Las armas y las drogas

Tras el tiroteo en el colegio de Connecticut, la semana pasada se canceló la première de la última película de Quentin Tarantino, Django Desencadenado, un spaghetti western, al parecer bastante violento, que cuenta cómo un esclavo convertido en cazador de recompensas se venga de los dueños de una plantación mientras trata de rescatar a su esposa.

“Nuestros pensamientos y oraciones están con las familias de la tragedia de Newtown, Connecticut, y en estos momentos de luto nacional hemos decidido renunciar al acontecimiento programado. Sin embargo, llevaremos a cabo una proyección privada para el elenco de actores, el equipo y sus amigos y familias”, dijo un portavoz de la productora en un comunicado.

Una fuente de la misma dijo a Reuters que la cancelación no estaba relacionada con la violencia que aparece en la película, sino que se tomaba esa medida por respeto al dolor de las familias de las víctimas, pero pensamos que esta explicación es todavía más absurda.

Lo cierto es que esta actitud expresa con bastante elocuencia la tormentosa y contradictoria relación que los estadounidenses tienen con la violencia y con las armas: afligidos por la masacre, pero reacios a restringir la compraventa de armas.

¿Llegará el día en el que Estados Unidos prohíba las armas? Si eso sucede ocurrirá como con las drogas: Estados Unidos se convertirá en el principal perseguidor de armas en domicilios, y entonces será delito la tenencia ilegal de cortaúñas.