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Facebook toma medidas contra grupos neonazis como los de Charlottesville con seis meses de retraso

Mark Zuckerberg

David Sarabia

Mark Zuckerberg ha esperado cuatro días para pronunciarse sobre los disturbios que causaron los supremacistas blancos y los neonazis en Charlottesville (EEUU). “No hay lugar para el odio en nuestra comunidad”, ha escrito en un post en Facebook. Promete “observar la situación de cerca y acabar con las amenazas de daño físico”. La cuestión, como siempre, es cómo lo hará.

La campaña de Donald Trump durante las elecciones generales gastó la mayoría de su presupuesto en la red social de Zuckerberg. Fueron 85 millones de dólares. Muchos más invirtió en Instagram, Twitter y, cómo no, Cambridge Analytica, la empresa de big data que se encargó de trazar el perfil de más de 220 millones de votantes estadounidenses.

“Sin Facebook no habríamos ganado”, reconocía hace poco a la BBC Theresa Hong, una de las mentes pensantes detrás de Project Alamo, el nombre que se le otorgó a la campaña y que contó con la ayuda de Cambridge Analytica.

“Es una desgracia que todavía necesitemos decir que los neonazis y los supremacistas blancos están equivocados, como si esto no fuera obvio”, escribía Zuckerberg en Facebook, en clara alusión a Trump por sus declaraciones del martes.

El presidente de los EEUU evitaba hace dos días en una rueda de prensa condenar a los neonazis que se manifestaban en Charlottesville. “¿Y qué hay de los alt-left [izquierdistas] que vinieron y cargaron contra, como tú los llamas, alt-right [miembros de extrema derecha]?” le espetaba Trump a un periodista. “Hay un grupo en un lado que es malo y otro que también es muy violento en el otro lado”, decía.

Facebook: conectando nazis desde hace mucho tiempo

El 80% de los que votaron en las pasadas elecciones estadounidenses en Charlottesville lo hicieron por Hillary Clinton. Es una población universitaria, joven y progresista. Todo lo contrario que los supremacistas blancos que el pasado viernes convocaron la primera manifestación en torno a la estatua de Robert E. Lee, un controvertido general del bando confederado.

Lee fue dueño de esclavos hacia el final del siglo XIX y en una carta a su mujer del año 1865 decía que la esclavitud era “un mal moral y político”. Para los nostálgicos de la bandera confederada es un mito. Es por eso que Unite the Right convocó la marcha en torno a su estatua. ¿Pero dónde se organizaron? En Facebook.

En febrero, el Southern Poverty Law Center (una ONG estadounidense que se encarga de luchar contra el odio y los grupos de extrema derecha allí) publicó un mapa donde listaba al menos 917 grupos activos en los EEUU. Dentro se incluyen el Ku Klux Klan, los neonazis, los supremacistas blancos y un largo etcétera de grupos racistas y fascistas.

Y no solo eso. La misma ONG también envió a Facebook por aquellas fechas una lista con más de 200 perfiles, páginas y grupos vinculados con grupos de odio. Según The Guardian, en julio aún había unas 175 organizaciones activas en la red social. En los últimos tres días, Facebook ha borrado varias de ellas, como la del partido tradicionalista neonazi de los trabajadores, el sitio de noticias Counter-Currents o la página del grupo Gallows Tree Wotansvolk.

YouTube y el “o todos o ninguno”

Zuckerberg ha sido el último en unirse a un movimiento al que también se han adherido Spotify, Uber, AirBnb o PayPal, entre otros. Mientras que la compañía de streaming musical ha retirado de su catálogo a las bandas neonazis, otras como PayPal o Airbnb les han negado sus servicios. En el caso de Uber, un supremacista blanco fue identificado y expulsado de la app tras las amenazas que vertió contra un conductor de la compañía.

En el caso de Cloudfare (una empresa de ciberseguridad que protege los servidores del Daily Stormer, una web de noticias nazi) también les ha cerrado el grifo a los racistas. El CEO de la compañía, Matthew Prince, cansado de las acusaciones que le trataban de nazi por colaborar con la publicación, explicaba el miércoles a Gizmodo que se había levantado de “mal humor” y había decidido “expulsarlos de Internet”, cortando así todo vínculo con ellos.

En el lado opuesto está YouTube. Hace dos semanas estrenó un nuevo algoritmo para eliminar contenido que promueva las ideologías extremistas y “combatir el terrorismo”. Para ello, incluiría una “mejor detección y un borrado más rápido guiado por machine learning”.

De momento no está funcionando del todo bien. Periodistas como Eliot Higgings ya se han quejado de que su cuenta ha sido suspendida por albergar vídeos sobre la guerra en Siria que subió hace tres años. Otra periodista, Alexa O'Brien, ha denunciado que un vídeo que fue utilizado en la defensa del caso de la exsoldado Chelsea Manning, también ha sido eliminado.

En marzo, multitud de empresas retiraron sus anuncios de la plataforma de vídeos por temor a patrocinar esos mismos clips fomentando el odio o el racismo. “Estamos muy preocupados de que nuestros anuncios hayan aparecido en YouTube promocionando el terrorismo y el odio”, dijo el proveedor de telecomunicaciones AT&T entonces. Y así hasta 250 empresas que se tiraron del barco. Por eso este cambio reciente en el algoritmo de YouTube y que ha parecido decir “o todos o ninguno”. Pero ni con esas.

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