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El rostro (y el rastro) de Japón en Sevilla

Mosaico con imágenes de 'El r@stro del samurái'.

Juan Miguel Baquero

Los rostros son paisajes. Hay rasgos faciales que aparecen como rastros de la historia y ojos, expresiones e incluso arrugas que arrastran en surcos las huellas de civilizaciones pretéritas y remotos procesos migratorios. Un ejemplo, la exposición 'El r@stro del samurái', 400 retratos de japones –personas que poseen el apellido Japón– que simbolizan un regreso a la Expedición Keicho que hace 400 años surcara el río Guadalquivir. La topografía humana cómo útil para descifrar la herencia genética.

La muestra fotográfica aporta un mapa actual de la descendencia nipona y andaluza, un atlas de la singular mezcolanza originada en la ribereña Coria del Río (Sevilla) a principios del siglo XVII. Con 'el rastro' sumado por las cientos de fotos nace a modo de conclusión vital 'el rostro', un samurái fruto de la fusión de las más representativas.

Topografía de rostros como regreso al origen

“Los 46 más viejos, los patriarcas nacidos hasta mediados de los años 30, son 'la base' del proyecto y de la descendencia genética más cercana al acontecimiento histórico”, cuenta el autor del proyecto, Alejandro Sosa. De esa selección, “y utilizando tecnología actual”, hizo “una fusión de rostros” que originó “la obra final que representa el sentido conceptual de la obra, esa cara 'inventada' que es consecuencia de un acto fotográfico que representa el origen de esta familia”. De los japones andaluces.

La tecnología, refiere, “al servicio de la topografía de rostros”. O el ánimo creativo como “poema visual”, dicho de modo menos prosaico. Son “retratos crudos” ideados “como detonantes de la reflexión”. Imágenes reducidas a blanco y negro y personajes desprovistos de “todo abalorio” expuestos hasta el 15 de mayo en la Casa de la Provincia de Sevilla.

El proyecto, además, va acompañado de un libro que será presentado el día 29 en la Sala Apeadero del Ayuntamiento hispalense en el marco de la Feria del Libro de Sevilla. Un trabajo que nace en el año 2013 y es ya, como subraya su autor, “un legado” popular. “Ya faltan unas 15 personas desde que hicimos las fotos. Paramos el tiempo de alguna forma y me arrogué el honor de detener el clan de los japones en un momento determinado de la historiajapones”, relata.

El paisaje, la topografía humana que dibuja 'El r@stro del samurái', rinde homenaje a la expedición comercial y religiosa que aterrizó en la Sevilla del Siglo de Oro que contó eldiario.es/andalucia. Una aventura que ordenó entonces el señor feudal nipón Daté Masamune y comandó el samurái Hasekura Tsunenaga. Un panorama ancestral que propicia horizontes humanos actuales. Dan fe las fotos de la generación de los abuelos, como Manuel Japón Japón. O de otras más jóvenes, caso de la coriana Carmen Rocío Márquez Japón.

Del primo de Darwin al samurái

“La idea es partir de 400 rostros para llegar a uno que sería la síntesis de los 400. ¿Con qué propósito final? Partir de la descendencia para llegar al origen y convertir ese rostro en símbolo de todos aquellos navegantes que llegaron hasta nuestras orillas y dejaron las semillas que fabricaron a esas 400 personas. Es un viaje de vuelta que resumo en 'una vuelta al origen desde la consecuencia'”, señala Alejandro Sosa.

El proceso de creación alcanzó una orilla de la fotografía muy concreta: Francis Galton. “Era primo de Charles Darwin y su trabajo, en el siglo XIX, lo mantenía enredado en el tema de la genética, la herencia… lo que luego los nazis utilizarían de manera negativa para vender la idea de la raza aria del nacionalsocialismo”, explica Sosa. Lo que le interesó, apunta, “es que Galton es el descubridor de la huella digital que tan útil es al trabajo policial”.

Propuso “un retrato robot de grupos de personas: criminales, bomberos, científicos, poetas… y se plantea obtener un rostro que los represente sumando caras del propio grupo. Ahí encuentro la clave para este trabajo”, 'El r@stro del samurái'. La propuesta científica del primo de Darwin como génesis “usando un guiño literario, artístico y creativo”.

Y una dificultad. “La logística más compleja llegó hasta ponerlos delante de la cámara, convencerlos, traerlos… porque además no me quedaba conforme con hacer solo los 400 retratos de descendientes de japoneses, quería hacer un proyecto con un sentido fotográfico”. Por eso la “acción de retratar” usada como “un viaje de vuelta, un abrazo o una ofrenda de un pueblo y una gran familia que surge de aquella simiente y da este resultado”. Es ver, dice, “que las caras llevan a veces a un planteamiento del espacio y del tiempo”. Como es el caso, retratado, de los japones andaluces.

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