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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera
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Españoles en los campos nazis: apátridas en el siglo XXI

Jordi Rabassa

Estuve cuatro días en la Alta Austria, en un viaje organizado por la Amical de Mauthausen con motivo de la liberación de este campo nazi hace 70 años. El acto central del viaje fue el acto de homenaje internacional que se hizo el domingo 10 de mayo y que reunió casi 50.000 personas de todo el mundo. Contra lo que es habitual, este día asistió el Ministro de Exteriores del gobierno español, José Manuel García Margallo, que hizo un parlamento al pie del monumento que recuerda a los republicanos españoles. A pesar de que el homenaje se organiza anualmente, esta es la primera vez que asiste un ministro del gobierno, y para recordar una efeméride de este calibre hay que remontarse al año 2005 (¡hace 10 años!), cuando asistió por primera y última vez un presidente del gobierno español: José Luis Rodríguez Zapatero. La Generalitat de Catalunya envió el delegado de la Generalitat en Austria, Adam Casals, el director del Memorial Democrático, Jordi Palou-Loverdos, e hizo acto de presencia el eurodiputado de ERC Josep Maria Terricabras, que aseguraba que estaba a título personal. Joan Ramon Zaballos, jefe de la oposición en el ayuntamiento de Lleida hizo el viaje entero, conviviendo los cuatro días con todo el grupo.

Dos días después de este homenaje, el 12 de mayo, los votos del PP, de UPyD y del PSOE han impedido que prosperara una moción, presentada por el diputado de ERC Joan Tardà, que incluía dos aspectos fundamentales: que Felipe VI pidiera perdón en nombre del Estado español a los casi 8.000 republicanos españoles deportados, de los que quedan vivos menos de media docena, y su reconocimiento jurídico como víctimas, lo que podría resarcirles del silencio y el olvido con el que han vivido ellos y sus familias durante estos 70 años. Esto podría permitir, más adelante, una rehabilitación económica (como la que ya perciben o han percibido en los estados alemán y francés).

Ante la ignominiosa visita de Margallo, que fue un relámpago incómodo en una experiencia entrañable, y de la triste votación en el congreso, algunas consideraciones.

La Amical de Mauthausen. Anfitriona y organizadora

El viaje y las actividades a las que he hecho referencia están organizados por la Amical de Mauthausen, en coordinación con el Comité Internacional de Mauthausen y el resto de amicals y memoriales. También asistieron alumnos de cuatro institutos (Manresa, Sant Celoni y La Almunia de Doña Godina) que, asesorados por la Amical, han desarrollado proyectos educativos en torno a la deportación y Mauthausen en concreto. Los que fuimos nos lo costeamos de nuestros bolsillos y los organizadores son voluntarios, que dedican muchas horas para coordinar un buen número de actividades y homenajes para dignificar, estudiar y divulgar la memoria de los deportados y las deportadas españolas. Este año varios medios noticiaron las palabras y el gesto de García Margallo sin hacer una sola referencia a la entidad organizadora que fue, nada menos, quien invitó al ministro. Podemos leer el mismo día 10 en La Vanguardia Digital: “La comitiva española, una de las más numerosas, ha estado encabezada por el ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo”, una información expresamente tendenciosa, que esconde el protagonismo innegable de la Amical de Mauthausen y los familiares de las víctimas.

El monumento de homenaje

También es importante recordar la biografía del sólido monumento español, que es el único del memorial de Mauthausen de propiedad privada, dado que los casi 50 restantes son de propiedad de cada estado y la construcción, el cuidado y mantenimiento corren a su cargo. Por el contrario, el monumento español está situado en un espacio cedido por el estado francés, y se erigió gracias a las contribuicions voluntarias de la ciudadanía mediante una colecta impulsada por la Amical de Mauthausen hace décadas. Ningún gobierno español ha invertido un solo centavo en los metros cuadrados que guardan la memoria de miles de nombres y apellidos, miles de biografías que se rompieron fatídicamente como consecuencia de la infamia del fascismo.

El reconocimiento jurídico

Reconocer jurídicamente el estatus de víctimas de los deportados, más allá de la posibilidad de una rehabilitación económica, tiene un alto valor simbólico, emocional y político. Porque durante 70 años han sido despreciados por el Estado español, que les ha tratado de manera paternalista pero no efectiva, como hizo el ministro en el memorial del campo, que soltó a los pies del monumento y ante las familias: “Sabed que esa España que os rinde hoy homenaje es un país abierto, democrático, solidario, integrador. Un país donde el respeto al otro, al diferente, es la norma. Un país que rechaza cualquier forma de intolerancia, de intransigencia, de barbarie”. Unas palabras cínicas que escondían, tras una apariencia de comprensión distante, el voto negativo de su partido, el PP, a la moción a la que hemos hecho referencia. Sólo dos días después de estas palabras vacías, la España abierta, democrática, solidaria, integradora, que rechaza la intolerancia, la intransigencia y la barbarie negaba su condición de víctimas a los que sufrieron el episodio más brutal del fascismo en Europa, como si su desdicha se debiera a un fenómeno natural incontrolable y no fuera consecuencia de un plan político de exterminio calculado e industrial de la diferencia y la disidencia.

El perdón de España

En este sentido, el primer punto de la moción de Joan Tardà solicitaba que el jefe de España pidiera perdón, en nombre de este estado, a los deportados y las deportadas. No se trataba de un “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Se trataba de asumir la responsabilidad que tienen los representantes políticos españoles en esta matanza y su ocultamiento posterior. La connivencia de las autoridades políticas que retiraron la nacionalidad española a los exiliados en 1940 los convirtió en apátridas y, por tanto, no disfrutarían de la condición de “prisioneros de guerra” cuando fueron capturados formando parte del ejército francés, o directamente entregados por la Francia de Vichy, presidida por el mariscal Pétain. El fatídico acuerdo del triángulo francés, alemán y español sentenció a muerte a los deportados, que mayoritariamente habían luchado en la guerra de España, siempre en el bando republicano. Como el Congreso nunca ha rechazado el franquismo, y los políticos de la transición se negaron a romper la continuidad del estado con la dictadura, el perdón entonado por Felipe VI hubiera alcanzado una dimensión política sin precedentes. Justamente por ello PP, UPyD y PSOE se opusieron: hubiera representado una duda sobre el mito de la “modélica transición”. Un interrogante insoportable sobre los garantes del estado forjado en 1978. Un peso que se cierne todavía sobre la intimidad de los deportados, sus familias, y su memoria, olvidada en los libros de texto de nuestros escolares.

Se refería a ello el mismo día 12 de mayo el presidente de la Amical de Mauthausen, Enric Garriga, en un sobrecogedor tuit: “70 años después, las víctimas de los campos nazis, las víctimas del franquismo y el nazismo, siguen, seguimos siendo apátridas”. Este estado no los reconoce. No los representa.

La insolencia del ministro

La frialdad y la falta de empatía del Ministro Margallo fue evidente: llegó caído del cielo al memorial a la hora convenida para hacer su discurso, no se mezcló con la expedición española y sólo interlocutó para responder insolente algunas demandas de los familiares. Esta actitud fue respuesta con la misma frialdad por el grupo de familiares de los deportados y demás presentes. Se mantuvo altivo cuando se la rodeó de banderas tricolores y independentistas e, incluso, canturreaba “A las barricadas”, interpretada sorprendentemente por la comitiva francesa que homenajeó a nuestros deportados. La actitud y la voluntad de la Amical fue, desde el primer momento, el de garantizar el máximo respeto para todos sus invitados.

La incomprensible actitud de los políticos catalanes

Este posicionamiento distante, y protegido por una barrera de hombres con gabardina, contrastó positivamente con los representantes catalanes que hemos citado antes, que se esforzaron por hablar con los asistentes con mayor o menor simpatía. A pie del monumento, Palou-Loverdos pronunció unas palabras muy duras contra las políticas de memoria del Gobierno, así como las de Joan Ramon Zaballos, jefe de la oposición de La Paeria de Lleida. Su presencia en los actos, sin embargo, tuvo también un episodio lamentable que puede ser fruto del desconocimiento del funcionamiento del acto o del significado político profundo del mismo. El triste episodio (protagonizado por Palou-Loverdos, Casals y Terricabres) se dio en el desfile de las delegaciones estatales en el Appelplatz del campo para rendir homenaje conjunto a las víctimas. Se trata de una ceremonia larga que suele estar encabezada por ejército o los políticos patrios. En el caso español la encabeza la Amical de Mauthausen, que, como hemos comentado, organiza y asiste cada año desde hace décadas. Pero claro, la estrategia política es más importante que la dignidad y desgraciadamente en ese contexto, también que la memoria que se homenajeaba, y Palmito se situó en primera fila con su grupo de apoyo y su enorme bandera constitucional. La Amical guardó unos metros de distancia para hacer la ofrenda más sincera, y cercana, y para distanciarse de un gobierno que, a pesar de las palabras, es insensible a sus demandas. Y incomprensiblemente, los representantes políticos catalanes Palou-Loverdos y Casals, así como el eurodiputado Terricabras, que insistía en que iba a título personal, se situaron en primera fila, junto al ministro, el ejército y la guardia civil, olvidando las víctimas y la Amical.

A pesar de expresar varias veces su error y reclamarles que se situaran con la entidad y su gente, Terricabras se mostró confundido y, arguyendo que si no estaba con el ministro no podría hacer la ofrenda floral se mantuvieron en primera fila para inmortalizar en una fotografía que, tras la votación en el congreso del día 12, es más que vergonzante. Nunca sabremos si esta decisión fue indicada desde la Generalitat o el partido, pero es evidente que fueron incapaces de leer la importancia del momento y las consecuencias de su gesto: como siempre (con la excepción del Paer Zaballos), los representantes políticos por su parte y las familias por otra. Aquel estado que se niega a representarlos evidenciado en unos metros de distancia patética.

¡Fascismo, nunca más!

Por último, tomo prestada algunas de las palabras que pronunció Enric Garriga, presidente de la Amical de Mauthausen, refiriéndose a los deportados: “Queremos recordar y reivindicar su consideración de primeros luchadores antifascistas de Europa; denunciar el desconocimiento de la deportación republicana y de su integración en la historia de España y de Europa; y manifestar la vigencia de los valores republicanos de la libertad, la laicidad, la fraternidad, la justicia por la que los hombres y las mujeres de la República lucharon y muchos murieron. En este aniversario la Amical quiere recoger el compromiso de los deportados y deportadas en Mauthausen y en los otros campos, y ante el peligro del rebrote del fascismo y de los partidos de extrema derecha en la Europa actual, reafirmar el juramento de todos ellos de ”Fascismo Nunca Más“. Renovamos aquí nuestro compromiso con su mensaje, su lucha y en la defensa de su memoria y dignidad. Y renovamos nuestra voluntad y nuestro compromiso de seguir trabajando con los jóvenes, acompañándolos en las visitas a los campos, y sembrando en ellos y con ellos la semilla de la libertad y la justicia para todos los pueblos de la tierra ”.

No pedir perdón y no reconocer que los deportados son víctimas del fascismo es permitir que éste siga impune en nuestro país. Es permitir que la homofobia, el racismo y el culto a la violencia se sigan considerando problemas concretos y aislados y no concepciones estructuradas del mundo, con unas causas y unas consecuencias devastadoras para nuestra sociedad. El estado español vuelve a ser condescendiente con el fascismo. Y ante esta brutalidad nos resta renovar y gritar más fuerte que nunca el juramento de los deportados: “Nunca Más!”.

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