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“Los soldados israelíes vertieron Coca-Cola sobre mí y soltaron moscas en mi cara”

Abdelrahmán Abu Hmeisa | Foto: Isabel Pérez

Isabel Pérez

Gaza —

Abdelrahmán Abu Hmeisa, de 16 años, no acude al instituto desde que fue liberado por las autoridades israelíes y volvió a su casa en Al-Bureij, campo de refugiados palestinos situado en el centro de la franja de Gaza. Allí vive con su madre y sus hermanos, pero los cuatro meses que pasó en cárceles israelíes, los interrogatorios y torturas a los que fue expuesto, le han cambiado el carácter y su actitud jovial anterior. El menor rompe el silencio y cuenta a eldiario.es el calvario por el que pasó con los y las soldados israelíes.

Todo empezó el sábado 10 de octubre del pasado año 2015. Era el segundo día que los jóvenes de la franja de Gaza participaban en las marchas contra la ocupación hacia la línea verde, donde se encuentra desplegado el Ejército israelí, en el contexto de la escalada de violencia que estalló en Cisjordania ese mismo mes.

“Yo decidí participar e ir a tirar piedras a los soldados. Cuando se hizo de noche, rompimos el alambre y traspasamos la línea verde”, relata Abdelrahmán. En ese momento, los muchachos se encontraban en territorio israelí. Los soldados les cerraron el paso y comenzó la persecución.

“Corrimos, corrimos… hasta que nos alcanzaron los perros de los soldados —continúa el menor—. Uno se me echó encima y me agarró con la boca el tobillo, solo mordía cuando intentaba moverme”.

Varios miembros del Ejército israelí llegaron y le ordenaron desnudarse íntegramente. Luego le ataron manos y pies con precintos plásticos y lo trasladaron a otro lugar, asegura el joven.

El tormentoso juego de los soldados

“Allí, los soldados israelíes me golpearon mientras escuchaban música a tope, música hebrea, muy rápida”, afirma Abdelrahmán. “Me pegaron en el estómago con sus botas, en mi cabeza y espalda con las culatas del rifle. Yo no veía nada porque me habían tapado los ojos”.

La madre de Abdelrahmán interrumpe a su hijo y añade: “Le hicieron beber algo fuerte que lo atontó. No lo menciona porque le da vergüenza, era algo haram, algo hecho con alcohol”.

Después de la particular 'fiesta' de los soldados con el menor detenido, le dejaron echado boca abajo en el asfalto. Era una noche de invierno y el frío apretaba. “Era de noche yo solo llevaba el pantalón puesto. Tenía frío y les pedí una manta, pero vino un soldado y me pegó un puñetazo en el ojo”, aclara Abdelrahmán.

A la mañana siguiente, los soldados israelíes no trasladaron inmediatamente al niño a un centro de detención. Continuaron maltratándolo con nuevos métodos.

“Los soldados echaron basura cerca de nosotros. Había otros palestinos como yo en ese lugar. De repente, vertieron sobre mí una botella de coca-cola, otro soldado trajo una botella de plástico llena de moscas grandes y las soltaron en mi cara. Las moscas me picaron y me salieron granos”, apunta el niño. Tras esto, el menor fue llevado ante un médico.

“El médico me tomó la tensión y luego me abofeteó. Otra persona empujó mi cabeza contra la puerta”, añade Abdelrahmán. Los degradantes juegos de los soldados que relata Abdelrahmán no terminaron ahí.

“Nosotros éramos la portería de los soldados”

“Las soldados israelíes nos colocaron fuera y comenzaron a jugar a fútbol. Nosotros éramos la portería así que nos daban balonazos. Una quiso marcar un gol, pero el balón me dio a mí y ella se enfadó y empezó a pegarme en mi estómago”, cuenta Abdelrahmán.

A las pocas horas, Abdelrahman sintió hambre y los soldados le trajeron su comida: “Un trozo pequeño de pan y poquísima agua. Cuando les pedí más agua, me la mostraban y la tiraban al suelo delante de mí”.

Ya de noche, el menor palestino fue trasladado a una falsa cárcel, un lugar donde la Shabak israelí, los servicios de inteligencia dentro de los territorios palestinos, se aseguran de quién es el detenido, ya que está ocupado por falsos prisioneros que intentan sonsacar la máxima información posible de los detenidos palestinos.

Detenciones de niños sin pasar por un juez

“Durante las interrogaciones, los agentes me abofeteaban y me gritaban. Fue en Beersheba, allí estuve dos días”, continúa relatando. Abdelrahmán fue trasladado después a la cárcel de Ofek, según cuenta, a celdas ocupadas por otros menores. Habían pasado más de 48 horas desde su arresto. La organización Addameer para los Derechos Humanos y apoyo a los prisioneros palestinos denuncia que existen órdenes militares israelíes que permiten la detención de un niño durante un periodo comprendido entre las 24 y las 96 horas antes de ser referido a un tribunal israelí.

“En cuanto a los niños de entre 16 y 18 años, el período de detención puede llegar a 96 horas, que es exactamente el mismo tratamiento que reciben los adultos detenidos”, señala la organización.

Una vez en Ofek, Abdelrahmán cuenta que consiguió hablar con su familia en la franja de Gaza. También llegó un abogado árabe que le explicó los seis cargos a los que se enfrentaba:

Daño de material, refiriéndose al destrozo de la parte de la valla por donde entraron;

Infiltración, o la entrada a Israel de forma ilegal;

Creación de agitación y desorden, sería el caso de la manifestación en la que participaba el menor,

Tirar piedras contra vehículos de transporte, en este caso serían vehículos militares blindados situados en la línea verde de la franja, aunque alcanzarlos con piedras desde el otro lado es harto complicado;

Acción a través de asociación no permitida, esto podría referirse al momento en el que Abdelrahmán se manifestaba junto a un grupo de palestinos.

Recogida de información, lo cual es, para las autoridades israelíes, el correspondiente de espionaje.

El menor recuerda los tres largos meses que estuvo acudiendo a juicios.

“Eran cuatro horas de ida y cuatro de vuelta a la cárcel”, dice. “La Fiscalía israelí pedía dos años y medio de cárcel, decían que queríamos secuestrar soldados israelíes y que Hamas nos había enviado como espías, pero el juez finalmente dijo que no podía ser un espía de Hamas porque participaba en una manifestación”.

No hay vuelta a la normalidad

Hekmat, la madre de Abdelrahmán, cuenta cómo los maltratos, insultos y encierre cambiaron a su hijo por completo.

“Los soldados dejaron a mi hijo psicológicamente afectado. No se concentra, no se interesa en nada. Yo siento que tiene miedo, aunque él intente no mostrarlo. Era un buen estudiante, pero ahora no quiere volver a clase. Dice que la clase es como una cárcel y se ahoga”, explica la madre.

El día que recibió la llamada de Abdelrahmán, Hekmat se dirigió a uno de los centros de derechos humanos de la ciudad de Gaza, el centro Al-Mezan. Desde ahí se ocuparon del caso de su hijo, teniendo en cuenta que era menor de edad y que está amparado por los Derechos del Niño.

“Está claro que el Estado de Israel está inclinándose cada vez más al fascismo y al racismo, condena Samir Zaqut desde el centro Al-Mezan para Derechos Humanos. ”A los civiles árabes los trata de manera inhumana y ahora quiere crear una ley que permita la detención de menores de 14 años, una contradicción con los propios compromisos del Estado de Israel firmante de la Convención de los Derechos de los Niños“.

Zaqut alega que dicha convención prohíbe que menores de 18 años puedan ser interrogados sin presencia de abogados o padres, que sean maltratados, torturados o aterrorizados.

“Hay casos en los que Israel ha detenido incluso a niños palestinos menores de 10 años y les han aterrorizado”, continúa Zaqut. “Todo esto es parte de las violaciones israelíes sistemáticas del conjunto de los derechos humanos y las bases de la ley internacional. Los israelíes no tienen reglas establecidas para las torturas. Los soldados del ejército de la ocupación tratan duramente a los detenidos infiltrados. Innovan métodos de torturas. Todo depende de la imaginación que tengan los soldados de turno”.

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