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Dinero, poder y nostalgia: los millonarios rusos que financian la vuelta de la monarquía

De izquierda a derecha: Gran Duquesa Anastasia, Gran Duquesa Olga, Zar Nicolas II, Tsarevich Alexei, Gran Duquesa Tatiana y Gran Duquesa Maria | Romanov Collection, General Collection, Beinec

Shaun Walker

Moscú —

“Aquí estamos criando a una nueva élite”, comenta Zurab Chavchavadze, el pulcro director de 74 años que supervisa la escuela de San Basilio el Grande. Lo dice sentado bajo un gran retrato del último zar, Nicolás II. “Los estudiantes tendrán una moral firme, serán religiosos, intelectuales y patrióticos. Tendrán todas las posibilidades para llegar al poder”.

Se trata de un conjunto de grandes edificios que descansan alrededor de una nueva catedral en un elegante barrio residencial de Moscú. La escuela rescata las tradiciones de los zares de Rusia para inculcar sentido del patriotismo a sus 400 estudiantes.

A medida que se acerca el centenario de la revolución rusa de 1917, que derrocó a la dinastía Romanov después de siglos en el poder, un pequeño pero influyente sector de ciudadanos rusos (del que Chavchavadze forma parte) busca inspiración en el pasado zarista e incluso espera poder reinstaurar la monarquía un día no muy lejano.

“Mira lo que los ciudadanos rusos hicieron con Lenin, Stalin y Putin. Tan pronto como alguien está en el poder unos cuantos años, ellos lo convierten en sagrado. Los rusos añoran la monarquía; el alma rusa es monárquica”, asegura el director.

En el colegio de San Basilio el Grande, retratos de zares miran con atención a los niños en los pasillos. Una estatua de Catalina la Grande domina un recibidor y en el salón de baile hay ocho grandes retratos de zares. Las clases incluyen el estudio de la Biblia y latín. Sus libros de texto están especialmente encargados para evitar el punto de vista positivo de gran parte del periodo soviético (que sí aparece en los libros de texto corrientes en Rusia).

Esta escuela es el proyecto favorito de Konstantin Malofeyev, un misterioso financiero ruso conocido como el “oligarca ortodoxo”. Se sospecha que Malofeyev –con muchos contactos en el Kremlin– ha financiado a las fuerzas rebeldes en el este de Ucrania y ha puesto en marcha un canal de televisión nacionalista y cristiano ortodoxo llamado Tsargrad. La escuela, según contó en una entrevista en the Guardian, tiene por objetivo funcionar como “un Eton ortodoxo” que preparará a una nueva élite para una futura monarquía rusa.

“La misión de nuestra escuela es asegurar que nuestros graduados sean patriotas ortodoxos que transmitirán las tradiciones milenarias de Rusia, no solo las de los últimos 20 o 100 años”, apunta Malofeyev desde su oficina central de Moscú, adornada con símbolos ortodoxos y un gran retrato del zar Alejandro III, dirigente del siglo XIX conocido por su conservadurismo. “Para mí, es muy importante restaurar las tradiciones que se interrumpieron en 1917”.

Después de la revolución de febrero –que toma su nombre por el mes en el que comenzó en el entonces calendario juliano todavía en vigor en la Rusia de la época–, el país se embarcó en un breve experimento liberal, pero el gobierno provisional fue derrocado por el levantamiento bolchevique de Lenin en octubre de ese mismo año. Nicolás II y su familia fueron ejecutados en 1918. Muchos de los aristócratas lucharon por el ejército blanco durante la guerra civil del país, y huyeron al oeste de Europa o incluso más lejos.

Durante el periodo soviético, debatir sobre 'los blancos' quedó prohibido. La familia de Chavchavadze volvió a la Unión Soviética en 1947 en una oleada de patriotismo después de la victoria en la II Guerra Mundial pero, poco después, su padre fue arrestado acusado de ser un espía y lo enviaron al Gulag durante 25 años. Todo ese tiempo, la familia estuvo exiliada en Kazajistán.

En el periodo postsoviético ha habido un renovado interés en la historia de las fuerzas prozaristas. Nicolás II ha sido canonizado por la Iglesia ortodoxa rusa. Aunque la Administración de Vladimir Putin ha expresado admiración por los logros de la Unión Soviética, su fundación en 1917 se ve como una tragedia porque causó un gran derramamiento de sangre y una gran agitación.

Malofeyev, que ahora tiene 42 años, nació cerca de Moscú. Junto a sus padres, vivió en una reserva de viviendas especiales para científicos soviéticos. Siendo un adolescente durante la perestroika de Gorbachov, devoraba literatura sobre 'los blancos' y, en poco tiempo, se convirtió en un monárquico.

Inspirado por 'El señor de los anillos'

“Cuando tenía 14 años, leí dos libros que tuvieron un gran impacto en mí”, recuerda. Uno eran las memorias de un antiguo oficial zarista que se fue para publicar un periódico de emigrados en Argentina; el otro fue El señor de los anillos. “La imagen de Aragorn regresando a Gondor fue para mí mi segunda imagen de monarquía. También afectó a mi sentido monárquico”, apunta.

Encantado con la idea de la monarquía, Malofeyev escribió una carta al gran duque Vladimir Kirillovich, que nació en 1917 y a quien se considera el siguiente descendiente de la familia imperial después de que Nicolás II y su familia fueran ejecutados por los bolcheviques y de que otros muriesen en el exilio.

Después de leer la carta de Malofeyev, el duque pidió a Chavchavadze (que entonces era su asistente) que le devolviera la respuesta en persona. Desde entonces, los dos han estado en contacto.

Malofeyev estudió Derecho en la Universidad Estatal de Moscú y escribió su tesina sobre el mecanismo constitucional a través del cual la Rusia moderna podría reintroducir la monarquía. Esto pasó antes de dedicarse al mundo de la banca y convertirse, rápidamente, en uno de los hombres más ricos de Rusia. Persuadió a Chavchavadze para que dirigiese su escuela, que se trasladó a sus nuevas dependencias en 2012. Sus alumnos, espera Malofeyev, serán la espina dorsal de un “inevitable” nuevo orden zarista en Rusia.

Para Malofeyev, los políticos profesionales son corruptos y están centrados en el éxito electoral, mientras que los monarcas pueden gobernar sin que intervengan los sucios negocios políticos. Sin embargo, no incluye a Putin en su lista de sucios políticos demócratas, puesto que fue escogido presidente por Boris Yeltsin.

“Nunca trató de ser elegido. Dieron con él y lo pusieron en ese lugar, y resultó ser enviado por Dios. ¿Quién podría adivinar en 1999 que Putin vendría a nosotros y Rusia iba a empezar a convertirse en Rusia otra vez? Fue un acto de Dios”, sentencia. Afirma además que las encuestas muestran que el número de rusos que está a favor de la monarquía ha aumentado del 15% al 25% en la última década, y vincula esto a la popularidad de Putin.

Otra de las personas que tiene contacto con la agenda zarista de Malofeyev es Leonid Reshetnikov, exgeneral del KGB y del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), y hasta hace poco también director de un influyente think tank sobre política exterior. Ahora Reshetnikov dirige la Sociedad del Águila de Dos Cabezas desde un despacho en Moscú adornado con retratos de Putin y Nicolás II.

Reshetnikov cuenta que se convirtió en monárquico cuando era agente del KGB en los Balcanes durante los años 80, cuando se dio cuenta de que la gente no creía realmente en el comunismo. Tampoco le seduce mucho la democracia.

“Nuestros liberales quieren ser como los europeos, pero Dios nos hizo diferentes”, dice Reshetnikov. “La democracia liberal es como el marxismo, la trajeron de Londres, París y Nueva York. Necesitamos regresar al punto en el que se torció todo, a 1917”. Reshetnikov reconoce que seguramente pasarán décadas antes de que Rusia piense realmente en restaurar la monarquía, y que haría falta una sociedad más madura y religiosa para que todo eso llegara a contemplarse.

Sin embargo, Malofeyev cree que esto podría pasar antes de lo esperado. También afirma que es bastante posible que Putin sea coronado zar: “Nadie quería a Yeltsin para siempre, pero todo el mundo quiere que Putin continúe para siempre”.

Traducción de Cristina Armunia Berges

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