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'La muestra de cine más pequeña del mundo' sigue sin luz

Francesc Miró

  • La Muestra de Cine de Ascaso, una aldea de seis casas en lo alto del Pirineo Aragonés, arranca su quinta edición afianzando su apuesta cultural

Para llegar a la muestra de cine más pequeña del mundo hay que querer porque no es fácil encontrarla. Parte de su encanto, justamente, consiste en eso. Existen pocas indicaciones y el acceso viene a ser un camino rural de inclinaciones y curvas imposibles. A 17 minutos de Boltaña, a las orillas del río Ara, existe una pequeña senda que nos lleva hasta Ascaso: una aldea de seis casas, una sola calle y una era. Cuando consigues llegar, el esfuerzo se compensa con creces.

Semiabandonada en los años sesenta, las pocas residencias que la forman han resistido sobre la montaña, viendo pasar las nubes a 1.000 metros de altitud y manteniéndose prácticamente escondidas durante cinco décadas. Al menos hasta que Néstor Prades y Miguel Cordero adquirieron una de las viviendas.

Desde el día en que empezaron a vivir allí, ambos tuvieron el firme objetivo de regenerar el pueblo. Empezaron por recuperar su fiesta popular: el 6 de septiembre, San Julián, gente de las localidades vecinas se animaba a subir hasta Ascaso para celebrar que una festividad tradicional se recuperaba en tiempos en los que la gente cada día celebraba menos cosas.

Aficionados al cine, Miguel y Néstor se animaron a realizar quedadas para ver películas con sus amigos en lo alto de la montaña. Y surgió la idea de unir su más apasionado hobby con la voluntad de hacer renacer la villa. El resultado es la Muestra de Cine de Ascaso.

Un lustro trabajando por recuperar un pueblo

El primer año la Muestra de Cine de Ascaso se hizo con un proyector casero y un toldo de Leroy Merlin que, del revés, pasaba por ser una milagrosa y precaria pantalla de cine. El empeño de la organización hizo que directores como Jose Mari Goenaga o Luis Miñarro se interesasen por la iniciativa y en 2012, ambos se presentaron allí con películas como 80 egunean y Family Strip bajo el brazo.

La primera noche, al menos treinta personas subieron alentados por la curiosidad. Hicieron falta mantas porque el cine al aire libre bajo las estrellas del Pirineo Aragonés no entiende de temperaturas tibias. Pero aquello no acobardó a nadie y al día siguiente el número de asistentes se había triplicado. Se había corrido la voz: existía un festival de cine tan pequeño que cabía en la era de un pueblo diminuto.

La primera edición insufló una energía a sus organizadores que les hizo pensar que su humilde iniciativa vecinal podía convertirse en el proyecto de recuperación de patrimonio cultural e histórico que Ascaso necesitaba. Así que pusieron en marcha una campaña de crowfunding con el objetivo de restaurar una antigua borda, cuyo techo y paredes estaban medio derruidos, para que se convirtiese en centro neurálgico del festival. Gracias a una exitosa campaña en goteo.org, lo que alguna vez almacenase ganado y productos agrícolas, alberga hoy coloquios con prestigiosos realizadores, una tienda de merchandising que hace las veces de bar, catas de vino y hasta una pequeña sala en la se proyectan cortometrajes.

Aquello se hizo con el dinero que había aportado la gente. Voluntarios que hoy siguen trabajando para el festival año tras año. Ellos construyen y desmontan la muestra, y lo hacen a cambio de cine y de la oportunidad de poder vivir el particular ambiente de la muestra.

Así, edición tras edición un puñado de personas ha afianzado una apuesta cultural sólida en su programación y realmente efectiva en su doble objetivo: revivir el pueblo haciendo que las autoridades políticas se impliquen en su regeneración, y consolidar el festival como un espacio de referencia para el cine de autor a nivel nacional. Por ahora, son ya el festival más mediático de la Red de Festivales Independientes Cine Grande en Pequeño, una coordinadora de certámenes y muestras que reúne catorce eventos culturales por toda la geografía española bajo la misma filosofía.

“Este país desprecia mucho al sector no lucrativo”

Miguel Cordero es una de las personas que montaron el toldo y le dieron la vuelta para que fuese una pantalla allá por 2012. Hoy es codirector de una muestra ya consolidada que gracias a su eco mediático ha conseguido que se la tome en serio tanto a nivel institucional como cultural. Aunque después de cinco años, Ascaso sigue sin electricidad y esta es la reivindicación más activa del evento. “Aún no tenemos luz pero es algo que parece estar encauzado”, nos cuenta Miguel. “Hace poco parecía que no iba a llegar jamás y ahora parece que en un par de años o tres, puede llegar la luz al pueblo”.

Si Ascaso consigue electricidad, por tanto, será gracias a esta muestra y a la gente que trabaja en ella. “Empezamos a tener una repercusión y eso se nota cuando hablas, por ejemplo, con la Diputación Provincial de Huesca. Ellos han empujado al ayuntamiento -del municipio de Boltaña- a que realice un estudio técnico que se publicará en breves. Eso es ya un gran paso”, dice optimista uno de los mayores impulsores del evento.

Aun así, no es fácil soportar todo esto económicamente. “Este año contamos con veintidós voluntarios que ya han estado antes en el festival, sin ellos nada de esto se haría”, explica Miguel. Por ahora, remodelaciones y restauraciones como la que hicieron en la borda principal, son ahora difícilmente realizables. “Cuando venga la luz todo será más fácil y seguiremos trabajando. Aunque es verdad que el simple hecho de dar nombre y hacer que la gente conozca este sitio, puede impulsar a descubrirlo”. Según él, esto no pasa con todo el mundo: “si en vez de plantearlo como una organización sin ánimo de lucro hubiésemos ido a vendérselo a la Administración como una empresa privada, las cosas serían diferentes”, asegura Miguel Cordero. Desgraciadamente, “en este país se desprecia al sector no lucrativo constantemente”.

Ni él ni los voluntarios de la Muestra de Cine de Ascaso se dan por vencidos, “es una historia muy nuestra; reivindicar lo no lucrativo y lo participativo”, defiende Miguel. “Es algo que las administraciones no apoyan. Cuando no directamente dificultan. Este año la Administración nos ha reducido la zona de acampada a 10 tiendas”, disminuyendo así el número de asistentes y complicando la labor del festival.

Cordero explica que a nivel institucional, las organizaciones sin ánimo de lucro tienen muchas más dificultades para acceder a subvenciones. “No es un problema de Ascaso, estás haciendo cosas por la comarca todo el año, pero en agosto la administración aún no ha sacado las ayudas de 2016. Es decir que todavía no sabes si te van a dar algo o no te van a dar nada”, dice el codirector de la muestra.

Eso a nivel comarcal, pues Ascaso depende de Boltaña que está en la Comarca de Sobrarbe. Pero la lentitud administrativa en este tema se repite el Gobierno de la Comunidad Autónoma. Según cuenta Miguel Cordero, “abrieron el plazo para pedir las subvenciones a finales de julio”, siendo esta muestra en agosto. “Esto no lo hacen en otros sectores. Esta falta de respeto no la tienen con el sector lucrativo, se la hacen a la gente que hace cosas voluntariamente”, asegura. “Pero bueno, adaptamos el presupuesto a lo que tenemos. Si hay más dinero arreglaremos más muros y si tenemos menos pues arreglaremos menos muros. Pero el festival sale adelante”, concluye positivo. 

La idea es continuar pero no es fácil. Nadie dijo que la cultura, el trabajo asociativo o la regeneración patrimonial lo hayan sido nunca. Aun así, es de agradecer que aquellas iniciativas que pretendan hacer algo se muestren incansables, tal y como lo hacen en Ascaso.

Cine pequeño para un festival artesanal

Este año, la Muestra de Cine de Ascaso se celebra del 23 al 27 de agosto. Cuatro días en los que se proyectarán largometrajes y cotrometrajes fieles a la filosofía del festival: cine pequeño, artesanal y poco comercial. Cine como Ascaso.

Jonás Trueba traerá Los Exiliados Románticos y hablará con los asistentes a la muestra la primera noche. Al film español le seguirán la comedia Rams, el valle de los carneros del islandés Grímur Hákonarson o Un día perfecte per a volar, de Marc Recha. También la maravillosa película de animación brasileña O menino e o mundo, la francesa Demain de Cyril Dion y Mélanie Laurent. Completa la programación, además de una selección de cortometrajes excelente, la celebración de los cincuenta años de La Caza de Carlos Saura.

Por si fuera poco, tal y como se hiciese el año anterior con las fotos de Sebastião Salgado, la única calle de la aldea albergará la exposición Miradas del cine español de Chus Arcas.

Todo en pocos metros cuadrados, sin luz corriente, en una aldea que sigue viva gracias al cine y al sudor de muchos voluntarios. Ellos consiguen que una pequeña aldea se convierta en punto de referencia del sector cultural nacional independiente. Por lo menos cuatro días a finales de agosto.

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