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Los dilemas de los sindicatos frente a la austeridad

Angie Gago

La crisis económica ha sacado a la luz una cuestión clave: el papel de los sindicatos frente a las políticas de austeridad y su poder de oposición a ellas. Ante el nuevo escenario de austeridad y de estrategias gubernamentales liberalizadoras y desreguladoras, tanto del mercado laboral como del Estado de Bienestar, las organizaciones sindicales se ven forzadas, cada vez más, a poner en marcha nuevas estrategias. Los sindicatos tienen que explorar nuevos caminos que les permitan seguir desarrollando un papel relevante en el campo de la defensa de los derechos sociales y económicos de las clases trabajadoras. Al mismo tiempo, tienen que mantener o revitalizar su poder institucional, en la empresa u organizativo, apelando a nuevas bases sociales y a nuevas formas de resolución de conflictos y de intervención responsable en las políticas económicas.

Los sindicatos se encontraban ya con una afiliación disminuida y en una posición defensiva en 2008 cuando la crisis económica estalló en algunos países europeos como España. Varios fenómenos habían contribuido al declive de las organizaciones sindicales en las últimas décadas, como la reestructuración del mercado laboral y la progresiva desregulación de los derechos laborales. Desde la recesión de los años setenta se han producido una serie de cambios en los mercados laborales europeos como el aumento de la temporalidad y de la parcialidad que se han visto acentuados por la actual crisis y a los que hay que añadir otros problemas como el del paro, que afecta significativamente a España.

Además, la fuerza de los sindicatos en las empresas ha disminuido tras las recientes reformas laborales, las cuales han minado la autonomía y la libertad de las organizaciones sindicales y han cambiado los criterios de representatividad de los interlocutores sociales. A esto se le suma la tendencia hacia la descentralización colectiva y la crisis actual en la negociación de los convenios. De hecho, en los últimos cinco años se han reducido casi a la mitad el número de convenios firmados, de 5.987 en 2008 a 3.378 en 2012.

Como resultado de los cambios de estas últimas décadas, puede interpretarse tanto la falta de influencia de los sindicatos en las empresas como el hecho de que las organizaciones sindicales no hayan sido capaces de evitar las medidas de austeridad de los Gobiernos del PSOE y PP desde que comenzó la crisis.

La crisis económica ha erosionado los procesos de concertación social española. Esto, unido a la debilidad de los sindicatos como actores influyentes en la toma de decisiones políticas, explica que el recurso de la Huelga General por parte de CCOO y UGT haya sido el más frecuente para oponerse a algunas medidas de austeridad como las reformas laborales, las reducciones salariales del sector público o la reforma de las pensiones. Sin embargo, estas estrategias de confrontación no han tenido como resultado que los gobiernos den marcha atrás a los recortes. Dejando a un lado el desigual seguimiento que hayan podido tener, queda patente que el recurso a la huelga como medida tradicional de oposición se evidencia como insuficiente para oponerse a las impopulares medidas de austeridad.

Desde el punto de vista organizativo y de su poder en la empresa y respecto a su base social, esto plantea a los sindicatos una serie de interrogantes estratégicos: ¿a qué sectores de la sociedad son realmente capaces de movilizar? ¿Se sienten los sectores más afectados por las medidas de austeridad representados por los mismos? Parte de la respuesta es que las organizaciones sindicales, acostumbradas a tener una base de afiliación sindical relativamente estable caracterizada por contratos indefinidos mayoritariamente en la industria y en el sector público (insiders), están encontrando serias dificultades para relacionarse con los colectivos más afectados por las medidas de austeridad, principalmente los jóvenes, los precarios y los parados (outsiders). Sin embargo, esto es muy importante, ya que existe evidencia para pensar que la falta de representación de los outsiders habría minado el poder de veto de los sindicatos al tener dificultades para movilizar a este sector.

Ante este nuevo reto los sindicatos parecen estar anclados en modelos y estrategias del pasado. Concretamente, los sindicatos mayoritarios españoles, Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de los Trabajadores (UGT), continúan aplicando el modelo de sindicato de servicios y no han probado otros modelos sindicales para conseguir aumentar su base de afiliación en los sectores en los que predominan los contratos temporales y la inestabilidad. Las organizaciones sindicales mayoritarias siguen sin explorar otros modelos de sindicalismo como los denominados sindicalismos de movimiento social o de comunidad, basados en la búsqueda de afiliación nueva en las empresas a través de la realización de campañas informativas y con más implicación de los trabajadores en la toma de decisiones de la organización.

Desde el punto de vista de la participación y del poder institucional, los sindicatos se plantean otra serie de interrogantes: ¿cómo recuperar la importancia de la concertación y el diálogo social de antes de la crisis? ¿Cómo aumentar su capacidad de veto? ¿Cómo relacionarse con los partidos políticos? CCOO y UGT siguen apostando por el modelo interlocutor social responsable que busca influencia política a través del diálogo y la concertación, sin embargo, las reglas del juego han cambiado. Los sindicatos, en parte por el tipo de instituciones corporatistas de nuestro país, están anclados en un modelo de diálogo social débil y altamente dependiente de la contingencia y de la voluntad del Gobierno en cuestión. Las organizaciones sindicales aún no han sabido reaccionar de manera estratégica ante los continuos desplantes de los Gobiernos, tanto del PSOE como el actual del PP, que han recurrido con frecuencia a la aplicación de reformas de manera unilateral.

Además, otro de los motivos del escaso poder de veto de los sindicatos ante los recortes es la falta de alianzas de las organizaciones sindicales con los partidos con representación parlamentaria al agotarse el entendimiento tradicional de las organizaciones sindicales con los partidos socialdemócratas. A pesar de los tímidos acercamientos entre los sindicatos y otras fuerzas políticas, como Izquierda Unida, o sociales, como la Cumbre Social, las organizaciones sindicales no han podido construir una amplia mayoría social para hacer llegar a los gobiernos su programa alternativo a las políticas de austeridad.

En conclusión, los sindicatos no han invertido suficientes recursos para relacionarse con los outsiders y, en el ámbito estatal, recurren a modelos del pasado sin desarrollar nuevas estrategias de movilización ni nuevas alianzas. Las organizaciones sindicales están aún adaptándose a los nuevos cambios ante los que parecen mostrar una actitud conservadora que les hace amarrarse a estrategias del pasado. Una cuerda invisible que impide que den rienda suelta a nuevos caminos aún sin explorar.

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