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Sin libros, clases ni maestros: el futuro de la educación se ensaya en estas escuelas

Sin libros, clases ni maestros: el futuro de la educación se ensaya en estas escuelas

Lucía El Asri

En la década de los 70, la escuela noruega Ringstabekk decidió dar un giro al modelo de enseñanza del país. Dejaron a un lado las asignaturas normales para ir más allá de las teorías científicas o matemáticas y enseñar las materias a partir de sus aplicaciones al mundo real. Según explica a HojaDeRouter.com Bjorn Bolstad, uno de sus maestros, había llegado la hora de repensar la forma de dar clase.

Desde entonces no se imparten materias determinadas, sino que se enseñan todas al mismo tiempo partiendo de temas tan variados como los desastres naturales, la sostenibilidad, las especies en peligro de extinción o la vivienda. Cuarenta años después, otras escuelas y universidades siguen los pasos de esta pionera. Su objetivo es cambiar de forma radical la enseñanza, esta vez de la mano de la tecnología.

En un edificio parisino de 4.200 metros cuadrados cobra vida la escuela francesa de ingeniería 42, dividida en tres grandes salas de aspecto moderno repletas de ordenadores disponibles las 24 horas del día y los 365 días del año. Los estudiantes entran y salen a su antojo, sin horarios, y cualquiera puede visitar el centro y la sala de conferencias a través de Google Street View.

El único requisito para ser alumno del centro es tener entre 18 y 30 años, mostrar una destreza especial para la tecnología, el código y la creacción de 'software' y superar el proceso de selección. Ni siquiera es necesario acreditar un título puesto que la institución los tiene en poca estima. “El sistema educativo no nos da talento, que es lo que necesitamos, así que no podemos confiar en él”, explica Oliver Crouzet, decano de la escuela.

Las pruebas se dividen en dos partes. La primera, disponible en línea, se basa en evaluar la cultura 'friki', el coeficiente intelectual, la psicología y la lógica de la persona. Quienes la superan pasan a la segunda parte: durante cuatro semanas completas, los seleccionados convivirán, se organizarán, colaborarán entre sí, aprenderán conceptos básicos de programación y tendrán que demostrar que pueden trabajar sin la guía de profesores, por sí mismos, buscando sus propios recursos para avanzar. Si superan el reto, demuestran encajar con la filosofía del centro y pasan a formar parte de él.

No volverán a enfrentarse a un examen. Cada alumno deberá desarrollar proyectos de ingeniería utilizando sus propios recursos, con la única ayuda de internet y de la infinidad de recursos 'online' que la Red pone a su alcance. Después, esos trabajos serán evaluados por otros cinco compañeros según el sistema de corrección por pares típico de las revistas científicas.

Completar proyectos con éxito aumentará la experiencia del estudiante hasta que logre terminar el curso. Eso sí, el título que recibirá al finalizar no está acreditado, de momento, por el Gobierno francés. “Somos una escuela jóven y no queremos cambiar nuestra pedagogía para encajar en los estándares educativos obsoletos”, sostiene Crouzet. No obstante, estima que en los próximos cinco o diez años podrán ser reconocidos de forma oficial.

Xavier Niel, fundador de la escuela y empresario del sector TIC, decidió montar este proyecto porque “se enfrenta a diario a la falta de profesionales capacitados”. Por eso su plan de estudios es totalmente práctico. Desde el primer día, los alumnos deberán analizar detenidamente los proyectos propuestos por el equipo pedagógico, elegir uno de ellos y empezar a buscar información.

Cada uno es un problema tecnológico que resolver. Los estudiantes cuentan para ello con un vídeo introductorio, pero no asisten a curso, conferencia o taller alguno. Los responsables tienen claro su objetivo: que los jóvenes que pasan por sus filas se encuentren entre los mejores profesionales y que algún día “el próximo Steve Jobs o Mark Zuckerberg sea alumno nuestro”.

Más allá de formar ingenieros, otras escuelas tratan de ayudar a sus alumnos valiéndose de la tecnología. En abril de este año se inauguró un nuevo centro educativo virtual en Japón, Mesei CyberMesei Cyber, cuyo objetivo es impartir formación secundaria a los menores que sufren acoso o algún síndrome que les aisla de los demás. En este “país del ciberaprendizaje”, profesores y alumnos interactúan por medio de avatares, sin verse las caras, en un entorno que a simple vista puede parecer un videojuego.

El plan de estudios de esta escuela dura tres años. Durante ese tiempo, los alumnos reciben clase a través del ordenador, el 'smartphone' o la tableta, sin necesidad de libros y con la ayuda de conferencias, y pueden organizarse para completar sus estudios en línea y a su ritmo. Solo tienen que asistir físicamente a la escuela cuatro días al año para entrevistas personales. Además, durante su tiempo libre, los estudiantes pueden conversar con sus compañeros a través de chat o participar en juegos interactivos.

Los alumnos de Mesei Cyber son evaluados a través de exámenes online. Al superarlos, reciben puntos que pueden intercambiar por accesorios para su avatar a través de una tienda virtual. Aunque considera que la comunicación cara a cara es mejor, Mesei Kota Hasegawa, portavoz de la escuela, explica que este centro virtual puede ser la solución para los niños que se vean obligados a estudiar en casa por problemas de acoso o por dificultad para relacionarse.

Desde Silicon Valley, AltSchool, con apoyo de Facebook e impulsada por Max Ventilla, un extrabajador de Google, prepara a los estudiantes en base a métodos de enseñanza personalizados, según las características del niño, y haciendo que la tecnología esté siempre presente en la escuela sin convertirse en el centro de atención del pequeño.

Su impulsor pretende reformar el sistema educativo, adaptándolo a la filosofía de las 'startups' tecnológicas. Se sirve para ello de la experiencia de tecnólogos y educadores, y tiene el propósito de crear una unión de microescuelas que  compartan problemas y soluciones en red y expliquen sus técnicas de enseñanza al resto, de forma colaborativa.

Las clases se componen de pocos niños, de diversas edades, organizados según sus pasiones y motivaciones personales, que reciben la atención directa el profesor y clases personalizadas a través de una plataforma digital. El objetivo es que el niño utilice la tecnología a través de tabletas y diversos programas, pero que nunca sustituya a la relación que el pequeño establece con el profesor. Más bien debe convertirse en una herramienta que los una y fomente la creatividad del estudiante.

A diferencia de las escuelas que simplemente usan tabletas y ordenadores, cada vez más habituales, los ingenieros de este centro trabajan específicamente para crear programas de seguimiento y de enseñanza adaptados a las necesidades de los alumnos. Se trata de que se establezca un contacto permanente entre las personas que educan con tecnología y los que la producen.

Por ejemplo, los niños pueden seguir las clases a través de entornos virtuales y, a su vez, sus padres podrán participar de forma interactiva en su educación, gracias a una plataforma que conecta a los tres grupos (alumnos, profesores y familiares) y que hace posible reorganizar el programa educativo diseñado para cada niño en función de cómo va evolucionando su aprendizaje.

Cambiar el modelo

Según Bolstad, muchos docentes consideran que el sistema tradicional ha perdido su atractivo, que ya no es relevante y ha pasado de moda. El problema, añade Crouzet, es que “los profesores no son nativos digitales” y tienen serios problemas para adaptar el conocimiento al nuevo entorno en que se desenvuelven.

El decano de la escuela 42 afirma que las tradicionales clases ya no son necesarias, que ahora el aprendizaje se basa en saber filtrar la información para crear algo relevante de manera colaborativa. “Es lo que las empresas están esperando a la hora de contratar gente y es lo que las escuelas clásicas no pueden proporcionar”, sentencia.

La deriva en la forma de educar surge también de una necesidad de cambio, de ser original y no aburrir. Danah Henriksen y Punya Mishra, investigadores de la Universidad de Michigan, consideran que las formas creativas de enseñanza están cobrando fuerza porque “son enfoques no tradicionales que tienen el potencial de estimular el interés de los estudiantes y hacer que los contenidos convencionales cobren vida”.

Según estos expertos, una enseñanza efectiva solo es posible aplicando métodos nuevos, que se salen de lo habitual y que en ningún caso acabarán con las escuelas, sino que reafirmarán su existencia. Es el momento de adaptarse para sobrevivir. 

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Las imágenes utilizadas en este artículo son propiedad de Ringstabekkescuela 42, Mesei Cyber y AltSchool

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