La importancia del pasado
La semana pasada Martin Scorsese fue el conferenciante de la cuadragésimo segunda edición del Discurso Jefferson para las Humanidades en Washington; uno de esos eventos en los que además de obtener diez mil dólares y disponer de un público atento y fascinado, uno se suma a una larga lista de personalidades, en este caso Tom Wolfe, Arthur Miller o Toni Morrison, entre otros.
En el evento, celebrado anualmente por el Gobierno estadounidense con el objetivo de “reconocer a destacados comunicadores de los conocimientos y la sabiduría de las humanidades”, Martin Scorsese hizo gala de su vastísima erudición sobre la historia del cine, y aprovechó la oportunidad para reivindicar: “llegamos tarde, pero aun así tenemos que preocuparnos y cuidar lo que nos queda”. Se refiere al legado cinematográfico, hoy en grave peligro de deterioro a pesar de los avances tecnológicos que pueden ayudar a mantenerlo vivo y en buenas condiciones. “No podemos saber hacia dónde vamos sin saber de dónde venimos. No podemos dejar que se trivialice y se pierda el pasado”, arguyó como canto a ese tiempo anterior al que tanto le debemos. A continuación pasó a considerar varios films y directores sobresalientes como Hitchcock, reconocidos más tarde de lo que debieran, queriendo destacar así el carácter caprichoso de cada época y la necesidad entonces de mantener protegidas las obras hasta una nueva –y tal vez más justa– interpretación.
Pero no vayamos a pensar que Scorsese es un reaccionario. Después de ese discurso plagado de referencias al cine clásico y a toda la historia del séptimo arte, el director de Taxi Driver, Uno de los nuestros o la muy reciente Hugo (un homenaje a Méliès), animó al gremio a aceptar ilusionado los cambios tecnológicos de la industria cinematográfica: “Si pasamos mucho tiempo lamentándonos por lo que se ha marchado, nos perdemos la emoción de lo que viene”. Un auténtico puente entre épocas.
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