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Las mujeres me explican cosas

Una mujer levanta el puño en una concentración feminista en la Puerta del Sol este 8M.

Isaac Rosa

Tras el éxito de la huelga feminista, ruego cuanto antes un “womansplaining”, para el que muchos hombres somos todo oídos. Parafraseando el conocido título de Rebecca Solnit, “Los hombres me explican cosas”, muchos hoy esperamos un “Las mujeres me explican cosas”, o más en concreto, “Las mujeres me explican cómo hacer una gran movilización”.

Que la huelga de este 8 de marzo ha sido un gran éxito no merece más de un párrafo, porque cuesta encontrar a alguien que lo discuta. Y es que la primera victoria, por goleada y por adelantado, fue la del relato y la hegemonía.

Ahí va el párrafo, por si alguien todavía duda del éxito: la huelga ha conseguido todo lo que se espera que consiga una huelga general en tiempos de precariedad, subempleo, autónomos, atomización laboral y coacción empresarial: no que paralice el país, sino que lo movilice. No las calles desiertas, persianas bajadas y fábricas paradas de otro tiempo, sino huelga total o parcial de quien todavía pueda hacerla (y han sido millones), concentraciones durante todo el día, cortes de tráfico, ocupaciones de centros, programaciones de televisión alteradas, y manifestaciones masivas al terminar el día. Fin del párrafo.

Lo contrario de toda huelga siempre es la “normalidad”, esa que siempre invocan los antihuelga. Y este jueves no ha tenido nada de normal. Un día excepcional, vivido por muchas y muchos como histórico, y donde vimos expresiones de lucha unitaria muy pocas veces logradas: por ejemplo, en el sector más visible, el periodismo. ¿Cuántas veces habíamos visto a periodistas de absolutamente todos los medios secundar una misma huelga y unirse en una misma concentración? Lo que no consiguieron años de precarización y despidos masivos, lo ha logrado el feminismo.

¿Cómo lo habéis hecho, compañeras? Habéis montado de la nada una huelga sin precedentes, observada con asombro por toda Europa. Habéis logrado que lo que hace pocos meses parecía una ocurrencia sin mucho recorrido (¡una huelga de mujeres!) acabase por unir a todo tipo de colectivos, tejer complicidades intergeneracionales e interclasistas, desbordar a los sindicatos mayoritarios, ganar las agendas política y mediática y la conversación en la calle, convencer a las y los dubitativos, excitar con el olor del peligro a obispos, patronos y la derecha política y tertuliana, y movilizar enérgicamente a una mayoría de mujeres con transversalidad abrumadora, de arriba abajo y de izquierda a derecha. ¿Cómo lo hicisteis, compañeras?

Las mujeres se propusieron parar el mundo, y lo que hicieron fue ponerlo en marcha: el feminismo sale imparable de este 8 de marzo. Cualquier movilización futura deberá tomar nota y aprender las muchas lecciones organizativas y discursivas de esta huelga. Desde las redes de apoyo y cuidados, hasta la elaboración de un imaginario inclusivo donde cabían todas y donde todas eran imprescindibles.

Gracias, compañeras, y por favor no dejéis de explicarme cómo se hace. Y muy especialmente, gracias a mi madre, Ángela Camacho, por educarme en el feminismo, y porque este jueves me dio otro enorme ejemplo de dignidad y coherencia. Muy orgulloso, mamá. Gracias.

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