Córdoba en verso: ruta en seis paradas
Parada 1. Torre de la Calahorra: Góngora y Lorca
Parada 1. Torre de la Calahorra: Góngora y LorcaEn la orilla sur del Guadalquivir, frente a la Mezquita-Catedral se erige la Torre de la Calahorra, emplazada en la cabecera del Puente Romano. Desde esta torre, hoy en día museo de la ciudad, se observa la estampa de la ciudad, sus torres y la sierra tras ella.
Luis de Góngora, en su soneto A Córdoba, escribió así sobre esta estampa:
“¡Oh excelso muro, oh torres coronadas de honor, de majestad, de gallardía! ¡Oh gran río, gran rey de Andalucía, de arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas, que privilegia el cielo y dora el día! ¡Oh siempre gloriosa patria mía, tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas ruinas y despojos que enriquecen Genil y Dauro baña tu memoria no fue alimento mío,
nunca merezcan mis ausentes ojos ver tu muro, tus torres y tu río, tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!“
Y Federico García-Lorca, la plasmó en su Canción del jinete:
“Córdoba Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos, yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay que la muerte me espera antes de llegar a Córdoba!
Córdoba. Lejana y sola“.
Parada 2. Triunfo de San Rafael: Lorca
Parada 2. Triunfo de San Rafael: LorcaEs el más espectacular de los diversos “triunfos de San Rafael” que hay repartidos por la ciudad. Fue mandado construir entre 1765 y 1781 por el Cabildo Catedralicio sobre el solar de un antiguo hospital. Se encuentra junto a la Puerta del Puente, al otro lado del Guadalquivir frente a la Torre de la Calahorra. El origen de la devoción a San Rafael –custodio de Córdoba- se sustenta en la leyenda de las apariciones de este arcángel manifestando su deseo de proteger a la ciudad, abundando sus imágenes a partir del siglo XVI.
Federico García Lorca, en su Romancero Gitano, le escribió a San Rafael:
I “Coches cerrados llegaban a las orillas de juncos donde las ondas alisan romano torso desnudo. Coches, que el Guadalquivir tiende en su cristal maduro, entre láminas de flores y resonancias de nublos. Los niños tejen y cantan el desengaño del mundo, cerca de los viejos coches perdidos en el nocturno. Pero Córdoba no tiembla bajo el misterio confuso, pues si la sombra levanta la arquitectura del humo, un pie de mármol afirma su casto fulgor enjuto. Pétalos de lata débil recaman los grises puros de la brisa, desplegada sobre los arcos de triunfo. Y mientras el puente sopla diez rumores de Neptuno, vendedores de tabaco huyen por el roto muro”.
II “Un solo pez en el agua que a las dos Córdobas junta: Blanda Córdoba de juncos. Córdoba de arquitectura. Niños de cara impasible en la orilla se desnudan, aprendices de Tobías y Merlines de cintura, para fastidiar al pez en irónica pregunta si quiere flores de vino o saltos de media luna. Pero el pez, que dora el agua y los mármoles enluta, les da lección y equilibrio de solitaria columna. El Arcángel aljamiado de lentejuelas oscuras, en el mitin de las ondas buscaba rumor y cuna.Un solo pez en el agua. Dos Córdobas de hermosura. Córdoba quebrada en chorros. Celeste Córdoba enjuta”.
Parada 3. Plaza del Potro: Ricardo Molina y Góngora
Parada 3. Plaza del Potro: Ricardo Molina y GóngoraLa Plaza del Potro debe su nombre al caballo que, sosteniendo el escudo de la ciudad en sus patas delanteras y sosteniéndose en las traseras, remata la fuente de la plaza. Ya en el siglo XV se encuentra alguna mención escrita sobre este lugar como un espacio “para herrar caballos”, pero no fue una plaza con fuente y comunicada con la ribera del Guadalquivir hasta el siglo XVI.
Allí mismo, la antigua Posada del Potro –existente desde el siglo XIV y hoy reconvertida en el Centro de Flamenco Fosforito-, recuerda el trasiego de vendedores de potros y mulas que daban vida a la plaza hasta mediados del siglo pasado. Frente a ella se encuentra el antiguo hospital de la Caridad, hoy Museo de Bellas Artes y el del pintor cordobés Julio Romero de Torres.
Luis de Góngora, en sus Letrillas, escribió así:
[...] Si por unos ojos bellos, que se los dio el cielo dados
quieren ellas más ducados que tienen pestañas ellos,
alquilen quien quiera vellos y busquen otro,
que yo soy nacido en el Potro“.
Y Ricardo Molina, plasmaba así este lugar en su Elegías de Sandua:
“Amanece en las calles. Córdoba se despierta. Ya es de día. Te amo. Ya van camino del río los areneros con sus palas, sus asnos. El invierno se va. La niebla se disuelve en torno de los álamos. Crecido viene el río como mi corazón. Tu recuerdo desborda como el río mi vida, inundándola toda con sus aguas violentas donde flotan almiares, animales que aúllan, negros troncos de árboles y despojos y ruedas.
Oh tú que una mañana -se diría esta misma- paseaste conmigo, de mi brazo, mirando los rojos remolinos estrellarse en el puente que custodia impasible un arcángel de mármol.
Todo era igual. Diríase que no ha cambiado nada. En San Francisco tocan las campanas a misa. La Posada del Potro ha abierto ya sus puertas y hay en el suelo paja que cayó de los carros, y labriegos, y mulos que beben en la fuente.
Todo es igual. Diríase que no ha cambiado nada. Amanece y te amo. Aún es Córdoba bella… Tu casa está cerrada. ¿Me esperas todavía? ¿Duermes, o acaso esperas que llegue hasta tu puerta?“
Parada 4. Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral: Góngora y Ricardo Molina
Parada 4. Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral: Góngora y Ricardo MolinaEl Patio de los Naranjos es un lugar para evadirse de todo. Es la entrada a la Gran Mezquita de Córdoba, un lugar para hacer un alto en el camino. Una “isla de sombra, de silencio y perfume” como lo llamó el poeta Ricardo Molina. Los naranjos, desde finales del siglo XVI, dan nombre al recinto y en primavera inundan este patio con el aroma del azahar. El tañir de las campanas y el agua de la fuente son los sonidos naturales de este lugar que visitan al año 1,4 millones de turistas.
Dentro de la Mezquita-Catedral, en la Capilla de San Bartolomé, se encuentra enterrado Luis de Góngora, poeta que nació en Córdoba (1561), fue bautizado en la propia catedral y murió también en su ciudad (1576).
Parada 5. Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos: Ricardo Molina
Parada 5. Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos: Ricardo MolinaEl Alcázar de los Reyes Cristianos, palacio-fortaleza del siglo XIV, alojaba a los Reyes Cristianos en sus estancias en la Córdoba. Su gran atractivo son los jardines salpicados de distintas albercas escalonadas situadas en lo que fue la huerta regada por la Noria de Albolafia del Guadalquivir. En los jardines, estatuas de todos los monarcas que vivieron o tomaron parte activa en el Alcázar, también la efigie de Cristóbal Colón –del que se cuenta que en este edificio se vio con los Reyes Católicos para planear su viaje a las Indias- y cipreses recortados como columnas vegetales, abrazan las fuentes y estanques por donde corre el agua.
Al poeta Ricardo Molina, en su Carta a Vicente Aleixandre “Mañana y Alcázar de Córdoba”, le inspiró así:
“Has visto el rostro eterno y variable, ahora sol, luego viento, luego sombra, hombre, dios, luna, cielo, fuego, río, la faz de todo, el rostro numeroso.
Tú eres cuanto has visto. El que en la parte no lo ve todo es vago sueño en humo de carbón o de lago…
Este jardín cerrado es todo el tiempo. Las almenas primaverales triunfan con sus siglos de musgo nuevo. El agua de la alberca -oro y verdor- no muere:
Está mirándola, mirando eternidades en el día, oyendo las palabras de los árboles, inmóvil, quedamente, acariciando la creación bella en una sola flor…
La flor te ha cautivado con su todo preso en goce de beso fugitivo donde el ser en su pleno ser se embriaga, pequeño edén rizado en rojos pétalos.
Así tú eres en el dulce ámbito del cerrado jardín todas las cosas. Perdido en tanto solitario río, tanta selva de cálidas criaturas, tanto incendio de llanto en gloria de astros, tanto goce de luces e la altura, a tu abandono el mundo se abandona y en tu visión se funde -uno y vario- el ser en claridad total del cielo o bien se quiebra en olas, flores, alas, iris de la hermosura universal“.
Parada 6. Patio cordobés en el Barrio de San Basilio: Ricardo Molina
Parada 6. Patio cordobés en el Barrio de San Basilio: Ricardo MolinaLos patios son seña de identidad de Córdoba. Sus casas-patio, herencia primero de los romanos y después de reminiscencias árabes, combinan fuentes, pórticos, mármoles y paredes encaladas con toda clase de plantas. Los patios perviven en el casco antiguo de Córdoba –el Barrio de San Basilio es buena muestra de ello-, como un auténtico oasis de belleza y colorido por sus variadas flores y macetas que son visitadas por miles de turistas en la Fiesta de los Patios del mayo cordobés.
A esos patios, Ricardo Molina, dedicó estos versos en sus Elegías Sandua:
“El patio oye el suspiro de otros días en sus arcos. En las paredes húmedas se estremecen las yedras. Lilas, jazmines y celindas tiemblan gozosos en el aire tibio bajo el beso fugaz de las abejas; pero celindas, lilas y jazmines, yedras de oro y arcos ruinosos no saben cómo un día nos amamos. Llena la fuente está de claras ondas, de agua cara y azul igual que el cielo, la fuente pura y fría a la sombra delgada de las damas de noche que dejan su perfume flotar por la negrura…
Mas no supieron nunca que nos amamos, y la fuente que llora solitaria en la sombra nunca vio reflejarse nuestra dicha en la dulzura inmóvil de sus ondas. [...] Subíamos riendo la escalera hasta llegar al alto palomar todo blanco.
El patio parecíanos entonces algo triste. Los rayos en las vagas madreselvas diríanse un enjambre de irritadas abejas. El olor del invierno persistía en los abandonados corredores. La sombra de las hojas se movía en los muebles enfundados del gran comedor solitario. Bajo aquel cielo azul de primavera, en aquel palomar completamente blanco, solos, entre aleteos y arrullos de paloma, desnudos y tendidos sobre el sol nos amamos“.