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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Mirarse en el espejo

Jesús López-Medel

Otras veces, tras unas elecciones, todos o varios partidos pretenden trasmitir una imagen de vencedores. En estas, sólo uno puede hacerlo, el PP. Su resultado ha de ser puesto en un contexto europeo y mundial amenazante de regresión democrática con respaldo populista. La consolidación de partidos de extrema derecha en Francia, Holanda, etc, viene acompañada de un retroceso de valores democráticos en muchos otros de los países, hoy miembros de la UE, pero que provienen de pasados totalitarios en los que el abono para el triunfo y gobierno actual de partidos próximos al fascismo tienen una manifestación clara con la inhumana política respecto los refugiados.

El resultado del Brexit en Reino Unido ha sido el triunfo de un populismo encendido en los sectores más conservadores y anclados en el pasado. El susto del resultado también ha influido en España donde el mensaje de estabilidad (“lo malo conocido”) que representaba Rajoy ha sido preferido a las incertidumbres (acaso “lo bueno por conocer”) de los demás, al menos los emergentes.

La ola de conservadurismo que invade el planeta y que ha favorecido a Rajoy tiene también colofón en la posibilidad de que el 8 de noviembre pueda consolidar su victoria como Presidente de EEUU un personaje tan peligroso para el mundo y con planteamientos manifiestamente fascistas como Donald Trump en la tierra que Tocqueville hablaba de “Democracia en América”.

Así, comienzo subrayando (y me atemoriza) que la valoración de este contexto mundial de la emergencia de una derecha muy radicalizada y populista es imprescindible para entender el triunfo del PP en España.

Pero ¿y los demás? Acaso deberían mirarse en un espejo y contemplarse sin maquillaje. Las luces se han apagado. La función ha terminado. La sobreactuación de los otros tres no ha gustado al público.

Antes de contemplar cada uno de ellos, quien debe verse reflejado en el espejo es el propio pueblo español. Las encuestas desde hace años trasmiten que la segunda preocupación de los ciudadanos es la corrupción. ¡Mentira! Solo en los últimos meses ha reverdecido más podredumbre del PP precisamente donde más miseria moral tienen. Han aflorado más casos y corruptelas de la Púnica; y ello ha supuesto más votos y escaños en Madrid. En Valencia, la porquería abundante se incrementa con la imputación de todos los concejales en la capital y la actitud de Rita Barberá; pues bien, ¡otros dos escaños más en esa Comunidad! En Canarias, el máximo dirigente insular y ministro dimite por sus ocultaciones al fisco; ¡pues otro escaño más en Canarias! En Granada, detenido el alcalde y la concejal de Urbanismo por corrupción...¡5.000 votos más para PP! ¿Esto es coherencia del pueblo español respecto lo que decimos repudiar? Debemos hacérnoslo mirar la hipocresía y falta de coherencia porque esto no influye en el voto (acaso lo hizo un poco en diciembre) de un sector muy numeroso.

Otro que debe hacer lo propio y mirarse en el espejo es el PSOE que, con su líder Pedro Sánchez no salió a competir frente a Rajoy y la derecha. Su única obsesión era la de evitar el adelantamiento de Unidos Podemos que todos los analistas apuntamos erróneamente hace tiempo y que mostraban todas las encuestas (¿son elementos de información o de manipulación e influencia?). A ellos, dedicaron los socialistas más dardos que a Rajoy. Al PP no le hacía falta invocar al miedo. Lo hacía el antaño progresista, partido socialista.

Ante ese temor de que un partido de 130 años perdiese su posición ventajosa, su obsesión es que no se le adelantase por su izquierda en votos ni escaños. Ni una ni otra cosa sucedió aunque se anunciaba muy posible. Además de otras causas que luego aludiré, todo el PSOE se movilizó para evitar eso. Su alivio por ello, contrasta con la enorme preocupación de millones de españoles de cómo han dedicado tanta energía a criticar a los próximos más que en combatir a Rajoy.

También contrasta por sentirse aliviados pese a que hundidos en su peor resultado histórico seis mes después, ahora lo socaven aún más y que jamás hayan quedado a tantísima distancia del PP a pesar de los recortes sociales y regresión de derechos y libertades desde la derecha gobernante.

No obstante, el problema no es de liderazgo en el PSOE sino de identidad colectiva como proyecto común. Deben reconstruirlo. Un partido que sigue muy lastrado por la idolatría de quien en su momento fue un gran líder y hoy es un comisionista. La frase de la cal viva emitida en el Congreso removió y movilizó a los militantes del viejo partido…pero no a los electores, siendo la organización política que perdió más escaños tras C`s.

Quien no ha perdido escaños pero sí bastantes votos teóricos es Unidos Podemos. Ya en anteriores análisis anuncié que no sumarian las papeletas de uno y otro partido coaligado pues advertí se quedarían en el camino votos de uno y otro. Así, no deben olvidarse los palos colocadas en las ruedas de Alberto Garzón y la coalición electoral por los dinosaurios de IU. Precisamente en esos territorios, como es el caso de Asturias, es donde menos se ha movilizado la IU más antigua en favor de Podemos y su confluencia.

Por otra parte, Podemos ha desconcertado en sus virajes desde su proclamación como social-demócrata al halago emocionado a Anguita que representa para muchos una izquierda tan noble como claramente minoritaria en la sociedad española. Los errores claros de Pablo Iglesias (también los tuvo Pedro Sánchez aunque estos minimizados por la prensa) en la negociación hace meses, afectaron. Su regular imagen (peor es la de Rajoy y ganó) intentó no ya ser complementada y casi sustituida por la de un líder bien valorado pero con poco éxito en votos, Alberto Garzón.

Los carteles de la coalición que se colocaron en las farolas y muros eran la foto de éste (número cinco por Madrid) y lo que más se visualizaba, escrito en rojo, era Izquierda Unida y mucho menos legible era el nombre de Podemos, cuando lo único que debía haber figurado era el nombre de la coalición.

Pero donde más construye su derrota Podemos es en su renuncia a la transversalidad. Su objetivo ahora era superar en votos al PSOE, pero también pasarle por la izquierda. Esa pretensión hizo que, inclinándose por una orientación ideológica más marcada dejó a un lado sectores progresistas que no están por la idea de dar tanto relieve a IU. Así se pueden valorar como buenos los resultados pero manifiestamente insuficientes para ganar unas elecciones. Y la ocasión era histórica.

Hay estudios que explican cómo de los cinco millones de votos obtenidos sólo por Podemos hace seis meses, quinientos mil habían votado por el PP hacía cuatro años. Tras su decepción, veían estos electores en la formación morada una fuerza profundamente regeneradora, radical defensor de libertades y derechos sociales y capaz de llegar al corazón de muchos sectores y clases sociales. Ahora Podemos con su confluencia con Izquierda Unida, ha dado preferencia absoluta a la polarización del debate entre izquierda (ellos) y derecha en lugar de tratar de centrarlo en amplia regeneración social y democrática versus inmovilismo, corrupción y retroceso.

Su ubicación renunciando la transversalidad de votos provenientes de personas no situadas únicamente en la izquierda, se evidenció en la noche electoral cuando en la escenario los líderes de Podemos (unido Alberto Garzón) cantaban “el pueblo unido jamás será vencido”. Muchos, siendo jóvenes, cantábamos a Quilapayun. Pero estos eran comunistas y la canción es de hace cuarenta años. Y la iconografía mostraba puños al cielo. Solo uno no lo hizo: Iñigo Errejón. Tenía un rostro emocionado como vibrante fue su discurso pero me recordaba algo esa cara de distancia del diputado oyendo a su líder aquella frase tan desafortunada en el Congreso.

Están, por supuesto en su derecho de exhibirse como claramente a la izquierda, volviendo a sus orígenes marxistas de una gran parte de dirigentes (Echenique no pues hace años militó en Ciudadanos) que habían intentado suavizar. Pero tendrán que admitir que más allá de sueños y sonrisas compartidas, desde ahí sólo no se ganan elecciones en España sin contar con otros, “los que faltan, además de los imprescindibles”.

Pero en la noche electoral hay otra escena que la televisión mostró y que me hizo temblar mucho más. Cuando estando en el balcón de Génova celebrando el PP los resultados, entro por un lateral un personaje siniestro que cruzó de lado a lado la balconada. Era Jorge Fernández Díaz. Y rato después se le pudo volver a ver haciendo el camino inverso. Me estremecí.

Ciudadanos ya cumplió su función para la que fue creado tras los anteriores comicios y su papel era abrazar al PSOE para que no pactara con Podemos y atraer al PP (logró lo primero pero no lo segundo). Su papel ha disminuido y pedir que su líder se ponga frente a un espejo, sería difícil no sea un acto de narcisismo. Está por definir si apoyará a Rajoy (lo cual reiteró Rivera que no haría) o pasa a una opción constructiva, aunque en eso, su papel puede ser más representado por el PSOE.

Es momento de reflexión y de sinceridad y de mirarse al espejo. No sólo uno lateral que exhiba el lado bueno sino frontal. A la cara. En silencio. Desnudos.

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