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La censura y la irrelevancia

Jordi Corominas i Julián

Volví a Barcelona un lunes de julio de 2007 y mi recuerdo de ese retorno es el de un taxi que circulaba por una ciudad a oscuras. El mismo día se incendió un transformador eléctrico en el carrer Escornalbou y la fragilidad del sistema apagó Barcelona.

Pocos días antes el juez Del Olmo había ordenado el secuestro de la revista El jueves, que sale los miércoles, porque consideraba que su portada injuriaba a la Corona española. La cubierta presentaba a los otrora príncipes de Asturias en pleno acto sexual mientras ironizaba sobre el plan del presidente Zapatero para incentivar los nacimientos y ponía en boca del actual Rey Felipe que la concepción de un bebé sería lo más parecido a trabajar que hubiera hecho en su vida.

En ese momento ya se intuyó propio de la sociedad del siglo XXI monopolizada por la imagen. Aun no existían las redes sociales, pero la viralización de la famosa portada ya se encargó de demostrar su utilidad porque lo prohibido circuló como la pólvora y se convirtió en tema recurrente de charla durante ese verano.

Más allá de la anécdota la decisión judicial mostraba como, en una época donde aun no había estallado la crisis, aun era peligroso burlarse de la Monarquía en un país democrático como España, sin reparo alguno para prohibir la libertad de expresión en este caso concreto donde lo que Pablo Iglesias llama Casta atacó a pecho descubierto al enemigo tolerado, una publicación con una carga humorística muy suave si se compara con revistas del pasado como L’esquella de la torratxa o el Cu-Cut!

Han pasado ocho años y la Historia se repite desde otra perspectiva diferente aunque parecida. A primera hora de la mañana de este miércoles tan prolijo en noticias me enteré que el MACBA cancelaba la anunciada e inminente exposición La bèstia i el sobirà porque los comisarios se habían negado a retirar la obra Haute Couture 4. Transport de la artista austríaca Ines Doujak, quien explicó en la Bienal de Sao Paulo que su grupo escultórico juega con las relaciones de poder y las subvierte mediante una crítica al colonialismo que el director del Museo no comparte, y ese es uno de los motivos que ha conllevado la anulación de la muestra, aunque es más probable que la estatua donde un pastor alemán penetra a la boliviana Domitila Barrios de Chungara que a su vez sodomiza al rey Juan Carlos I, a cuatro patas mientras escupe un ramo de flores que cae en una base bañada por cascos de las SS, haya sido tanto en fondo como en forma el principal argumento para cargarse una exhibición ya montada con más de treinta artistas internacionales en sus filas.

En un programa vespertino Bartomeu Marí ha declarado que el MACBA no quiere ser portavoz de una provocación ni el lugar de un escándalo. Yo le digo que sin la cancelación nadie se hubiera enterado porque su centro, precioso para enmarcar el espacio de la plaza de los skaters, no importa a nadie porque algo se habrá hecho muy mal. Ya desde su inauguración, cuando los invitados lo paragonaron con una cárcel, ha levantado ampollas y no ha sabido transmitir en ningún momento cercanía. Sus vastas paredes blancas nunca han suscitado atractivo para un público que ha preferido otros centros expositivos, y lo afirmo porque una de las actividades con las que me gano la vida es la de guía de exposiciones temporales. Mis alumnos, cuando les menciono la posibilidad de visitar el MACBA, me miran con rechazo. Ello no implica que todo lo realizado sea malo, pero el mensaje del arte contemporáneo no ha cuajado en la ciudad porque sus mismos gestores, ufanos en su elitismo, se han contentado con propuestas lejanas para la mayoría, sin didactismo ni voluntad informativa.

Lo dicho, en realidad, afecta a gran parte del parque museístico español que trata el arte de los últimos decenios, pero Europa y América nos enseñan que si es posible acercarse al gran público. Es normal ver el parisino Pompidou lleno hasta los topes con una oferta atractiva que convence tantos a turistas como a los habitantes de la ciudad de la luz.

No nos desviemos de la cuestión. Como en el caso de El jueves la imagen que ha provocado todo el entuerto se ha difundido por tierra, mar y aire. ¿Qué sentido tiene censurarla si ya ha cruzado todas las fronteras imaginables? ¿Tan difícil es entender el absurdo de tomar una acción de este tipo en nuestra época?

Una de las diferencias con el otro secuestro es que ahora la casta defiende a la casta prohibiéndose a sí misma, pues el MACBA es una de los joyas de la corona, el paradigma de una Barcelona cosmopolita que con este veto cae en un obsceno provincianismo porque según su director no cabe todo en la saca del arte contemporáneo. Y estamos de acuerdo, pero puedo asegurar que he visitado exposiciones donde había obras que respondían mucho mejor a esta premisa, trapos y miseria que nos querían vender como la quintaesencia de la modernidad.

Las razones son otras y todos las sabemos en este país pacato que tiene miedo de algo y desnuda sus vergüenzas con ridiculeces como la vivida este miércoles dieciocho de marzo. En esta España tan poco dada a la dimisión sorprende que nadie haya pedido la cabeza de Marí, algo más que comprensible tras esta enorme pérdida de papeles donde el escándalo sí que ha dado réditos al MACBA, eso sí, desde la irrelevancia de una noticia que dura lo que un suspiro porque mañana no habrá nada nuevo bajo el sol del museo.

Sin embargo la efeméride da para pensar mucho. El día ha sido movido en todo el mundo y en Barcelona no se ha quedado corto entre el murmullo electoral y la condena del Supremo a tres años de cárcel a ocho de los implicados en el asedio al Parlament de Catalunya. Resulta curioso que la anulación de la sentencia de la Audiencia Nacional haya convivido casi simultáneamente con el bombazo de la censura artística. ¿Resultado? Manda la actualidad y el ataque creativo al heredero designado por Franco ha borrado la infamia de una nueva resolución judicial que sí es relevante, y en estas acude a mi mente otra imagen para completar la trilogía patética de la jornada. Veo a Felip Puig, Conseller d’Empresa i Ocupació, y constato que aun no ha dimitido por los hechos de Plaça Catalunya del no tan lejano mayo de 2011. Compruebo que a unos jóvenes que se manifestaban les caen tres años y en cambio a muchos políticos que han robado durante años con total impunidad la vida les va de maravilla sin ceses ni barrotes. Eso sí es relevante.

PS: Al final quizá la cancelación sí que estaba relacionada con el escándalo y quien escribe piensa en una maniobra para promocionar una exposición que, como afirmé en la nota redactada el miércoles, de otro modo apenas hubiera tenido repercusión. Con la rectificación se demuestra la mentira del refranero, pues en realidad los sabios cambian de opinión para bien y en esta ocasión la apertura a partir de este sábado 21 redobla en el bochorno para la institución, feliz por una hipotética mayor recaudación, lamentable en su estrategia que huele a tomadura de pelo teñida de cordura cuando en realidad su sabor es de fingida claudicación. ¿Estaba planteado el embuste? ¿Se trata de salvar los muebles? ¿De lavarse las manos? Sea lo que sea el hedor es fortísimo y las dimisiones deberían imponerse por pura lógica de descrédito, acrecentada tras las declaraciones de Ines Doujak, quien hoy comentó que el director del MACBA sabía que la pieza iba a exponerse desde el pasado 25 de febrero, no desde dos días antes de la inauguración como afirmó cuando saltó la polémica.

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