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La policía se va de vacío en la redada de Bruselas en busca del terrorista Saleh

Francotiradores permanecen en guardia en la azotea de un edificio del distrito de Molenbeek en Bruselas (Bélgica)

Pablo García

Bruselas —

A menos de un kilómetro del centro de Bruselas, se produjo una espectacular operación policial que acabó en nada: centenares de agentes enfundados en armas, francotiradores en los tejados, estruendos de disparos, cortes de calles, vecinos abúlicos y decenas de periodistas correteando por la comuna paupérrima de Molenbeek-Saint Jean. El Ministerio Fiscal Federal, que ha ordenado el operativo para atrapar al supuesto terrorista en París Abdeslam Saleh ha encajado además un doble guantazo: la puesta en libertad de cinco de los siete detenidos entre el sábado y el domingo, uno de ellos el hermano de Abdeslam, Mohamed Abdeslam, quien ha pasado 36 horas siendo interrogado. Los otros dos siguen detenidos.

Pasadas las cuatro de la tarde, Mohamed compareció asediado por las cámaras en la puerta de su casa, justo frente al Ayuntamiento que preside la liberal-conservadora Françoise Schepmans (cada uno de los 19 distritos de Bruselas tiene Consistorio propio). “He sido acusado de actos terroristas y nunca he estado vinculado a lo sucedido en París. Desde hace diez años trabajo en la comuna (consistorio). No había ningún elemento para retenerme en comisaría más tiempo y tenía una coartada evidente”, ha señalado este hombre enjuto con emoción contenida delante de una marea de cámaras y micrófonos.

Se cree que uno de los hermanos de Mohamed, Brahim, se inmoló en el Boulevard Voltaire de París tras asesinar a varios inocentes. “Mis dos hermanos son normales, yo nunca me enteré de nada. Saleh aún no ha sido escuchado y no sé dónde está. A mí me han venido a buscar por la fuerza y lo puedo entender. Y pese a lo que algunos puedan pensar, mi familia, mis padres, mi mujer, estamos todos muy afectados por las víctimas”.

Mohamed Saleh es una persona muy bien considerada en el distrito, y fue un importante asesor del antiguo alcalde socialista Philippe Mouraux durante dos legislaturas, de acuerdo con la información proporcionada por el Ayuntamiento. Abdeslam Saleh es, según la policía francesa, el octavo terrorista de la matanza del viernes 13 en París con 132 muertos. Según los medios belgas y franceses, fue avistado el sábado por la mañana en Cambrai (Francia) con otras dos personas a bordo de un coche (las dos que continúan en las dependencias policiales).

De su afán por encontrarle puede proceder el exagerado operativo del lunes, algo que el Ministerio Fiscal ni reconoce ni desmiente. Durante todo el día el goteo de informaciones fue contradictorio, llegándose a hablar de detenciones que no se habían producido.

El operativo arrancó en torno a las 11 horas, a la vez que la alcaldesa Schepmans atendía a algunos medios en la puerta de la comuna. “Oímos varios tiros, ¡bang-bang-bang! Nos obligaron a meternos en el garaje y a los que estaban en sus casas les impidieron salir”, cuenta Nabil, gerente de un depósito de coches de la Rue de L’Indépendance, uno de tantos que no da su apellido.

Según varios testigos, sonaron incontables disparos e incluso bombas de humo para entrar en el edificio. Se había acordonado una manzana entre la Rue Delaunoy, la Rue Ransfort y la Rue de l'Indépendance y decenas de curiosos se mezclaron con policías en varios puntos de Molenbeek en un día de perros y lluvia. En los tejados se apreciaron tiradores de élite.

Vecinos de Molenbeek, mayoritariamente veinteañeros, increparon a los agentes y también a los periodistas, especialmente a los cámaras a los que intimidaban y exigían que no les grabaran.

Otros se mostraban sin problemas, como Khalil Zeguendi, que dirige una revista barrial, Le Maroxellois. “Es dentro de algunas mezquitas donde la policía debería mirar. Hay predicadores descontrolados que radicalizan a una minoría ínfima, tanto da si están en paro como si son informáticos o contables”, exclama Zeguendi.

Ahmed, un transeúnte, apostilla: “Son como gurús, aparecen, los captan y se los llevan a Siria”. Cerca de 500 belgas combaten en las filas del Estado Islámico y más de la mitad de los habitantes del barrio son de origen extranjero.

La Policía belga mantuvo su opacidad y hasta última hora del lunes no dio detalles de la operación en marcha. Pero desde una valla de la calle Delaunoy se podían apreciar los cristales rotos de las ventanas e incluso agujeros de bala provocados por el asalto. Varios de los vecinos interrogados conocían de vista a los hermanos Brahim y Abdeslam y juran y perjuran que jamás sospecharon nada. “Eran siempre respetuosos pero hacía muchísimo que no los veíamos”, suelta uno antes de evaporarse rápidamente.

Un barrio pobre, pero no un gueto

Molenbeek es uno de los dos distritos más pobres de Bruselas junto a su vecina Saint-Josse-Ten-Noode, pero el área afectada no es ni mucho menos un gueto pese a la presencia de enormes bloques aislados que recuerdan a las moles de la banlieue parisina. Es una zona deprimida a tiro de piedra de Saint Catherine, la animada plaza llena de bares y marisquerías al otro lado del canal. A diferencia de París, la pobreza se halla muy cerca del centro de Bruselas, una capital europea con enormes desigualdades y una tasa de paro del 20% que es récord en toda la zona.

El Ministerio del Interior anunció el cese del operativo alrededor de las dos y media. Dos detonaciones más sonaron desde el inicio hasta el cese de la incursión policial. Sin embargo, hacia las cinco y media de la tarde los cordones policiales seguían cerrando ciertos tramos de las calles Delaunoy y Ransfort. Y no había forma de consolar a Mohamed Elbendir, que ni siquiera vive en Molenbeek: “¡Solo tengo mi coche aparcado ahí por trabajo y llevo cinco horas esperando a poder llevármelo!”.

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