigos: los 'españoles', como forma de culminar su plan.

Hasta 1992, ETA pensó que ganaba su pulso al Estado. Apilar cadáveres –generales--; asesinar cuando eran fechas clave --debates sobre la Constitución, elecciones, constitución de gobiernos, incluido el socialista de 1982.

Pasaron de asesinar a policías a matar a mujeres por el mero hecho de ser mujeres de policías; a niños, por el hecho de ser hijos de policías, a trabajadores, a gentes que habían luchado contra la dictadura franquista -- José Luis López de Lacalle, Juan María Jáuregui--, a forzar una escolta para Agustín Ibarrola, miembro del PCE, encarcelado en Burgos en los setenta.

Crearon a base de muerte y miedo un ámbito escoltado de decisión.

Para que nos hagamos una idea, gentes como Onaindía y Uriarte, fundadores de la primera ETA, acabaron escoltados para que la banda no los asesinara.

Desde la simpatía explícita a ETA se pasó al rechazo explícito por parte de la ciudadanía, a partir, sobre todo, del asesinato de Gregorio Ordoñez (1995), y hasta el máximo nivel de rechazo, con el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1997).

Después del golpe policial de Bidart (29 de marzo de 1992), ETA inició el declive de su derrota. Antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona, de la Expo de Sevilla, del Madrid capital cultural, ETA apiló 15 asesinados en 45 días. Creían que era la ofensiva final y definitiva, la derrota del Estado ante millones de espectadores y centenares de medios de comunicación, soñaron. Sus ínfulas de victoria terminaron en derrota, en el comienzo de su final.

En 2011 ETA anunció que dejaba de asesinar. Un reconocimiento explícito de su derrota. Derrota propiciada por la Guardia Civil, por la Policía, por la política, por algunos jueces y por la movilización ciudadana en Euskadi.

ETA pasó de ser el carro ganador (Noelle-Neuman) llena de admiradores, a ser una banda desprestigiada, artefacto criminal.

Su proyecto totalitario se basaba en el exterminio de los considerados como enemigos por ser españoles. No se trataba solo de asesinar a policías, también a políticos, de 'socializar el sufrimiento', son palabras suyas, a las gentes que apoyaban la Constitución y por ello daban un sentido a sus asesinatos; gentes que asistían(mos) a los funerales de sus compañeros pensando que los siguiente podían ser ellos.

Durante años, el eje derecha e izquierda fue sustituido en Euskadi por los que asesinan y los que pueden ser asesinados. Allí se crearon vínculos entre populares y socialistas, frente a quienes les podían quitar la vida.

ETA era un proyecto de exterminio, con una idea totalitaria, y que fue derrotado por la democracia española.

Algunos de los que jaleaban la muerte ajena, que pensaban 'ETA mátalos' y que aplaudían los asesinatos de sus enemigos cercanos, pretenden ahora justificar el 'algo habrá hecho' y la necesidad de la banda como mecanismo mortífero. Pensaron que ganaban. Están derrotados y quieren vendernos que matar fue justo y necesario. No cuela, aunque algunos necesiten creérselo para justificar su apoyo a los asesinatos en régimen industrial.

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