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Lo petas, Esperanza

Antón Losada

Como no podía ser de otra manera, la Justicia ha puesto las cosas en su sitio. Lo dije en esta misma columna y lo mantengo. Yo te entiendo, Esperanza. Lo petas. Eres la mejor. No somos como los demás. Si nosotros decimos que una conversación ha acabado, ha acabado. Si decidimos que nos vamos, nos vamos; y nadie podrá acreditar que hayamos desobedecido a la autoridad porque nosotros somos la autoridad y no podemos desobedecernos a nosotros mismos. Como mucho, podrán acreditar que ibas apurada y no podías perder el tiempo aguantando que unos agentes de movilidad sin nada mejor que hacer te dieran la charla.

Seguramente usted es de esos que piensa que vive en uno de esos exóticos países europeos donde a cualquiera se le caería el pelo si se le ocurriese salir zumbando de la escena donde unos agentes le están multando, tirarles la moto, jugar a las carreras por las calles y acabar refugiándose en el garaje de casa.

Pero Esperanza y yo hace tiempo que sabemos que esto sigue siendo España. Vivimos en un país donde basta con tener un poco de poder para quitarse de encima a la autoridad. Aquí ni la ley ni la justicia son iguales para todos. Resulta que son más iguales para unos que para otros.

Aún mejor. Vivimos en un país donde la misma policía que te persigue hasta tu casa y se enfrasca en una discusión contigo y tus escoltas puede declarar ante el juez, sin inmutarse y sin que se le caiga la cara de vergüenza, que no le ha quedado claro si te has enterado de que te estaban persiguiendo. No me digan que no es el cielo en la tierra.

Pero no se confundan. Esto no es Jauja y aún hay clases. La próxima vez que le pare la Guardia Civil en un control de tráfico no haga como Esperanza Aguirre. No se le ocurra alegar que no se percató de que le daban el alto o le seguían, porque lo más seguro es que le caiga un castigo, aunque sea simbólico.

La próxima vez que le pare un agente, usted no se vaya cuando le dé la gana o cuando considere que ha tenido suficiente y no tiene por qué aguantar que le den el coñazo. Porque ni se lo van a archivar, ni van a pasar por su casa para comprobar si la señora necesita algo más.

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