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El drama de acostumbrarse a sobrevivir

Una persona pide ayuda en la calle / Foto: Efe.

Garikoitz Montañés

Hay personas que “están tristemente acostumbradas, por desgracia, a vivir en condiciones de vida muy graves. Y hay que poner condiciones entre comillas”. Rubén Lasheras es uno de los investigadores de la Universidad Pública de Navarra que ha participado en el informe sobre pobreza severa de la cátedra CIPARAIIS y, en concreto, en el apartado destinado al círculo de la escasez, una de las claves de este estudio porque refleja cómo las múltiples necesidades de las personas afectadas se retroalimentan y, por tanto, hacen que vivan ajenas a la supuesta recuperación económica. Porque una de las conclusiones de este estudio, puesto en cuestión por el consejero navarro de Políticas Sociales, Íñigo Alli, es que pese a que la situación en Navarra pueda ser menos grave que por ejemplo otras comunidades españolas, la situación de necesidad extrema es más intensa en esta región. Y de ahí que Lasheras centre su investigación en recoger los testimonios de estas personas y reconozca que, para quien ponga en cuestión lo recogido en el informe, estas voces son una dosis de realidad.

De memoria, Lasheras menciona por ejemplo las palabras de José, navarro de 42 años, que menciona cómo su situación de necesidad le ha forzado a pedir ayuda a su familia hasta tal punto que “al padre es al que le estoy sangrando (…). Tengo otro hermano, el pequeño, que también está en el paro y el otro también… se ha quedado. Menos mi hermana, que es la que anda un poco trabajando y eso, los otros dos están también”. El investigador recuerda estas palabras para explicar que las personas afectadas son conscientes de su situación de necesidad, de cómo esta afecta a sus relaciones cercanas y, también, de cómo les lleva a criticar la falta, por ejemplo, de ofertas laborales o de implicación institucional, pero a la vez alimenta las críticas entre las propias personas beneficiarias y sobre quién accede a unas ayudas y quién no.

Precisamente esta es una de las características vitales para lograr este tipo de testimonios: que las personas recogidas en esta investigación, y son 52, no dependan de sus explicaciones para acceder a una prestación. En este caso, se trataba de contar su experiencia al alumnado del Grado y Posgrado en Trabajo Social de la universidad y, dado que precisamente los jóvenes también están afectados por la falta de oportunidades, eso contribuyó, en opinión de Lasheras, a crear un clima de “complicidad” que ha beneficiado al estudio.

¿Cómo se procedió a escoger a esas personas para que fuera una muestra representativa? A través, sobre todo, de diversos colectivos sociales. CIPARAIIS cuenta con la participación de Cáritas, Cruz Roja, la Red de Lucha contra la Pobreza y el Secretariado Gitano, y el 90% de las personas entrevistadas son atendidas en estos servicios. También se realizaron perfiles de control, se intentó que no hubiera ninguna “carga estigmatizadora” ni “relaciones de poder” en las entrevistas y se realizaron dos encuentros entre persona entrevistadora y entrevistada, bastante espaciados en el tiempo, para así poder aclarar posibles contradicciones.

Palabras más que retórica

El resultado es un reflejo de ese círculo de la escasez, como explicó durante la reciente presentación del informe el director de la cátedra, Miguel Laparra, un problema agravado por el desempleo, la precarización laboral y (por lo que generó críticas entre el Gobierno Foral, que recordó que el informe AROPE sitúa a Navarra como la cuarta región europea con menor tasa de pobreza severa, un 0,6%) la política de austeridad en políticas sociales por parte de las instituciones. Y ese volumen “ingente” de testimonios es el que caracteriza a esta parte del informe, donde se recogen frases de estas personas porque, según apunta Lasheras, “esas palabras son más explicativas que cualquier otro recurso retórico”.

Así, las personas entrevistadas explican sus dificultades para pagar las facturas de la luz o la calefacción, los sacrificios en alimentación, medicamentos o vestuario; la búsqueda de restos en los contenedores, la frustración al perseguir un empleo o las malas condiciones de este al alcanzarlo. “Hablan de esa situación como si fuera un remolino del que no sales, del malestar que pasan al pedir ayuda”, explica Lasheras. Una situación en el límite que, con todo, también plantea una reflexión entre los propios investigadores e investigadoras: “A veces pensamos si transmitir estas situaciones, las peores, no hacen que las personas que también son vulnerables piensen Pues yo, en el fondo, no estoy tan mal, simplemente porque hay gente que está peor. Y eso genera resignación”.

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