Ben-Hur y El imperio de los sentidos
El mismo día que se ha anunciado que la Metro Goldwyn Mayer tiene pensado llevar a la pantalla una nueva versión de Ben-Hur, aquel clásico de 1959, de 211 minutos, de Charlton Heston y Hugh Griffith, de 11 Oscars y 3 Globos de oro, nos hemos enterado de que Nagisa Oshima, el director de El imperio de los sentidos, ha fallecido en Tokio a los 80 años de edad. Una neumonía es la causa de la muerte, según informa la televisión pública japonesa NHK.
El mismo día que la Metro Goldwyn Mayer da a conocer su intención de hacer una versión de Ben-Hur más ajustada a aquella novela de Lewis Wallace que fue un éxito de ventas y que llevaba por título Ben-Hur: A tale of the Christ (1980), no tenemos más remedio que recordar El imperio de los sentidos, esa poderosa historia de obsesión sexual en el Japón de los años treinta.
El mismo día que algunos periódicos vuelven a hablar del príncipe judio Judah Ben-Hur y de su amigo romano Messala, vamos a tener que nombrar a Sada Abe y a Kichizo Ishida. Vamos a tener que escribir sobre la alucinación, la muerte, el sexo, el alcohol y la posesión.
El mismo día que los productores de esa nueva versión de Ben-Hur dicen cosas como que “será un thriller de acción para todos los públicos”, necesariamente vamos a tener que acordarnos de las estrictas leyes de censura japonesas de la época. De las prohibiciones. De la controversia. De Nagisa Oshima. Que ha muerto en un hospital de Tokio el mismo día que se anuncia a bombo y platillo una nueva versión de Ben-Hur. Parece el cine de la vida, pero es así.
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