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La empatía en 360º: vídeos que nos sumergen en la realidad de los que huyen de la guerra

Adam llegó a la isla griega de Lesbos viajado junto a su madre, ambos iraquíes. Su padre todavía no ha cruzado a Europa. | Médicos sin Fronteras

Patricia Ruiz

Puedes cerrar los ojos. Abrirlos, y encontrarte en un hospital de campaña del campo de refugiados de Zaatari, en Jordania. Puedes pensar que estás soñando, pero no lo estás. Un chico, de unos 20 años, te mira fijamente desde una silla de ruedas. Intentas apartar la mirada incómoda y miras a tu alrededor. Hay camas vacías, a excepción de una, en la que convalece otro paciente arropado al que no puedes ver la cara. De repente, escuchas la voz del joven, que aún te mira y te traslada a la situación que le ha llevado hasta allí.

Cuenta que estaba en un entierro cuando el ejército sirio atacó. “El muerto se queda solo”, recuerda que dijo alguien, justo antes de que los militares atacaran con dos barriles bomba. No sabes cómo se llama, pero ahora ya conoces su situación, su rostro, y su historia.

Así funciona #SeguirConVida, la nueva campaña de sensibilización de Médicos Sin Fronteras que busca dar a conocer –a través de vídeos 360º y exposiciones con gafas de realidad virtual que te sitúan entre los refugiados en su camino a Europa– la cara del sufrimiento humano que deparan los conflictos armados. Desde la ONG apelan a la empatía de los ciudadanos de una Europa cuyos dirigentes han decidido cerrar sus puertas, para que puedan comprender, al menos por unos instantes, lo que sufre la población civil que se ha convertido en un objetivo más de la guerra. Y recalcan: “Para muchas de estas personas, vivir así significa vivir temporalmente”.

Muchos jóvenes como éste intentan alcanzar Europa en busca de refugio, aunque para ello tengan que venderse a las mafias que trafican con personas. De lograrlo, llegan a las costas griegas en una lancha como la que ves en este vídeo, llena de familias con niños y bebés, para seguir la larguísima ruta que les llevará hasta la frontera norte.

En la recreación virtual puedes acompañar en el camino a varios de ellos. Algunos, los pocos que consiguen separar la vista del suelo, te miran confusos. Otros, agotados, ni siquiera se percatan de tu presencia. Siguen caminando por donde marcan las huellas de barro y continúan la fila interminable de gente hacinada. Al llegar a los lindes fronterizos los migrantes y refugiados se amontonan, el espacio se reduce y la frustración aumenta. La frontera está cerrada.

Cuando Europa da la espalda

“Si devuelvo cuatro, me comprometo a realojar a otros cuatro”. En esos términos habla la UE cuando se refiere al nuevo acuerdo sobre refugiados que pretende sellar con Turquía. Cifras sin rostro, sin historia, sin la sensación de miedo y angustia que transmiten quienes ahora te miran a la cara desde el paso fronterizo de Serbia y Croacia.

El blindaje del cierre de fronteras no es la única llave que se oxida. Con el acuerdo de la Unión Europea, por el que quiere devolver a Turquía a todos los migrantes y refugiados que lleguen a Grecia, la impotencia crece. Es una piedra más en el camino tormentoso de estas personas que, lejos de desistir en su huida de la guerra, seguirán buscando alternativas: “La gente buscará otras vías de paso hacia Europa. Se cierran estas, se abrirán otras, cada vez más inseguras”, dice Amaia Esparza, directora de comunicación de MSF.

Desde los despachos de Bruselas se está enviando un mensaje claro a cada una de estas personas que ves ahora a tu lado, llenas de barro y cansancio: que no vengan a Europa por el Egeo. A todos los sirios que pisen Grecia, como ellos lo hacen ahora, se les colocará a la cola de la lista de personas pendientes de reasentamiento. Como si de un castigo se tratase.

“Resulta irónico que Europa, que se había comprometido a reubicar a 160.000 personas y a reasentar a otras 20.000, haya dado la espalda al problema, mientras que sólo en Jordania hay 650.000 refugiados, Turquía tiene más de dos millones y el Líbano un millón. No ponen los pies en la tierra, se les olvida fácilmente de dónde venimos nosotros y los valores que fueron la base de la Unión”, dicen desde la ONG que impulsa esta campaña.

Acabar con los que ayudan

A Médicos Sin Fronteras le han llegado a achacar que sus proyectos de ayuda humanitaria provocan un efecto llamada y atraen a refugiados, a lo que Amaia Esparza responde: “Nada, ni el frío, ni el hambre, ni el altísimo riesgo de morir, ellos y sus propios hijos en el camino, está impidiendo que esta gente intente llegar a Europa, porque allí no se puede vivir ni un sólo día más”.

Pero no son estos los únicos ataques que reciben quienes prestan ayuda humanitaria. MSF hace hincapié en la denuncia de los cada vez más frecuentes “ataques de doble golpeo” en zonas del conflicto sirio, en los que pocos minutos después de que se haya producido el primer ataque, aparece el segundo, cuando ya ha dado tiempo a que los equipos médicos hayan llegado al terreno para socorrer a las víctimas.

Las otras víctimas olvidadas

El eco del conflicto sirio ha retumbado en Europa porque ha golpeado nuestras fronteras. De otros conflictos, como el de Sudán del Sur, quizás no se hable nunca. #SeguirConVida también quiere dar a conocer a las víctimas de otras crisis, como esta, menos conocidas en España: “A ellos no los tenemos a las puertas de casa, están muy lejos, y nadie habla de la guerra hasta que no afecta a Occidente”, dice Luis Ponte, cooperante de Médicos Sin Fronteras que acaba de volver del terreno.

Sus palabras intentan describir, con algo de impotencia, la enorme crisis que sufre el país, donde 6 millones y medio de personas viven en extrema necesidad de ayuda en un estado con 12 millones de habitantes. Un millón y medio han sido desplazados y 700.000 se han refugiado en países del entorno. Allí los civiles son un objetivo constante y claro: sufren a diario violaciones, secuestros, robos y ejecuciones.

Luis Ponte habla de cómo hace menos de un mes, el 17 y 18 de febrero, la violencia desatada en Malakal dejó 19 muertos. A raíz de ello, 600 personas buscaron refugio en el hospital donde él atendía a los heridos: “Nosotros no teníamos otra cosa para protegerles más que una bata y un fonendoscopio”, cuenta.

En el vídeo sobre este conflicto, MSF nos traslada a una barca en mitad del río Nilo. Cruzamos con dos habitantes que huyen del horror de Malakal hacia Wau Shilluk, justo en la orilla de en frente. Mientras reman, hablan de un ataque en el que vieron cómo disparaban a pacientes del hospital. Por eso huyen, hacia una tierra en la que el horror y familias enteras quedan separadas por el agua.

Podemos cerrar los ojos. Abrirlos, y darnos cuenta de que seguimos aquí, en la comodidad de nuestro salón. No hemos estado soñando, y ellos, los que nos miran y nos muestran la realidad de sus vidas, tampoco.

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