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Las razones por las que España no sale bien parada en el informe sobre violencia de género

Concentración contra la violencia machista. / Efe

Ana Requena Aguilar

Madrid —

Una de cada tres mujeres europeas ha sufrido violencia física o sexual o, lo que es lo mismo, 62 millones de mujeres en toda Europa (la mitad de la población femenina mayor de 15 años). Hay muchas formas de expresarlo, pero la conclusión es la misma: la violencia contra las mujeres es una epidemia, lo constató el informe publicado ayer por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Pero los resultados por países podrían resultar chocantes a primera vista: los países nórdicos, que encabezan todos los rankings de igualdad de género, muestran más incidencia de violencia de género y sexual que otros, como España, Portugal, Italia o Grecia, mucho más abajo en este tipo de clasificaciones. El propio informe explica que es precisamente en los países con más igualdad donde más abiertamente se habla de la violencia de género. Es decir, España no tiene menos incidencia de violencia de género que Suecia porque aquí sucedan menos casos, sino porque salen menos a la luz.

La encuesta está basada en 42.000 entrevistas con mujeres a lo largo de los 28 países de la Unión Europea. Esto es, se fundamenta en las experiencias que las mujeres admiten haber tenido. Algunas expertas consultadas aseguran que el tipo de educación y de políticas que existen en un país condicionan el tipo de concienciación y hacen que las mujeres se sientan más o menos seguras para expresar el tipo de experiencias que han sufrido. Además, en el imaginario español las víctimas de violencia de género son las que sufren agresiones por parte de sus parejas o exparejas, mientras que en otros países esa categoría es más amplia.

“Culturalmente, puede ser más o menos aceptable hablar con otra gente sobre experiencias que tienen que ver con la violencia de género. Hay que tener en cuenta que, en sociedades donde la violencia que procede de un compañero íntimo aún es considerada un asunto privado, las experiencias de violencia se comparten mucho menos y son denunciadas a la policía con menos frecuencia. Esta reticencia también inhibe a las mujeres encuestadas”, especifica el informe.

Igualdad de género y Estado de bienestar

Para Jenny Rönngren, periodista de la revista sueca Feministisk Perspektiv, la concienciación que existe en las sociedades nórdicas permite entender en parte los datos que arroja la encuesta. “Ha habido grandes avances en concienciación y el papel de los medios sociales ha sido importante. Ha habido también muchas campañas feministas y de centros de la mujer para hablar de violencia de género y de crímenes sexuales, para que la gente entendiera que es un problema de toda la sociedad en el que los políticos deben involucrarse”.

Rönngren subraya otro de los grandes éxitos de la política sueca: integrar el logro de la igualdad de género como pieza clave del Estado de bienestar. “El avance del Estado de bienestar hace que sientas que tienes la posibilidad de elegir, que tienes más independencia, y que tenemos ciertas cosas que ya son irreversibles”. El resultado es una sociedad más dispuesta a detectar y denunciar los diferentes tipos de violencia que sufren las mujeres.

La directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de A Coruña, Rosa Cobo, apunta que un fenómeno como la violencia hacia las mujeres y las diferencias entre países no puede explicarse a través de una causa, sino de varias. Y señala algunos factores: “Por un lado, los países católicos y ortodoxos sacralizan la familia patriarcal y la sexualidad de las mujeres, tienden hacia una cultura del silencio. Si las mujeres dicen que han sufrido algún tipo de violencia, se enfrentan a tabúes y a la culpa”.

No obstante, Cobo también puntualiza que en las sociedades en las que la igualdad de género tiene mucha presencia, tanto en las estructuras como en el imaginario colectivo, la reacción patriarcal es más fuerte, lo que explica en parte que la violencia se mantenga o incluso repunte. “Cuando un grupo oprimido da pasos para su emancipación, se encuentra con una reacción violenta”, precisa. Jenny Rönngren confirma que la sociedad sueca se enfrenta ahora a nuevos machismos y que incluso hay activistas feministas que reciben amenazas.

Rönngren advierte de que en Suecia aún tienen mucho por hacer y que la incidencia de la violencia de género y sexual es preocupante, tal y como reveló una encuesta elaborada en el país en el año 2000 y que reavivó el debate social sobre cómo actuar al respecto.

La periodista explica, por ejemplo, que buena parte del personal de los refugios para mujeres víctimas de violencia de género es voluntario, o que los municipios, encargados allí de proteger a las mujeres, no siempre hacen todo lo necesario. “Muchas mujeres saben dónde tienen que ir para buscar apoyo, pero a veces faltan recursos para que esos servicios sea más estables y no dependan tanto de quién esté en el Gobierno”.

Delimita también un aspecto clave: “Uno de los desafíos a los que nos enfrentamos son los cambios en la masculinidad. Hay que hablar de por qué pegan los hombres, las mujeres ya hemos cambiado mucho, hacen falta cambios en las masculinidad”.

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