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El votante agazapado

Dolors Monserrat, Teodoro García Egea y Pablo Casado en el Congreso de los Diputados

Antón Losada

Cuatro de cada diez electores que afirman haber decidido ir a votar se están pensando qué hacer el 28-A, según casi todas las encuestas publicadas a día de hoy. Aunque suene a juego de palabras, los indecisos decidirán el resultado de las elecciones generales de 2019. Estando de acuerdo, en principio, con esa afirmación, mi particular duda reside en confirmar si ese 40% de las personas que afirman ir a votar realmente no sabe a día de hoy de qué signo será la papeleta, o simplemente lo saben y prefieren no revelarlo. En este caso, serían votantes agazapados, no indecisos, y el resultado ya estaría decidido.

Resulta razonable asumir que una parte significativa de esos supuestos indecisos acabarán optando por no acudir a las urnas. Eso nos cuentan los resultados de tantas elecciones anteriores. Algunos no acudirán porque ni los partidos ni la campaña conseguirán decidirlos primero y movilizarlos después. Otros, la mayoría, no irán porque nunca tuvieron intención de acudir; simplemente no quieren declararse abstencionistas. Son esa gente que de verdad quería ir a votar pero no pudo por múltiple razones y que todos conocemos.

Tampoco parece descabellado asumir que otra parte de los alegados indecisos sean votantes que prefieren no descubrir su opción. En esta campaña de “todos contra Sánchez” no resultaría raro que haya votantes que se protegen, o se refugian en la espiral de silencio que provocan campañas tan virulentas como la impulsada desde la España cabreada. Tampoco sería extraño que muchos votantes del Partido Popular prefieran guardar silencio a declarar su preferencia por la opción más antigua ante las pujantes novedades de Vox o Ciudadanos.

Finalmente nos queda ese porcentaje de votantes realmente indecisos que andan buscando a quién votar. No sabemos cuántos suman, pero ellos sí deciden. Sabemos otras cosas a estas alturas de la precampaña. No parece que les decidan o movilicen las campañas en negativo, basadas en el miedo o el contraste agresivo entre opciones. Las España cabreada no decidirá estos comicios. Ya está todo lo cabreada y movilizada que puede y, desde la manifestación de Colón, empieza a ofrecer síntomas de agotamiento. Más parece que respondan a los estímulos que movilizan a la España harta de que traten de polarizarla, asustar y cabrearla, por ese orden: una campaña en positivo, una talante dialogante, alguna idea defendida con convicción y un poco de sentido del humor.

Otro dato para enredar aun más el juego. Entre los votantes de Vox, Cs y Podemos, las segundas opciones de voto son o el PP o el PSOE. Puede que ahí se agazapen más indecisos de lo que puede parecer y que ellos también decidan. Mira que si después de enterrarlo por enésima vez, el bipartidismo vuelve a resucitar; qué susto.

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