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CiU perdería las elecciones en Escocia

Regional Manifestos Project

Los partidos nacionalistas nacieron y se desarrollaron con una agenda política clara y prioritaria, para ellos y sus bases, de autodeterminación nacional. Sin embargo, no todos son iguales. Aunque comparten el objetivo último de la independencia y la formación de un estado propio, existen diferencias fundamentales entre ellos respecto de la estrategia a seguir para conseguir dicho objetivo. Según sean partidarios de perseguir la meta de la independencia directamente, sin paradas intermedias, o no, los partidos nacionalistas se mostrarán más o menos radicales en sus posicionamientos concretos y en sus tácticas electorales. Pueden armar paquetes de políticas muy variados que ofrecer a los electores, unas veces dando prioridad a temas culturales y de identidad, otras a temas competenciales, e incluso otras veces dejando coyunturalmente de lado la agenda nacionalista para concentrarse en temas distintos, traídos por el contexto, como puede ser una crisis económica. Es el caso del PNV en las recientes elecciones autonómicas vascas. Los partidos nacionalistas, además, pueden ser de derecha o de izquierda, conservadores o progresistas, e incluso de extrema derecha o de extrema izquierda. Toda esta variedad nos lleva en ocasiones a olvidar que, a pesar de todo, son partidos nacionalistas, que esa es su razón de ser.

Esto viene a cuento de las posiciones defendidas por el SNP en Escocia y por CiU en Cataluña respecto a la convocatoria de sendos referéndum de independencia. En condiciones de autogobierno dentro de un estado descentralizado, los partidos nacionalistas, por su propia naturaleza, temen hacerse superfluos. Conseguidos sus objetivos inmediatos de autonomía política sólo quedan dos opciones: seguir tensando la cuerda o dejar de enfatizar el conflicto territorial y pasarse a otros temas. Históricamente, los partidos nacionalistas que optaron por la segunda estrategia desaparecieron o se debilitaron hasta el límite de la irrelevancia. Es el caso del partido flamenco Volksunie, que primero sufrió una escisión de su ala más radical en los setenta, el hoy Vlaams Belang, y, más de dos décadas después, tras un largo proceso de pérdida de votos, se dividió en dos nuevos partidos. La escisión radical e independentista N-VA fue el partido más votado en Flandes en las elecciones federales de 2010. Para los partidos nacionalistas es menos arriesgado seguir avanzando en la agenda de autodeterminación nacional que dar su programa por implementado y cambiar de tema. Los incentivos de la competición partidista así lo exigen y no entendemos por qué este hecho nos lleva en España a rasgarnos las vestiduras.

Los partidos nacionalistas son organizaciones que buscan llegar al poder con el fin de poner en marcha su programa político. Para ello necesitan electores dispuestos a votarles, y sería necio pensar que, en sociedades tan plurales como las nuestras, todos los votantes de los partidos nacionalistas son independentistas convencidos. En mayo de 2011 en Escocia, fecha de las elecciones, había un 29% de escoceses que querían la independencia (YouGOV 9-11 mayo 2011). En Cataluña, la última encuesta dice que el 51% de los catalanes quiere la independencia (GESOP 4 noviembre 2012). En el caso escocés, es una minoría; en el catalán, una mayoría por los pelos. Los partidos nacionalistas lo saben, y por eso son especialistas en moverse en terrenos ambiguos que electoralmente les benefician. CiU es, a este respecto, un ejemplo paradigmático, pero ni mucho menos único en las democracias occidentales. Los catalanes tienen una expresión para referirse a esta ambigüedad: “fer la puta i la ramoneta”.

A pesar de ello, no debemos tomar la parte por el todo. La ambigüedad táctica y/o estratégica de los partidos nacionalistas no dura para siempre; sólo dura mientras les dé réditos políticos. Antes o después, los partidos nacionalistas reclamarán independencia si quieren sobrevivir como tales partidos. Sorprenderse por ello es como sorprenderse de que los partidos conservadores estén en contra del matrimonio homosexual. El SNP ha recogido en su programa de 2011 la propuesta del referéndum de autonomía tan sólo 15 años después de concedido el autogobierno a Escocia. CiU ha esperado bastantes más años antes de usar esta baza. Mientras fue necesaria, CiU usó la ambigüedad. Pero ahora toca tensar la cuerda, sobre todo porque la situación económica en Cataluña es dramática y porque quien ha estado al volante de esta situación durante los últimos dos años ha sido CiU y eso es mejor que no se tenga muy en cuenta a la hora de votar. El contexto político da plausibilidad al arrebato nacionalista de CiU. Después de la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional, CiU ha podido mostrar su agravio por el “talibanismo constitucional” de los partidos e instituciones españoles con total credibilidad. La crisis ha ayudado también a dar credibilidad a agravios de tipo económico que refuerzan los agravios políticos. Por último, la reacción exagerada de las fuerzas conservadoras en España ante el giro radical de CiU ha aportado las últimas dosis de credibilidad al relato de agravio comparativo de Mas. Con estos mimbres, CiU ha escrito un programa electoral muy radical en el eje nacionalista.

Artur Mas afirma que su modelo a seguir es el SNP en Escocia. Se refiere, naturalmente, a la posición independentista del SNP, y no a otras partes de su programa de gobierno, como la insistencia en proteger el estado del bienestar. Nosotros hemos comparado ambos programas con la metodología desarrollada por nuestro proyecto Regional Manifestos Project. El SNP se presentó a las elecciones regionales escocesas de mayo de 2011 con un programa electoral muy enfocado en temas socioeconómicos, bastante progresista, y con poco espacio dedicado al nacionalismo. No olvidemos que el SNP y los laboristas comparten en gran medida caladero de votos; olvidarse de la defensa del estado del bienestar sería impensable para el SNP, y menos ahora, con un gobierno central conservador aplicando políticas de austeridad que son rechazadas por la mayoría de los escoceses. De las pocas frases dedicadas a la agenda nacionalista en el programa del SNP (9%), una de ellas era fundamental: el SNP afirmaba que, de ser elegido, defendería la convocatoria en Escocia de un referéndum de independencia. Con este programa electoral, centrado en la defensa del estado del bienestar, y discreta aunque rotundamente nacionalista, el SNP ganó el 45% de los votos válidos, lo que le otorgó una holgada mayoría en Holyrood.

Artur Mas pretende emular esta hazaña, pero lo está haciendo de una manera diferente. El programa de CiU es muy radical, en comparación con sus posiciones nacionalistas en elecciones anteriores. Dedica el 20% del mismo a la agenda nacionalista de autogobierno y construcción nacional, frente al 9% que dedicó en 2010. Esto quiere decir que se iguala con EH-Bildu, que dedicó al tema el 20% de su programa en las autonómicas vascas del mes pasado, y que su mensaje nacionalista es mucho más intenso que el del SNP, aunque los dos coincidan en la propuesta del referéndum de independencia. CiU, aunque no utilice ni una sola vez la palabra independencia, reclama continuamente estructuras de estado (poniendo las siglas EE en muchas de sus propuestas) o directamente un estado propio. Al mismo tiempo, y en claro contraste con el SNP, CiU dedica a las propuestas de protección y expansión del estado del bienestar un mero 12% del programa, frente al 24% del primero. Además, CiU enfatiza mucho más que el partido escocés las políticas de austeridad (6% frente a 3%) y menciona, aunque mínimamente, la necesidad de hacer recortes del estado del bienestar, mientras que el SNP no dedica una sola frase a los recortes. Eso sí, con su viraje radical, las posiciones socioeconómicas de CiU podrían pasar desapercibidas por los más atentos al relato nacionalista. El programa de CiU no se lo pone fácil a los electores de izquierda desencantados con el PSC, veremos al final cuántos son los que cruzan ese puente.

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