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La guerra de los mundos (filológicos)

Juan Manuel Gil

Atención, filólogos del mundo. La cosa empieza a ponerse tensa. Organícense. Diseñen un plan B. Den un severo puñetazo en la mesa. Defiendan sus gafas de leer, sus lupas de buscar, sus carnés para entrar en las salas de los libros más raros, sus cajas de zapatos con fichitas bibliográficas y sus magnetófonos. La guerra está a punto de estallar.

Las universidades de Berkeley y British Columbia han ideado y construido un programita informático que se las quiere dar de listo. Al parecer, es pulsar el enter y ponerse a reconstruir como un poseso protolenguas y protolenguas y venga protolenguas. Es decir, esas lenguas a partir de las cuales se desarrollaron las nuestras.

Aún no conocemos ni los detalles de la investigación ni las conclusiones a las que se han llegado. Pero he leído en varios artículos que son muy capaces de llegar a resultados cercanos a los que los lingüistas más punteros y reputados del panorama filológico publican en sus tomos de lomo cosido, aunque en un tiempo muchísimo menor. Así que quédense con este nombre: Alexandre Bouchard-Côté. Es el autor del proyecto y espera que su herramienta “revolucione la historia de la Lingüística de la misma forma en que el análisis estadístico y el poder de computación han revolucionado el estudio de la Biología evolutiva”.

Les advierto de que, muy conscientes del poder que concentran los filólogos del mundo, están intentando suavizar las consecuencias de sus movimientos. Lean esto con calma: “Y aunque nuestro sistema no pretende reemplazar la exhaustiva labor de los lingüistas más experimentados, puede resultar muy valioso a la hora de incrementar el número de lenguas modernas que ellos utilizan como base para sus reconstrucciones”. Es decir, que intentan ir de amigos, pero apenas los filólogos se han descuidado, zas, han reconstruido una serie de protolenguas asiáticas a partir de ciento cuarenta y dos mil formas verbales procedentes de seiscientos treinta y siete lenguajes diferentes. Si eso no es ir por libre, que baje Dios y lo vea.

¿Qué se puede hacer? Pues no sé. Organizarse. Formar grupos de trabajo y tormentas de ideas. Tener un plan. Ofrecer resistencia. Declarar la insumisión filológica. O mirar qué va a costar el programita. Lo mismo no está muy caro. No sé. Filólogos, ¿qué decís?

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