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El drama de la violencia de género: en Pakistán les rocían con ácido y aceite de queroseno

Las secuelas permanecen toda la vida.

Óscar F. Civieta

Zaragoza —

Decía una mujer española tras escuchar el drama que viven infinidad de mujeres en Pakistán: “Aquí nos matan, allí les rocían con ácido y aceite de queroseno; esto no puede seguir así”. La lacra de la violencia de género, que asola España con unas cifras escalofriantes: 14 mujeres y un bebé muertos en lo que va de 2016, es, desgraciadamente, extrapolable a otros muchos puntos del Globo. No distingue de raza, etnia o cultura. No desdeña por color de piel ni bandera. Es un problema mundial y estructural.

Si las estadísticas de España asustan, las de Pakistán horrorizan: los casos de mujeres y niñas maltratadas superan el 95 % de la población. El ataque con ácido supone un 60 % de los mismos. En este país asiático hay 4 millones de mujeres que han sufrido y sufren en la actualidad por las quemaduras. Aunque la tasa de mortalidad es baja, “la supervivencia está considerada por las víctimas como un destino peor que la muerte”.

En Zaragoza han estado dos mujeres pakistaníes: Masarrat Misbat y Ayesha Taslim. La primera es la presidenta de Depilex Smileagain Foundation, y la segunda la directora de Programas de la misma fundación. Su objetivo es proporcionar a las mujeres una atención médica adecuada, cirugía reconstructiva y formación para lograr una posterior independencia económica.

Aterrizaron en la capital del Ebro para mostrar el infierno en vida que muchas mujeres en su país sufren cada día. Y lo hicieron acompañadas de Sonia Peña, doctora y presidenta de la Fundación Sigo adelante, que, en 2015, se desplazó a Pakistán e intervino quirúrgicamente a 15 mujeres de manera gratuita.

Cada mujer se somete a 20 o 30 operaciones

Masarrat y Ayesha relataron un drama de vastas dimensiones. Una tragedia extemporánea que sucede hoy y en este planeta. La que sufren cada una de estas mujeres que han de someterse a una media de 20 o 30 operaciones; eso cuando pueden o reciben ayuda, claro está, porque cada intervención tiene un coste de 500 dólares americanos.

Repetidas visitas al quirófano para poder respirar, cerrar los párpados o abrir la boca para comer. Sucesivas cirugías que no evitan, como aseguró Peña, que jamás “logren una apariencia normal. Siempre tendrán secuelas muy graves”.

Más allá de los efectos físicos, está el trauma psicológico: “Las supervivientes se enfrentan al aislamiento social y el ostracismo, que dañan aún más su autoestima y menoscaban su futuro profesional y personal”.

Aunque no hay justificación posible para tamaña atrocidad, Masarrat apuntó que todo “nace de una concepción machista de que las mujeres son propiedad de los hombres”. Dos características habituales de los agresores, explicó, son “la falta de educación y la pertenencia a capas sociales bajas”.

“En ocasiones, la mujer rechaza al candidato que le han elegido para contraer matrimonio y el hombre no acepta el no; otras veces consideran que la dote no es suficiente”, contó Masarrat. ¿Y después qué? Se conoce el tortuoso camino que espera a las mujeres. Los hombres, sin embargo, continúan con su vida normal. No hay un castigo penal, señaló Ayesha, “porque las mujeres no denuncian, están amenazadas y asustadas; tampoco el hombre recibe el rechazo social, porque es una sociedad muy machista”.

Y no solo ocurre en Pakistán, como indicó Masarrat, en India, Bangladesh o Sri Lanka este tipo de brutalidades están a la orden del día.

Depilex Smileagain Foundation

La fundación presidida por Masarrat Misbat se crea en el año 2003. Hasta ahora han atendido a más de 700 víctimas. Han realizado ya 5.786 procedimientos terapéuticos y solo en 2013 se llevaron a cabo 55 cirugías en pacientes cuya prioridad era la ayuda urgente y 1.286 tratamientos secundarios no urgentes.

Ayesha Taslim apuntó que lo primero es tratar a la mujer desde el punto de vista médico: “Con las agresiones pierden movilidad en la cabeza, en el cuello, pierden la vista…”. Posteriormente comienza el trabajo psicológico y, solo una vez que han mejorado tanto física como mentalmente, se inicia la rehabilitación.

El objetivo de Smileagain es lograr lo que llaman el mantenimiento sostenido, es decir, que estas mujeres alcancen la independencia económica. Por ello, una vez recuperadas (tanto como puedan estarlo) les dan formación. Después intentan que pasen al mercado laboral: muchas son contratadas en uno de los 40 salones de belleza que tiene Masarrat. Otras montan su propio salón. “Incluso una se acaba de graduar como abogada y otra está haciendo un doctorado en Alemania”, dijo Ayesha con una sonrisa de enorme satisfacción en su cara.

Fundación Sigo adelante

En 2013, en Aragón, nace esta organización, formada por médicos, cirujanos plásticos y anestesistas, con el objetivo de “mejorar la calidad de vida de niños o adultos que, debido a malformaciones, quemaduras, cáncer u otra enfermedad, sufren física y emocionalmente por las deformaciones faciales, mutilaciones y secuelas”.

El año pasado, y en colaboración con Smileagain, se inmiscuyeron en el proyecto Devuélveles la sonrisa. Viajaron a Pakistán y trataron a 35 pacientes, 15 de ellas quirúrgicamente y el resto recibiendo tratamiento médico de las secuelas. Hasta allí llevaron material sanitario cedido por algunas clínicas de Zaragoza y pudieron comprobar las “claras deficiencias en material quirúrgico concreto, como expansores o piel artificial”. En otoño del año actual volverán a subirse al avión. Quieren llevar con ellos todo tipo de material y hacen un llamamiento para conseguirlo: “Fármacos analgésicos, anestésicos, material de curas…”.

Lejos de disiparse, el drama avanza. Cada día aparecen nuevos casos de mujeres agredidas. Personas que nunca volverán a ser como antes. Atacadas de una manera salvaje por un hombre que se cree su dueño.

“La mujer debe ser respetada y eso pasa por la educación del hombre” (Masarrat Misbat).

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