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El centro de refugiados de Mérida recibe a los cuatro primeros: una familia de venezolanos

Interior de las instalaciones durante una visita oficial de las autoridades

Jesús Conde

El centro de acogida de refugiados de Mérida ha recibido sus primeros huéspedes. Son cuatro personas de la misma familia de nacionalidad venezolana que llegaron hace un mes, a comienzos de mayo.

Se trata de unas instalaciones reabiertas por la Junta, gestionadas por Cruz Roja Extremadura, con capacidad para 30 personas. El resto de plazas están reservadas, a la espera de la llegada de refugiados de nacionalidad siria desde los campos de Grecia. Se espera que lleguen este mismo mes de junio. Antes debe finalizar el proceso de tramitación en Grecia, a través del ACNUR.

La vida en el centro

Los primeros huéspedes ya hacen su vida cotidiana en las instalaciones. Desde primera hora de la mañana, tras el desayuno, comienzan las clases y talleres destinados a adaptarse a su nueva sociedad de acogida.

Permanecen atentos a las explicaciones de un monitor, que les enseña a mitad de la semana nociones de primeros auxilios en el centro, situado en la calle Suárez Somonte de Mérida.

En el proceso de acogida es necesario mantener el anonimato de los refugiados y refugiadas que llegan por razones de seguridad. Se trata de personas vulnerables, que proceden de países en conflicto. En muchos casos huyen porque sus vidas corren peligro o porque son perseguidas. También se les protege para lograr su plena inclusión en su sociedad de acogida y evitar conflictos.

En el proceso de acogida se prioriza a los perfiles más vulnerables, como pueden ser familias con personas con discapacidad a su cargo, enfermedades crónicas o dolencias graves, explica Emilio Romero, responsable del centro que gestiona Cruz Roja en la capital extremeña.

Tres fases de acogida

El objetivo es que sean autónomos una vez concluido un protocolo de 18 meses. La primera fase se desarrolla en las instalaciones, con una duración de medio año que ya ha comenzado para la familia venezolana.

Allí reciben asistencia y talleres por parte del personal del Cruz Roja, así como de voluntarios y voluntarias. El objetivo es 'capacitarles' en aspectos de la vida cotidiana.

De lunes a viernes asisten a talleres en los que conocen la moneda o el sistema de compra local. También conocen las compras en un supermercado, la tramitación de documentación o cómo funciona un cajero automático.

Se les muestran los recursos públicos que tienen a su disposición, como el ayuntamiento o los servicios sociales. Además de talleres sobre alimentación saludable o higiene entre otros muchos.

La lengua es un aspecto fundamental. No puede lograrse su autonomía si no conocen el idioma del país al que han llegado, según destaca el responsable del centro de Mérida.

Aquellas personas que no son de origen hispano recibirán cuatro horas diarias de español, dos por la mañana y dos por la tarde. Toda la formación se imparte de lunes a viernes, de modo que los fines de semana los tienen libres. Los niños y niñas son escolarizados desde el primer momento.

Las personas usuarias son responsables de la limpieza de sus habitaciones y de los espacios comunes. Tienen libertad de entrada y salida, con el objetivo de que salgan a la calle, vayan al cine o den un paseo.

Transcurridos los primeros seis meses se instalan en pisos, con el seguimiento de Cruz Roja en una segunda fase. Aquí el nivel de asistencia es menor. Se intenta que acudan a los recursos propios disponibles en la localidad. Por ejemplo, a clases de adultos, a la escuela de idiomas o la formación impartida en academias del exterior.

La tercera etapa, hasta los 18 meses, busca su completa autónoma y cierra el ciclo. El objetivo es que la persona logre un empleo y una cualificación. Aquí las ayudas ya son muy puntuales.

¿De dónde proceden estas personas?

Se espera la llegada tanto de solicitantes de asilo como personas refugiadas procedentes de uno de los campos de Grecia o Italia. También desde los Centros de Estancia Temporal (CETI) que hay en el territorio español.

Las personas beneficiarias son víctimas de los conflictos y la violencia en países como Siria, Afganistán o Irak, pero también de conflictos violentos de otras partes del mundo como Eritrea o El Congo.

Una persona refugiada puede proceder de cualquier país en el que haya un conflicto que les obliga a huir porque su vida corre peligro. También pueden ser solicitantes de protección internacional. Por ejemplo el colectivo LGTBI y otras personas perseguidas, torturadas o asesinadas.

Los datos que maneja Cruz Roja indican que desde 2015 hasta la actualidad han llegado casi 1,2 millones de personas refugiadas y migrantes a las costas europeas, la mayoría huyendo de la violencia y la persecución.

Estima que más de 62.000 personas siguen atrapadas en Grecia, distribuidas en campos formales e informales. Mientras miles de personas siguen estancadas en las islas. Al ritmo de acogida sigue siendo lento, y las personas necesitan servicios básicos y ayuda humanitaria.

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