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“Los centros escolares tapan los casos de bullying para no quedar en evidencia”

"Los menores tienen miedo a contar que sufren acoso y tardan mucho en hacerlo". | EFE

Rubén Alonso

“Los centros escolares tapan los casos de bullying para no quedar en evidencia como centros que no son eficientes en su resolución”. Este “secretismo” en los colegios e institutos es una de las principales dificultades a las que se tendrá que enfrentar la Asociación Tolerancia 0 al Bullying de Cantabria para tratar de detectar y abordar los casos de acoso escolar, tal y como afirma Rosa Constanza, una de las psicólogas que la integran.

“Como cada vez nos llegan más casos, nos alarmamos y decidimos crear la asociación”, señala en una entrevista para este medio. Se presentó el pasado martes y la componen abogados, psicólogos, una educadora, una coordinadora y una animadora sociocultural. Constanza afirma que la principal labor que acometerá este colectivo es la prevención.

“Vamos a hacer campañas informativas y de difusión -al aire libre, con carteles y a través de los medios de comunicación-, con el objetivo de que se sepa que existe un punto, con un equipo multidisciplinar, donde se puede acudir para tratar este tipo de casos”, explica. Asegura que desde su presentación y a raíz de salir en los medios, ya reciben llamadas de profesores que conocen situaciones de acoso y de personas implicadas con la causa. “La gente está descubriendo muy rápido que existe una asociación en la que se puede solicitar ayuda”, recalca positivamente.

A nivel de Cantabria esta psicóloga señala que “no hay datos oficiales” y que “los que se dan sobre la epidemiología no son completamente exactos”. Las razones que expone son que “en muchas ocasiones la información es privada” y que “muchos menores se lo callan por miedo”. A pesar de ello, asegura que “sí que existen algunos estudios que aportarían cifras aproximadas”. El informe Cisneros sobre acoso y violencia escolar en España afirma que un 23,4% de los alumnos entre segundo de Primaria y primero de Bachillerato son víctimas de bullying. “Es un porcentaje demasiado alto para seguir pensando que son casos aislados”, exclama.

Así pues, tal y como se ha podido comprobar anteriormente, otro de los problemas que subraya Constanza que se encuentran para descubrir los casos de bullying es “el miedo de los menores a contar que lo sufren; tardan mucho en hacerlo”. “Las familias cuando lo detectan, que es bastante tarde, no saben qué hacer y a dónde acudir”, lamenta. “Van a los centros y estos echan muchas veces la culpa a la familia o a la falta de habilidades de los niños para enfrentarse a esas situaciones”, explica. “Eso lo hemos visto directamente”, sostiene esta especialista.

No obstante, Constanza detalla una serie de cambios en los hábitos de conducta a tener en cuenta para detectar a tiempo un caso de acoso escolar y que suelen ser visibles para el profesorado y para la familia: su estado de ánimo (están más tristes y más apáticos), diferentes usos de los móviles e internet, aumento del absentismo en clase, pérdida de interés por actividades que hasta ese momento eran sus preferidas, altibajos en los tiempos de estudio, bajón en las calificaciones y mayor dependencia de los adultos aunque de forma “encubierta”, son algunos de ellos.

Por otro lado, esta psicóloga pone de manifiesto que el conocido como ciberbullying, acoso a través de internet, de las redes sociales y de las aplicaciones de mensajería, “tiene incluso consecuencias más graves” que el que conocemos como tradicional porque “a largo plazo es más negativo”. “La información está permanentemente en la red una vez que se ha filtrado y la exposición de la víctima es muy difícil de eliminar al completo”, argumenta.

La fórmula para detectarlo y detenerlo, según recalca Constanza, es que “los padres y los educadores de los menores controlen y vigilen con cierta frecuencia la actividad en los móviles, en las tablets y ordenadores, explicándoles los motivos de ese control y contando con su aceptación”.

El acosador

Por otra parte, la figura del acosador es importante analizar y tratar de manera adecuada. “También existe una problemática detrás de su conducta y, por tanto, no lo podemos obviar”, sostiene Constanza. “Si utilizamos el castigo, el acosador no aprenderá nada, sino que acentuará sus comportamientos de acoso”, resalta. En este sentido, desde la asociación ofrecen “una educación y unos talleres de prácticas restaurativas”. Además, “se les va a instruir en habilidades sociales, en aprender a resolver problemas, en técnicas de autocrontrol y en prácticas de conductas de cooperación”, entre otras medidas.

Esta especialista hace hincapié en la importancia de “trabajar la empatía, es decir, ponerse en el lugar del otro”. “Es difícil encontrar personas así”, apostilla y asegura que es “una labor básica con la que se obtienen resultados”. Además, pone también el foco en la necesidad de desarrollar “la conciencia social” que en España y en países mediterráneos “apenas existe”, puesto que tienen una cultura “más individualista”. “Su desarrollo es muy importante para acometer este problema y otros muchos”, argumenta Constanza.

Finalmente, en cuanto a la labor de las instituciones públicas, resalta que en España “se ha avanzado mucho en este sentido puesto que en la última reforma de la Ley de Infancia se reconoce el acoso escolar como una forma de violencia”. Sin embargo, esta psicóloga critica que “a las políticas y a las medidas tomadas les falta contundencia, en gran parte porque se considera al acoso y al ciberacoso como meras faltas de convivencia”.

Se han normalizado y se ha desarrollado una tolerancia a estas medidas“, lamenta y, muchas veces, ”se niega la importancia que tiene este problema culpando a la víctima“. Además, ”hay protocolos que se han desarrollado cuando se sospecha que existe una situación de acoso escolar, pero sus actuaciones no llegan a solucionarlo por completo porque llegan tarde y porque muchos centros escolares no saben muy bien cómo llevarlas a cabo“, concluye.

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