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Rodar en tiempos revueltos: ¿por qué la primera serie española de Netflix es más de lo mismo?

Las chicas del cable

Mónica Zas Marcos

Cuando Netflix anunció su primera producción en España, muchos soñaron con Narcos, House of Cards o The Crown. La era dorada de la televisión aterrizaba en nuestro país y, con ella, nuevas ideas para un músculo serial algo entumecido. O eso creíamos. Las chicas del cable, estrenada este viernes en 190 países, hereda una estrategia que ya se ha demostrado rentable. 

Netflix no quería dar aire fresco a la producción española, sino nutrirse de lo que aquí da dinero y funciona. “Nos llamó el vicepresidente de la empresa para decirnos que le había encantado la primera temporada de Velvet. Propusimos mil cosas y nos dijeron 'queremos Velvet', es decir, una serie femenina de época”, cuenta a eldiario.es Ramón Campos, responsable de Bambú Producciones y productor de Las chicas del cable

Su empresa atrajo la atención de la plataforma de video on demand por su trato del melodrama romántico. “Velvet es la serie más vendida y Gran Hotel es la segunda más vendida de España”, cuenta Campos sobre sus dos proyectos más exitosos. “Hay un público enorme en el mundo que consume melodramas románticos, y en nuestro país sabemos hacerlos muy bien”, concluye.

Las chicas del cable se desmarca un poco de lo anterior por su mensaje feminista, pero tampoco escandaliza. “En 1928 la vida no era fácil para nadie. Y mucho menos si eras mujer. No éramos libres, pero soñábamos con serlo”, dice la voz de Blanca Suárez en el episodio piloto. Las cuatro protagonistas ansían la independencia económica y brindan por su primer contrato en una empresa de telecomunicaciones, pero su lucha pronto se ve relegada por una historia de amor y una intriga. 

Desde Bambú dicen tratar con cuidado el género romántico, tan denostado en la actualidad, para no entregar un producto simple visualmente y vacío de contenido. “Yo nunca hago un melodrama sin más, hago un melodrama aderezado con algo”, asegura el productor. Ramón Campos no se avergüenza de esta etiqueta, pues “desde el principio nos quisimos centrar en ese target, que a la vez está muy desatendido en la televisión”. 

Las mujeres de 15 a 60 años son el público potencial de Las chicas del cable, según su showrunner. Ramón Campos no siente que estén encasillando a la audiencia femenina, sino que están escuchando sus gustos en una industria controlada por hombres. “Hay muchos ejecutivos hombres en la televisión que hacen las series que ellos quieren ver y, de repente, parece que todo el mundo tiene que hacer HBO”, opina. 

El director de Bambú expone con un ejemplo el nacimiento de Velvet y su especialización en el melodrama romántico. “Hice una serie llamada Marco, de los Apeninos a los Andes para Antena 3. Emitimos el capítulo uno y funcionó muy bien. Pero, cuando emitimos el dos, nos pusieron en un lado Pretty Woman y en el otro El hombre de tu vida. Nos reventaron”, continúa. “Le dije a mi socia, si todo el público femenino quiere este estilo de historias románticas, ¿por qué no se las da nadie en ficción seriada?”.

Netflix comprendió el potencial de este nicho de espectadoras y recurrió a nuestro país para subsanar el vacío. “Bambú hace melodramas románticos con elementos de misterio, de política o de thriller, pero nuestro género es ese. Y no quiere decir que toda la serie sea una historia de amor, ni que carezca de calidad”, reivindica Campos.

Un cásting comprometido

Ramón Campos no cree en una televisión educadora, sino de entretenimiento. En este último proyecto, sin embargo, han decidido dar importancia al derecho a decidir de las mujeres. “En Bambú todas mis compañeras son mujeres -muy reivindicativas del papel de la mujer, además- menos yo. Fueron ellas las que quisieron transmitir ese mensaje en el guion y hacerlo bien”, comenta. 

En ese sentido, el cásting de actrices encaja como un guante con el discurso y las intenciones de Las chicas del cable. “Lo que sucedió el otro día en El Hormiguero demostró que no se van a callar ante nadie”, menciona el productor.

Se refiere a un episodio bochornoso del programa de Pablo Motos al que acudieron las cuatro actrices para promocionar la serie. El presentador insistió en preguntarles si bailaban reggaeton porque “las chicas se dividen entre las que saben perrear y las que no saben perrear” o que eligiesen a su actor de Hollywood favorito para rodar una escena de cama. La actriz Maggie Civantos contestó sin pelos en la lengua y sus caras mostraban una clara disconformidad con el tono de la entrevista.

“Hay que mandar un mensaje a 190 países distintos de que no está todo hecho. Vivimos en una sociedad muy machista, nuestro medio es muy machista, y ellas logran generar esa empatía”, resume Ramón Campos.

La decepción del público

El productor de Las chicas del cable reconoce que existe una cierta decepción por el formato de la serie. “Sé, por lo que me va llegando, que hay quien hubiese querido otro House of Cards. Y el problema es que eso ya está hecho. Ese público ya está satisfecho en Netflix”, explica Campos con honestidad. También critica que se observe la serie solo desde el punto de vista español, porque “es un análisis muy corto de miras”. La plataforma, defiende, ha atendido a las necesidades globales de sus 100 millones de usuarios en 190 países.

“Fuera entienden mejor el proyecto de lo que lo hacen en casa”, se lamenta. Desde Bambú aseguran que hacen las series en base a unas necesidades, a una estrategia empresarial y a un resultado: lo que Ramón Campos llama series bombilla. “Las series bombilla son aquellas que iluminan y dan dinero para que, de repente, llegue una obra de arte, un Los Soprano, y se la vea. Esas obras de arte necesitan el suelo económico de las series bombilla para nacer”, cuenta en forma de metáfora.

Él se enorgullece de formar parte de los primeros y piensa que el mal del cine actual está en querer hacer únicamente piezas de museo. “No hagamos lo mismo en la televisión. Globomedia nos enseñó a crear ese suelo, luego ya llegarán otros que harán las series maravillosas”, concluye Campos. 

El futuro de la televisión, piensa, está en esto último y en el video on demand. “La única que va a sobrevivir es Telecinco porque es la que vive de los eventos en directo. Los programas como Sálvame y los realities van a resistir”, predice el productor.

Ellos han sido rozados por el dedo divino de Netflix, pero también han arriesgado otros proyectos y un prestigio aún por demostrar. Las chicas del cable, a diferencia de Velvet y Gran Hotel, tendrá que probar su valía ante 100 millones de personas. No es House of Cards pero, ¿necesitaría serlo?

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