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Victoria

En unas de las manifestaciones contra el anteproyecto de ley de Gallardón. \ Efe

Elisa Beni

Algunas cosas aún funcionan. Cosas esenciales en un sistema democrático. Debemos de alegrarnos por eso además de alegrarnos con la victoria. La retirada por parte del Gobierno del anteproyecto de ley del aborto más involucionista y atentatorio a los derechos de las mujeres es una victoria. Como tal la celebro.

Desde el principio le dijimos a Gallardón, a Rajoy, al Gobierno en pleno que las mujeres y los hombres de este país que creemos en la libertad íbamos a dar esta batalla. La dimos. En los medios, en las calles. Me alegro mucho de haber participado de forma activa en ella. Mayoría en lucha porque esta ley se hacía contra las mujeres, contra los hombres concienciados pero también contra muchos de los miembros y votantes del Partido Popular que entienden que la moral religiosa de unos pocos no debe ser impuesta a toda la sociedad. Se hacía contra el criterio y con la crítica de organismos internacionales, se hacía contra la razón y contra la oportunidad y se hacía a favor de la Iglesia y del voto ultraortodoxo católico que, además, Gallardón estaba interesado en remansar para no ser vetado en sus ambiciones posteriores.

La lógica de la democracia, quiera o no quiera Rajoy y su rodillo, sigue funcionando. No se puede legislar contra un país o, más bien, no se puede legislar contra los propios electores. La democracia es un sistema de opinión pública. Por eso la creación de una opinión pública libre y crítica es un bien especialmente protegido en ella, como así establece también nuestra Constitución. Y la opinión pública no estaba por la labor de regresar al pasado.

Claman ahora los sectores duros contra Arriola y sus consejos, Arriola y su pasta, Arriola y su ascendiente. No es Arriola, ha sido la gente. La reforma buscaba unos votos concretos y las encuestas le han dicho al gurú que ganando esos que perdería muchos más por otro lado. Dos más dos son cuatro y dos menos dos son cero. No están los tiempos para apostar por restas en las urnas. Fuera el anteproyecto. Así que, se puede. Ser votante no es ser un borrego adiestrado por tu propia ideología cada cuatro años. Ser votante es ir formándose criterio respecto a las acciones de los políticos e ir calibrando nuestra intención de voto porque esa también es oída, y vaya si lo es, por ellos.

A los que no les gusta esto, la decisión les levanta ampollas. No les gusta que la gente piense y tome decisiones y menos les gusta que se les haga caso. Me temo que esta lógica egoísta, maniobrera y utilitarista de la democracia, conseguir votos, es uno de los pilares que la mantiene en pie.

Seguiremos dando la batalla por todo lo que consideremos injusto. En la calle y en los medios. Una opinión pública libre, un pueblo libre y con voz, son lo que más temen los políticos amigos de las mayorías silenciosas. Y están aquí para quedarse.

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