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La insoportable inutilidad de la ley

Juan Manuel Gil

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Las cifras son desoladoras. La tasa media de piratería ya supera el 85% y el valor de los contenidos asciende a los quince millones de euros. Son algunos de los números que ha dado a conocer el Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales.

La descarga ilegal de películas es la actividad estrella. El 43% de los usuarios que se descargaron algo durante el año pasado optó por el cine como caladero de buen ocio. El 32% hizo lo propio con la música. Y un incipiente pero atronador 12% se decantó por descargar un libro.

¿Por qué la cifra ha aumentado en un 40% con respecto al año anterior? El Observatorio parece ver en el almacenaje ilimitado, la extremada facilidad de acceso a los productos y la ausencia de consecuencias legales para los infractores los principales motivos de este brutal ascenso. ¿Y qué razones dan quienes optan por esta práctica? La primera: si es gratis en alguna página, para qué voy a pagar en otra; la segunda: no me fío, no vaya a ser que no me guste, mejor gratis; la tercera: con este IVA es imposible acceder de otra forma; y la cuarta: me dan las ansias y no puedo esperar a que el producto llegue a nuestro mercado.

Los efectos de la Ley Sinde resultan decepcionantes. Fíjense lo que la comisión antipiratería consiguió retirar de la red durante el año 2012: diecisiete de música, veinte películas, cuatro libros y cero videojuegos. Para llorar desconsoladamente, la verdad. Como era de sospechar, la maquinaria burocrática y legal es pesada, le sobra grasa y carece de la energía que demanda una realidad como esta.

De todas formas, que no les extrañe que la cosa siga así durante algunos años más. Es decir, que la cifra aumente y se ramifique y se deforme y que de tan alta casi la perdamos de vista. Y que no les extrañe que la Ley, en cambio, siga siendo la misma y siga teniendo idéntica aplicación.

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