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Radio Air Du Mboa: la república subsahariana independiente de la radio

Hassan Yemchu emitiendo su programa de radio en el salón de su casa/ E. G.

Elena González

Son las nueve de la mañana. Sobre una sintonía que mezcla ritmos electrónicos con el canto de un gallo suena la voz del locutor: “Música, información, animación. Puedes escucharnos en tu PC, en tu Android, en tu Mac, en tu iPhone. En cualquier momento, en cualquier parte del mundo, especialmente en Marruecos. Air Du Mboa: la radio de la alegría”. Con esta promo comienza la emisión matinal de Radio Air Du Mboa (el aire de mi pueblo, en el dialecto camerunés de Douala). Desde el salón de su casa, en babuchas, armado con un portátil, un micro y una pequeña mesa de mezclas, Hassan Yemchu mantiene la antena durante tres horas, de nueve a doce de la mañana, de lunes a viernes.

“Los inmigrantes subsaharianos aquí no tienen acceso a los medios de comunicación. No se pueden expresar. Por eso decidimos comenzar este proyecto”, explica Hassan a eldiario.es. Esta web radio fundada por tres camerunenes empezó a emitir desde Rabat en 2012. Ahora sólo permanecen en el proyecto Hassan y su socio, Armel Djatche, que se encarga de alimentar la web y de la parte técnica. El tercero tuvo que dejarlo para ir a buscar un trabajo remunerado.

El año pasado consiguieron un acuerdo con una asociación cultural marroquí que les cedía un estudio, pero sólo pudieron quedarse durante un mes. Hassan no puede apartar los ojos de la grabadora de la periodista. “Graba directamente con una tarjeta SD, ¿verdad?. Yo tengo que usar un dictáfono y luego convertirlo a MP3”, comenta, de colega a colega. No tienen más financiación que la que aportan él y Armel, que trabaja como profesor de nuevas tecnologías en Casablanca.

Radio Air Du Mboa se emite desde el piso de Hassan, en el barrio rabatí de Yacoub al Mansour. Es un pequeño apartamento de dos habitaciones donde vive con su mujer y su hija de cinco años. Tiene sus ventajas: “Es un estudio portátil” —se ríe—. “Lo voy moviendo por toda la casa, pero el matinal lo hago desde el salón”, una estancia sencilla, ataviada con tres sofás marroquíes por aquí y un mueble y una televisión por allá y presidiéndolo todo, la fotografía de su hija Inez luciendo un vestido rosa.

Los días de Hassan comienzan a las cinco y media de la mañana. Se levanta, se va al salón, enciende el ordenador, abre el correo y descarga las grabaciones que le han enviado los corresponsales y colaboradores durante la noche. Mientras monta las crónicas y los audios que va a emitir, se las arregla para preparar a Inez para la escuela. Su mujer, marroquí, trabaja en un restaurante de comida rápida y a veces no puede hacerse cargo de la niña a esa hora. Hassan va con el tiempo justo para llevarla a clase antes de las nueve, por eso la emisión empieza unos días a las nueve en punto, otros a las nueve y cinco y otros a las nueve y doce.

El viaje de Hassan

Además de trabajar para su proyecto, del que no obtiene un solo dírham, Hassan trabaja como fotógrafo y cámara freelance para bodas y eventos. Unos meses hay más trabajo; otros meses, menos. Tiene 44 años y llegó hace diez a Marruecos con un historia muy similar a la de muchos de sus compatriotas.

Trabajaba en una empresa de importación-exportación, pero los salarios en Camerún son muy bajos, así que decidió salir a buscarse la vida a otra parte. Nunca tuvo presión familiar, como ocurre muchas veces, para alcanzar el “sueño europeo”. Pasó cuatro años malos en Libia, en una época, todavía con Gadafi en el poder, en la que los inmigrantes subsaharianos empleados como mano de obra en las compañías petrolíferas eran maltratados y encarcelados.

Pasó por Argelia y tampoco le gustó y recaló en Marruecos. Aquí se casó, decidió establecerse y siguió formándose como cámara de televisión, una afición que se trajo de Camerún, cuando le llevaba el trípode a un primo que trabajaba en el oficio. “Mi primera cámara fue una JVC que me compré en Oujda por 220 euros”, explica con una sonrisa de añoranza de sus primeros pinitos.

“La tarjeta de residencia no sirve de nada sin trabajo”

Es un hombre orquesta. Después del programa matinal, sale a grabar entrevistas con inmigrantes subsaharianos que le cuentan cómo les va la vida en Marruecos, cómo fue su viaje y por qué quieren llegar a Europa; sus problemas con las embajadas de sus países, lo difícil que está encontrar trabajo aquí y cómo se ha acogido el proceso de regularización de inmigrantes. Es pesimista respecto a esto último: “Una tarjeta de residencia no sirve de nada sin trabajo. El problema es que la Unión Europea ha dado dinero a Marruecos para ayudar a los inmigrantes, pero a ninguno nos han preguntado cómo debería emplearse ese dinero”.

La UE ha aprobado para Marruecos una ayuda de 10 millones de euros destinados a programas de formación, salud y educación de inmigrantes. Hassan cree que deberían invertirse en montar proyectos como el suyo. Sueña con emplear a más redactores y técnicos para ver crecer Radio Air Du Mboa. “Si tuviéramos medios, podríamos hacer muchísimas cosas”. El pasado 6 de febrero, técnico y locutor pagaron de su bolsillo el desplazamiento a Tánger para cubrir el aniversario de las muertes del Tarajal. Se han dejado caer por la feria de agricultura de Meknés, celebrada en abril y han entrevistado al ministro marroquí de Agricultura, Aziz Akhannouch. También hacen vídeos y seleccionan noticias de interés e informaciones prácticas para la comunidad inmigrante.

El programa es un magazine muy variado donde la información tiene un papel importante. Cada media hora se emiten las crónicas sobre la actualidad africana que han enviado los corresponsales: “Las negociaciones en Mali en peligro, por la vuelta de las hostilidades entre el ejército y los grupos armados en el norte del país”. “El comportamiento del ejército de Burundi, en contradicción con la Constitución”. “El Foro Nacional de reconciliación de Madagascar anuncia el fin del arresto domiciliario del ex presidente Ravalomanana”. Los locutores son periodistas freelance de países como Guinea, Camerún, Costa de Marfil, Bruselas, Congo Brazaville. Tienen ocho que colaboran habitualmente, por amor al arte, para sostener el proyecto.

Hassan pasa un buen rato saludando a los oyentes. “Un saludo para Saga, que nos escucha desde Salé”. “Un abrazo para el presidente del Consejo de Migrantes”. “Desde Guinea nos escucha Sara”. Los oyentes pueden participar y enviar comentarios a través de la web. “No pueden llamar por teléfono, porque no la mayoría no puede gastarse el dinero en eso”, explica Hassan. Por la antena desfilan también una especialista en medicina tradicional africana que habla de remedios naturales contra la disfunción eréctil y un pastor congoleño que vive en Yousofia que da media hora de misa. El mes que viene quieren organizar una mesa de debate con economistas “pero tenemos que encontrar un lugar, porque algunos invitados no se atreven a venir al barrio. Hay agresiones regularmente”, se lamenta.

Hassan se despide en antena: “Así termina la emisión interactiva de hoy. Podéis visitarnos en nuestra web y también enviarnos comentarios en Facebook y Twitter. Les espero mañana a las nueve”.

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