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Los dátiles de Marruecos viven su fiesta de otoño

Los dátiles de Marruecos viven su fiesta de otoño

EFE

Erfud (Marruecos) —

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Los dátiles que en estos días se cosechan en todo Marruecos son un componente imprescindible de la cultura gastronómica del país porque van ligados a fechas claves como el Ramadán o las bodas, pero su cultivo y promoción no se ha modernizado del mismo modo que los otros productos de la huerta.

Marruecos es el octavo productor mundial de dátiles: las 110.000 toneladas que se cosechan de media en los últimos años supondrán en 2013 un volumen de negocios de 2.500 millones de dirhams (unos 223 millones de euros), gracias a una actividad que se concentra en los oasis de Tata, Draa, Figuig y Tafilalet, en toda la franja al sur de la cordillera del Gran Atlas.

Dado el alto consumo de este fruto por los marroquíes (un ciudadano medio come más de tres kilos al año, cifra que sube a 15 kilos en las zonas productoras), el país importa 30.000 toneladas anuales para satisfacer la demanda interior.

La ciudad de Erfud, en el valle del río Ziz (sureste de Marruecos, cerca de la frontera con Argelia) se convierte cada otoño en la capital del dátil: la celebración del Salón Internacional del dátil rompe la quietud propia del lugar con su cortejo de ministros y visitantes ilustres que son una rareza en estos parajes.

Aquí los dátiles son un componente básico de la alimentación, y la palmera sustento de su vida: “Los hijos te acabarán dejando, pero cuando plantas una palmera, esta se queda contigo”, repiten los habitantes de Erfud, capital de este valle donde las casas de adobe se aprietan junto al oasis y las palmeras, rodeados por las montañas y el desierto.

En el oasis de El Buya, a las afueras de Erfud, el joven Munaim corta los ramos de dátiles mientras canturrea desde la copa de una palmera que supera los ocho metros de altura. Con un sistema de soga y polea, entrega los racimos prietos de dátiles a su colega Mohamed quien, en el suelo, sacude los racimos para que los frutos maduros se desprendan; los demás se secarán al sol.

“Los que se secan bajo el sol no tienen la misma calidad que los que maduran en el árbol” explica Mohamed mientras aparta de entre los frutos caídos aquellos con manchas o con menos carne, que servirán para alimentar al ganado.

Mohamed, como otros agricultores de este oasis siguen métodos tradicionales para cultivar y regar las palmeras por inundación.

La mayoría de variedades se recogen mediante el corte del racimo a golpe de machete, pero algunas variedades “nobles” requieren una recolección más delicada como el mejhul, el dátil más apreciado por su gran tamaño y alta calidad, que se recoge uno por uno desde lo alto de la palmera.

El mejhul, con alto porcentaje de pulpa de fruta, es de las variedades que tienen mayor valor comercial pero el menos consumido por los marroquíes salvo en eventos familiares dado su alto precio: un kilo puede alcanzar hasta 200 dirhams (unos 18 euros).

El ministro Agricultura y Pesca de Marruecos, Aziz Ajanuch, reconoció durante la feria de dátiles que la comercialización se presenta como un problema “mayor” del sector datilero marroquí.

Entre los problemas citó el difícil acceso de los pequeños agricultores al mercado nacional -en el que se nota el peso de los dátiles procedentes esencialmente de Argelia-, o la no conformidad con los estándares internacionales.

Además, el avance del desierto y la enfermedad del bayud (especie de hongo contagioso contra el que aún no hay remedio) se presentan como grandes retos que amenazan el futuro del sector y el ecosistema de la zona.

La ingeniera agrónoma Fatima Zohra Debbah se mostró optimista ante los esfuerzos de las autoridades para detener el avance de las arenas y para modernizar el sector, aunque la lucha contra el “bayud”, hasta ahora consistente en quemar la palmera enferma, no es bien vista por los campesinos.

“Una palmera -dice la ingeniera- es como un hijo más en la familia, y por eso le guardan un gran respeto”.

Fatima Zohra Bouaziz

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